PSOE
Sánchez sube como candidato con la quimera de ser presidente
El líder del PSOE ha resistido a los peores resultados históricos de su partido y ha conseguido frenar los envites internos de los barones.
El líder del PSOE ha resistido a los peores resultados históricos de su partido y ha conseguido frenar los envites internos de los barones.
Tres meses desde las elecciones, 91 días para el rearme interno. Estas semanas de desgobierno le han sentado bien al liderazgo de Pedro Sánchez que, después de cosechar el peor resultado histórico del partido en unos comicios, ha sido capaz de ir sorteando las presiones de los barones hasta acallar cualquier conato de rebelión interna. Sin embargo, si estos meses han sido decisivos para asentarse, el venidero se antoja crucial para apuntalar todo lo conseguido. Si el líder del PSOE no consigue llegar a La Moncloa, la frágil paz firmada con los territorios saltará por los aires y sus aspiraciones de perpetuarse como secretario general se verán cercenadas por el impulso de renovación que arrecia desde el sur.
La de Sánchez, durante estas semanas, ha sido una historia de supervivencia. Sobrevivió a los peores datos del PSOE en unas elecciones generales, barriendo la hecatombe de Pérez Rubalcaba y dejando sus 110 escaños como un umbral idílico. Sin embargo, el líder socialista no se resignó y calificó el resultado como «histórico» en un desliz de euforia, al conservar la hegemonía de la izquierda frente a su rival directo: Podemos. Las presiones comenzaron a sucederse dentro de su partido para que asumiera el lugar que los españoles le habían marcado en la oposición, pero Sánchez reivindicó –ante un PP aislado– sus aspiraciones de formar gobierno, y los barones –incapaces de oponerse a esta vía– le hicieron firmar una rigurosa hoja de ruta para los pactos que le impidiera sentarse a negociar con quien no renuncie previamente a las quimeras separatistas y a las consultas que buscan el enfrentamiento, una alusión directa a Podemos que, por entonces, abanderaba con vehemencia el derecho a decidir en Cataluña. El líder socialista, debilitado por la fractura interna, logró sobreponerse también a las reticencias a un pacto con la formación de Iglesias con un giro inesperado que pasó por someter a los militantes los pactos de Gobierno, consciente de que las bases comulgan más a la izquierda que sus dirigentes. Sin embargo, los barones lograron doblarle el brazo al secretario general y adelantaron el Congreso del partido a mayo, en lugar de a junio, fecha en la que quería celebrarlo la dirección federal y en la que se dirimirá si Sánchez sigue al frente de Ferraz. Éste es el principal desafío que encara el líder socialista en las próximas semanas, ya que tiene asegurado ser cabeza de cartel en unos nuevos comicios, pero no así revalidar su puesto al frente de la Secretaría General. Si se repiten las elecciones, el calendario congresual se suspende y Sánchez tendrá el camino libre como candidato, pero si no hay comicios y no consigue ser presidente del Gobierno, podría perder el liderazgo del partido y dejar la dirección federal en mayo. En Ferraz no se plantean todavía ese escenario y emplazan a después de Semana Santa para tomar las decisiones que conciernan al mantenimiento o postergación del cónclave socialista.
Ante esta disyuntiva, el líder del PSOE es consciente de que su única oportunidad de sobrevivir es llegar a La Moncloa. Por ello, en las próximas semanas se afanará en conseguir albergar una mayoría suficiente en torno a su proyecto de Gobierno para España. El pacto con C’s está «plenamente vigente» y a partir de este compromiso buscará tejer alianzas entre las formaciones de la izquierda para conseguir –esta vez sí– ser presidente. El trance de ser el primer candidato de la historia en fracasar en su intento de alcanzar La Moncloa no ha pesado en exceso en el ánimo del PSOE, conscientes de que Sánchez ha sido capaz de devolver al partido al centro de la escena política y se ha reforzado internamente de cara a los suyos –militantes y votantes– con un apoyo casi unánime de las bases a su pacto con Rivera. Además, la guerra interna desatada en Podemos a raíz de su voto negativo a los socialistas traslada el desgaste y el debate a sus rivales directos, aunque en Ferraz se muestran excépticos sobre el resultado de la purga de moderados que ha hecho Iglesias en los últimos días y sus consecuencias para una futura investidura. A pesar de tener fijada una reunión para la próxima semana en la que poder reactivar el diálogo, los socialistas entienden que el acuerdo es ahora «mucho más difícil», al haber desactivado Iglesias la corriente más proclive a favorecer una abstención.
El objetivo de la dirección federal es asumir el control de la situación, como si Sánchez todavía mantuviera la condición de «mandatado» por el Rey. Para ello, perpetuaron su pacto con C’s más allá de la investidura y anunciaron rondas de negociaciones conjuntas –que a día de hoy han quedado postergadas ante los vetos de la izquierda–. Esta relación de simbiosis permite al líder del PSOE presentarse con el respaldo de los 131 diputados que le apoyaron en su investidura frustrada y a partir de este punto comenzar a impulsar la suma de otros partidos a su entente para alcanzar 143 escaños y vencer por un diputado al bloque del «no». Sin embargo la alianza con C’s no es tan inquebrantable y un acercamiento excesivo a Podemos o a postulados de autogobierno vasco podría hacerlo saltar por los aires.
Tres meses después, Sánchez sigue en el alambre.
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