Política

Inmigración ilegal

Sólo 60 guardias civiles para impedir el asalto de 1.500 subsaharianos

Más de 3.000 subsaharianos aguardan en los alrededores de las dos ciudades autónomas, desbordadas tras el último asalto de ayer en el que entraron 117 personas. Lo agentes alertan: «No tenemos forma de frenarles»

Los migrantes se valieron, de nuevo, de cal viva, excrementos y ácidos para acceder a la ciudad autónoma / Guardia Civil
Los migrantes se valieron, de nuevo, de cal viva, excrementos y ácidos para acceder a la ciudad autónoma / Guardia Civillarazon

Más de 3.000 subsaharianos aguardan en los alrededores de las dos ciudades autónomas, desbordadas tras el último asalto de ayer en el que entraron 117 personas. Lo agentes alertan: «No tenemos forma de frenarles».

Hace tan sólo cuatro semanas, los agentes de la Guardia Civil que vigilan la frontera de Ceuta se prometieron no volver a jugarse la vida. Desde que el Gobierno de Pedro Sánchez anunció la próxima retirada de las concertinas, las mafias controlan cualquier movimiento y saben que, tras la llegada del «Aquarius» a Valencia, «España ha abierto la puerta a la inmigración ilegal». Cada vez que un grupo de subsaharianos traspasa la frontera, estas organizaciones criminales lo publicitan en las poblaciones africanas para captar a nuevos interesados. Lo que, unido a la prohibición de utilizar cualquier medio de contención y la falta de efectivos, convierten a una de las dos fronteras del sur de Europa en una cóctel molotov a punto de estallar.

Sobre las 9:00 horas de ayer, un grupo de 300 migrantes intentó atravesar la zona perimetral de la valla, repitiendo de nuevo el «modus operandi» del salto masivo que tuvo lugar el pasado 26 de julio y en el que consiguieron acceder al territorio español 602 personas. Entraron por la zona del Arroyo de las Bombas , aprovechando la hora del rezo por la Fiesta del Sacrificio de la comunidad musulmana. Sin embargo, en esta ocasión, sólo lo consiguieron 117, que se valieron de cizallas y mazos que les permitieron cortar los mallazos de protección exterior e interior, rompiendo así la valla y las puertas existentes en el perímetro. Y, aún más, lo hicieron a plena luz del día.

Para evitar que la Guardia Civil se acercara a la zona donde se encontraban, lanzaron recipientes de plástico con excrementos, sangre, cal viva y ácido de baterías. «Sin duda, ha sido uno de los asaltos más agresivos que hemos vivido en mucho tiempo», explican a LA RAZÓN fuentes de la Guardia Civil. «Ya no sólo saltan la valla, sino que la destrozan. Nosotros, en cambio, seguimos sin poder utilizar los medios de los que disponemos». Se refieren a las pelotas de goma que, el pasado febrero de 2014, causaron la muerte a varias personas en la frontera de El Tarajal. «No tenemos forma de frenarles».

Como resultado de la violencia empleada, resultaron heridos siete agentes que fueron atendidos en el Hospital Universitario de esta ciudad, siendo dos de ellos dados de baja para el servicio por las lesiones sufridas. «Necesitamos refuerzos. Si nos quitan las concertinas va a ser muy difícil retrasar la oleada de personas que ya se están acercando a Ceuta y Melilla», añaden. No obstante, las dos ciudades autónomas han recibido, en las últimas semanas, tres Módulos de Intervención Rápida, lo que se traduce en un total de 60 agentes en cada perímetro fronterizo.

Expertos consultados por este periódico confirman que este incremento no es la única solución. La desproporción entre el número de agentes y los que, por el sistema que sea y con métodos cada vez más violentos, tratan de entrar ilegalmente en nuestro país a través de las ciudades autónomas, es enorme y, como se ha demostrado en los últimos saltos, no resuelve el problema. Además, el número de subsaharianos que aguardan en los alrededores de ambos enclaves es de unos 1.500 en cada caso. En Melilla aguardan en el Monte Gurugú; y, en Ceuta, en los campamentos de Biutz y Laiumina, además de Tánger, Tetuán y Castillejos. La desproporción, por lo tanto, es evidente: 60 frente a 1.500, o lo que es lo mismo un agente por cada 25 migrantes.

Esta es la situación actual que se va a ver incrementada por el «anuncio» que se ha divulgado de que a España pueden venir todos los emigrantes que quieran porque van a ser bien acogidos. No será la verdad absoluta, pero es lo que piensan los que emprenden el largo camino desde Níger, Camerún, Mali o, de forma más próxima, Marruecos. Son miles –la cifra es muy difícil de calcular– los que ya han emprendido el camino y muy pronto estarán en las proximidades de los vallados.

Por ello, los expertos señalan que las acciones que se deben adoptar son las que permitan la detección rápida de los que van a protagonizar los saltos y, sobre todo, las medidas pasivas, incluidas las concertinas, para dificultarlos. El incremento de guardias ayuda, pero no resuelve el asunto. No invertir en esto, como hizo el anterior Gobierno y tampoco ha hecho, de momento, el actual, es cerrar los ojos ante un problema que, más pronto que tarde, estallará entre las manos.

El CETI de Ceuta, desbordado

El CETI de Ceuta dobla ya su capacidad máxima con la entrada de los últimos subsaharianos. En Carmona (Sevilla), por otro lado, los acogidos multiplican por cinco la capacidad del centro. Los trabajadores del Centro de Menores San Juan de Ávila señalaron que empezaron en junio con 25 menores. Pasado mediados de agosto están con 90, de los que 12 son españoles y 78 «menas». La «situación es caótica», hay «camas en los pasillos» y «enfrentamientos».