
El desgaste del Gobierno
Sánchez rechazó en mayo la dimisión de Marlaska
El presidente pidió al ministro que aguantara tras hundirse por la compra de balas a Israel. No quería una nueva crisis en el Gobierno

Fernando Grande-Marlaska es un hombre cansado tras más de siete años en Moncloa. El ministro del Interior, según ha sabido LA RAZÓN por fuentes gubernamentales, ofreció el pasado mes de mayo su dimisión a Pedro Sánchez. Pero el presidente la rechazó porque no quería abrir otra crisis más en el Gobierno en un momento especialmente sensible, asediado por varios casos de corrupción que tienen al PSOE y al Ejecutivo noqueados.
El detonante de la determinación de Marlaska para decir adiós al Consejo de Ministros fue la crisis que se desató en su departamento el pasado 19 de abril –Viernes Santo–. Ese día se publicó un contrato de la Jefatura de Asuntos Económicos de la Guardia Civil para la compra de 15 millones de balas de calibre 9x9 mm a la empresa israelí Guardian Defense & Homeland Security S.A.
El propio ministerio aseguró en octubre del año pasado haber paralizado esa licitación, precisamente para cumplir con la orden del presidente Sánchez, que está inmerso en una ofensiva diplomática contra el Gobierno de Benjamin Netanyahu por la respuesta militar en Gaza al atentado perpetrado por Hamás en 2023. Los socios del PSOE en el Gobierno también apretaron a Marlaska para que cancelara el contrato con la citada empresa.
Interior justificó la compra por una recomendación de la Abogacía del Estado, que alertó en un informe de que la rescisión del citado contrato hubiera supuesto abonar el precio a la compañía sin recibir el material. Por ello, el ministerio decidió atender la recomendación y seguir adelante, ya que la licitación se encontraba, alegaron, en una fase avanzada de tramitación.
El lío que se generó en el seno de la coalición fue morrocotudo. «Se armó muchísimo revuelo», cuenta a este diario una fuente del Ejecutivo. Y los socios de la coalición, especialmente Sumar e Izquierda Unida, fueron a degüello contra el propio Marlaska, porque no podían permitirse figurar ante sus votantes como «cómplices del genocidio» israelí en la Franja. Ambas formaciones calificaron el contrato como una violación flagrante del veto anunciado y exigieron la comparecencia del ministro en el Congreso de los Diputados.
Las fuentes consultadas cuentan que Marlaska vivió aquel episodio como un infierno personal, pese a que en público justificó la compra por razones «legales» y calificó lo sucedido como un «error puntual». «Marlaska sintió que le metieron un gol y que lo estaba pagando el presidente y todo el Gobierno», cuenta una fuente al tanto de la polémica interna en Moncloa a cuenta de la munición de marras. Al final, el propio presidente tuvo que desautorizar a su ministro del Interior cinco días después, el 24 de abril, y pedir explícitamente la rescisión unilateral del contrato con la empresa israelí.
Ese es el motivo por el que el ministro ofreció su cabeza al presidente. «Marlaska tiene ganas de salir, pide el cambio», explica una persona de la confianza del presidente del Gobierno. La crisis de las balas abrió un frente más al ministro con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, ya que la Guardia Civil tuvo que adoptar medidas para garantizar el abastecimiento de balas del Cuerpo.
El reemplazo del material que se adquirió a Israel no será una realidad hasta el primer trimestre de 2027 debido a los lentos procedimientos administrativos. De manera que al Instituto Armado no le quedó más remedio que racionalizar el uso de balas. Como ya contó este diario, el 24 de enero, en un correo interno, se recomendó reducir el consumo de munición en algunos ejercicios. La falta de balas, denunciaron fuentes del Instituto Armado, «afecta directamente a la preparación y protección de los agentes».
El lío de la munición israelí ha sido el último encontronazo entre el ministro y las fuerzas que dirige. Lo cierto es que Marlaska atesora un amplio historial de roces con la Policía y el resto de unidades. Todos y cada uno de ellos le están pasando factura y le han hecho pensar que ya no es merecedor de la confianza del presidente, con quien tiene previsto reunirse este mismo mes en la Residencial Real de La Mareta.
La crisis del «caso Cerdán»
Poco después de esa crisis llegó el demoledor informe de la Guardia Civil contra Santos Cerdán. El ingreso en prisión provisional del ex «número tres» del PSOE fue otro duro golpe para la relación entre el presidente y Marlaska, que no logró información de la investigación. Ese fue el motivo por el que Sánchez le afeó en un grupo de «WhatsApp» que comparte con todos los ministros que siempre son los «últimos» en enterarse de las revelaciones de la Guardia Civil.
La situación política de Marlaska es de extrema debilidad. Casi nadie en Moncloa duda de que si el presidente decide apretar el botón de la remodelación de gabinete, su nombre es uno de los que más papeletas tiene para salir.
Quienes conocen la trayectoria de Marlaska apuntan que el ministro tiene la posibilidad de volver a ocupar su plaza de juez en la Audiencia Nacional. Y que en ese nuevo tiempo podrá seguir erigiéndose en adalid de la imparcial. «Podrá decir que ha servido a un Gobierno progresista y al mismo tiempo precisar que no ha molestado a la derecha», cuenta una fuente que estuvo unos años en las entrañas de la coalición.
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