Opinión

Sánchez, ni con gafas nuevas

El líder del PSOE se dejó algunos jirones en la comisión de investigación y la realidad es que tras el auto del Supremo se oscurece aún más el futuro de la legislatura

Pedro Sánchez comparece en la comisión Koldo en el Senado @ Gonzalo Pérez
Pedro Sánchez, en la comisión de investigación del "caso Koldo" en el SenadoGonzalo Pérez Fotógrafos

Si alguien pensaba que Pedro Sánchez iba a salir esposado, después de comparecer en el Senado, se equivocaba. También patina Moncloa celebrándolo como si hubiera sido un éxito presidencial. La realidad es que esta semana se ha oscurecido aún más el futuro de la legislatura. El líder socialista se dejó algunos jirones en la comisión de investigación, como el hecho de que tuviese que reconocer el cobro de algunas cantidades en metálico.

Lo cierto es que el presidente aseguró que eran totalmente legales, pero todo ha quedado en entredicho por el auto que ha dictado el Tribunal Supremo un día después, enviando a la Audiencia Nacional lo que entiende que son indicios de una posible financiación ilegal del PSOE.

En la Cámara Alta, Sánchez tuvo especial cuidado en no molestar excesivamente al que fue su persona de confianza, José Luis Ábalos, probablemente porque su mayor temor es lo que el valenciano pueda saber y lo que decida contar.

El futuro judicial del ex secretario de Organización se aproxima peligrosamente, cada día que pasa, hacia una eventual pérdida de libertad. Ábalos es un político experimentado y sabe perfectamente que su situación es complicada. Por ejemplo, cuando cambió de abogado al proponerle este, como estrategia, dejar el acta de diputado, exactamente lo que quería la dirección socialista. El hecho de que el letrado estuviese vinculado a Ferraz en varios asuntos y fuese de la confianza de la cúpula socialista, le hizo sospechar al exministro Ábalos y decidió correr el riesgo de sustituirlo en las horas previas a su declaración ante el Supremo.

La operación le salió bien, declaró y no se decretó su ingreso en prisión, pero en la medida en que la investigación avance y se vayan conociendo más pruebas y detalles, la idea de alcanzar un acuerdo con la Fiscalía ira tomando fuerza.

Con respecto a Koldo García, Sánchez optó por desvincularse de él, poniendo el cortafuego de declarar que prácticamente no le conocía y tenía con él una relación «absolutamente anecdótica». Esto indica que la información que pueda tener, la que le implique directamente, le produce menos temor.

De hecho, todo apunta a que intentarán centrar en quien fuera asesor de Ábalos las responsabilidades judiciales, separándolo de la organización y del propio presidente. Pero toda España sabe que eso no es cierto; es público que compartieron semanas intensas en el Peugeot, que fue custodio de sus avales en las elecciones primarias y que en Ferraz solo tiene mando en plaza quien es de la absoluta confianza del líder del PSOE, uno de los más allegados.

Cualquiera que conozca a Pedro Sánchez sabe que no hay nada que se mueva en la sede de Ferraz sin que el tenga constancia o dé su aprobación. Es de esos liderazgos que quiere los detalles y tenerlo todo bajo su control directo.

A medida que se van conociendo los detalles de la investigación judicial esta personalidad va quedando demostrada como, por ejemplo, en el «caso Delcy» o raíz de las quejas de José Luis Ábalos por recibir más de una decena de llamadas presidenciales en determinados asuntos.

También llamó la atención en el Senado que una de las intervenciones más suaves y destartaladas de los grupos de la oposición fuera la del representante de Vox. Abascal ha tenido los mejores resultados de su historia con Pedro Sánchez en el Gobierno; ambos se necesitan para conseguir sus objetivos particulares.

En tanto la derecha social siga dividiendo el voto, Sánchez mantendrá el poder y lo sabe. Cuando promueve controversias, de manera forzada, porque no hay clima social que lo justifique, como el aniversario de la muerte de Franco o removiendo el tema del aborto, su intención no es confrontar con Feijóo, sino hacerlo con Vox, de manera que parte del electorado más conservador del Partido Popular se sienta más representado por Abascal que por el líder popular.

Feijóo está obligado a mantener una posición centrada si no quiere perder los electores más moderados. Algo similar le ocurre con la cuestión territorial: un discurso como el de Isabel Díaz Ayuso le haría fuerte en el centro de España, pero le debilitaría en la periferia, poniendo en riesgo sus posibilidades electorales.

Por su parte, Santiago Abascal no aspira a un gobierno de coalición con el PP; no es a la derecha lo que Yolanda Díaz a la izquierda. Su meta es ser primera fuerza política y sabe que, para eso, el electorado tiene que percibir a los populares como un partido incapaz de echar a Sánchez y que el Gobierno siga proponiendo temas que polaricen la opinión de la sociedad.

En Moncloa dan por cerrada la crisis de esta semana, pero la realidad se impone y Sánchez está cada día más solo en el Parlamento, que en esta legislatura no habrá presupuestos y que las causas judiciales van arrojando mucha información que, delictiva o no, erosiona su credibilidad. Aunque Sánchez se haya comprado gafas para que se hable de ellas, es posible que para lo que le sirvan sea para ver, con más claridad, que la legislatura ha muerto.

Las elecciones de diciembre en Extremadura son las más importantes de los últimos tiempos. Un simbólico plebiscito sobre Sánchez, aunque intentarán responsabilizar a Gallardo y su situación judicial que, por otra parte, se debe al propio Sánchez.