El rearme en defensa

Sánchez, ante el riesgo de depender de Trump para renovar sus cazas

Entra en crisis el proyecto de nuevo avión europeo de combate de sexta generación. Las desavenencias con la Administración norteamericana hicieron que se rechazara la compra del modelo F-35 para modernizar nuestro ejército

Un escuadrón de aviones F-35 Lightning II de la Fuerza Aérea de EE. UU. sobrevuela la Casa Blanca mientras el presidente Donald Trump saluda al presidente polaco Karol Nawrocki, el miércoles 3 de septiembre de 2025, en Washington.
Un escuadrón de aviones F-35 Lightning II de la Fuerza Aérea de EE. UU. sobrevuela la Casa Blanca mientras el presidente Donald Trump saluda al presidente polaco Karol Nawrocki, el miércoles 3 de septiembre de 2025, en Washington. (Foto AP/Alex Brandon)ASSOCIATED PRESSAgencia AP

Los paradigmas militares están transformándose muy rápido en la actualidad. En el campo de batalla no solo hay tecnología, sino informática y electrónica de última generación llamadas a cambiar todo lo que se sabe sobre la guerra. De hecho, ya lo está haciendo. Por ello, las distintas armas que componen los ejércitos se prestan a recibir una profunda actualización para conseguir adaptarse a los retos del presente y encarar los del futuro. Entre estas, las fuerzas aéreas son las que más atención están obteniendo. Tanto en Estados Unidos, Rusia, China y ahora también la Unión Europea, aunque en esta última la situación es tensa.

La mejora constante de los sistemas de combate en el último lustro ha llevado a los expertos, analistas y Estados Mayores a replantearse las estrategias futuras de cómo deben estar conformadas unas Fuerzas Armadas y cómo actuar en el campo de batalla ultramoderno que se dibuja en el horizonte. La respuesta está ante nosotros de manera evidente, más de lo que pensamos. Vemos inteligencia artificial, sistemas informáticos de procesamiento rápido y sensores con precisión milimétrica. Esta tecnología, aplicada antes en el ámbito civil, ahora debe dar el salto y ser integrada en los sistemas de uso militar.

Esa visión de poder instalar esta tecnología en sistemas y vehículos utilizados por las Fuerzas Armadas ha llevado a plantear nuevos diseños en la manera de encarar los combates. En la aludida fuerza aérea esto ha desembocado en la proyección de un avión de combate de sexta generación. La idea ha arraigado en casi todas las potencias. En EE UU es Boeing la que desarrolla el futuro F-47. En China, esta visión ha llevado a los ingenieros a plantear el J-36. En Rusia, la industria está empeñada en el Su-57. Ahora, a este trío se une la UE, aunque todo está por ver.

La UE tiene la ventaja de que sus proyectos pueden contar con la financiación de varios países. Justamente de esta forma se ha planteado el diseñar, desarrollar y fabricar el futuro FCAS (Future Combat Air System).

España, Francia y Alemania se han unido en este negocio y prevén que el próximo avión que sustituya al Eurofighter Typhoon esté disponible para 2040. O al menos ese era el plan original, ya que el proyecto, del que se habla, que necesitará 100.000 millones de euros para salir adelante, ha entrado en crisis a las pocas semanas de anunciarse.

El próximo FCAS ha levantado en la industria militar europea un choque de perspectivas y, por qué no decirlo, de egos. España, tras rechazar la compra de F-35 de quinta generación a EE UU por los desencuentros entre Donald Trump y Pedro Sánchez, ha decidido apostar fuerte por un proyecto continental. Sin embargo, Francia y Alemania, garantes de la UE y de las mayores industrias de defensa de la comunidad, han chocado en sus futuras visiones. En concreto, hay un enfrentamiento por el dominio de las labores. Ante el rifirrafe franco-alemán, España se mantiene a la espera de ver cómo continúan las negociaciones entre los socios principales. Está claro que, si el trío se rompe, el desarrollo del nuevo avión de combate de la UE quedaría en el aire, lo cual sería un grave problema ya que lo dejaría sin opciones. Tras haber rechazado el F-35, España tiene su mirada fija en este programa que espera con ansias que se llegue a un acuerdo y se tiendan puentes entre los aliados en vez de quemarlos.

Todavía es demasiado pronto para saber cómo será el desenlace, pero lo que está claro es que el FCAS pende de un hilo y para España eso sería terrible al reducirse las alternativas y tener que reconducir sus objetivos.

¿Daría marcha atrás y finalmente adquiriría F-35 a Estados Unidos? ¿Esperaría a un futuro avión francés de sexta generación? No se puede indicar nada todavía en ninguno de los sentidos, pero el panorama es inquietante. El Ejército del Aire necesita cada vez con más apremio sustituir sus viejos aviones de combate.