Elecciones generales
Pedro Sánchez y el PSOE pierden fuelle ante el 28-A
El partido asume que el grueso de los indecisos está en la derecha y se lanza a por el voto útil en las últimas horas. El «acelerón» final será llamar a la movilización
El partido asume que el grueso de los indecisos está en la derecha y se lanza a por el voto útil en las últimas horas. El «acelerón» final será llamar a la movilización.
«Lo importante no es cómo empieza el partido, sino cómo acaba». Esta frase hecha que Pedro Sánchez repite casi a diario como un autómata cobra ahora capital importancia. El candidato socialista se enfrenta a las 48 horas decisivas para que los «castillos en el aire» de mantener el poder no se le vengan abajo la noche del 28 de abril. Utilizando el símil ciclista, en el equipo del presidente aseguran que «una vez que pasas los Pirineos hay que apretar» y el «acelerón» final irá enfocado en una única dirección: llamar a la movilización. Aunque en Moncloa presumen de haber aprovechado el «momentum» del debate y que éste les ha «sentado muy bien», lo cierto es que los últimos tracking arrojan cierta desaceleración del PSOE. Una tendencia que se afanan en remontar.
En el entorno de Sánchez asumen que el grueso de los indecisos está en la derecha –que se debaten entre PP, Ciudadanos y Vox– por lo que centrarán sus esfuerzos en el «voto útil progresista y el voto de centro». Aspiran a ocupar un espacio que la derecha –enfocada en sus cuitas cainitas– ha dejado huérfano, planteando la disyuntiva entre una propuesta «demócrata frente a la involución». Esta consigna también tiene su lectura por la izquierda, donde Sánchez intenta cegar la vía de votos a Unidos Podemos, cerrando la puerta a pactos futuros con Ciudadanos. Mientras, se presenta como la única opción capaz de aglutinar el voto útil progresista para frenar a la derecha. El líder socialista tiene que hacer volar esta expectativa y prueba se ello es que el partido cambió ayer su lema de campaña de «Haz que pase» a «Estamos muy cerca».
El nicho de votantes hacia el que Sánchez extremará sus mensajes son los abstencionistas, los nuevos votantes de PSOE y Podemos, y los moderados. Un «grupo heterogéneo», como identifican sus estrategas, porque además de captar al votante de centro, se han hecho con un sector –que en Ferraz cifran en 300.000 electores– de mayores de 65 años que el 26-J votaron al PP. Para «amarrar» estos apoyos, y materializar su estrategia «atrapalotodo», el PSOE sigue azuzando el miedo a «las tres derechas» y el riesgo de que lleguen a sumar «no se descarta». «El 29-A nos echaremos las manos a la cabeza», advierte un Sánchez muy gráfico, que enumera ejemplos como el de Trump, el «Brexit» o el avance de la ultraderecha en Finlandia para apuntalar la posibilidad del imposible.
De oportunidad a amenaza
La irrupción de Vox en el panorama político se antojó en un principio como una oportunidad para el PSOE ante un horizonte de división de la derecha. Un escenario que hasta entonces solo había fracturado a la izquierda. Los socialistas han contribuido a alimentar un «monstruo» que ahora amenaza con devorarles en forma de coalición de perdedores. Pedro Sánchez no ve peligrar la primera plaza el 28-A, pero sí sus opciones de revalidar el Gobierno. Lo que comenzó como un movimiento extraparlamentario que restaba votos a PP y a Cs puede llegar ahora a disputarles la posición.
Con Pablo Casado y Albert Rivera trasladando su enfrentamiento en los debates a las listas electorales, Santiago Abascal, limpio de polvo y paja, sigue su avance y puede trastocar el escenario político que conocemos. Aunque en el PSOE critiquen que fue el PP quien dio alas al fenómeno de «extrema derecha», normalizando su discurso, han sido los socialistas y especialmente Sánchez quienes han puesto «la foto de la Plaza de Colón» en el centro de su estrategia política, hasta el punto de que el propio candidato socialista solo aceptó acudir al debate que contara con la presencia de Abascal. En Ferraz creen que el partido de Abascal “no ha tocado techo”, pero que vuelva a tornarse decisivo para una coalición de gobierno, como ocurrió en Andalucía, sería una catástrofe para el PSOE.
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