Opinión

El artículo de Jorge Viches: Tontos útiles

La intromisión de Sánchez en las listas electorales ha sido completa, y la respuesta minúscula

Pedro Sanchez en la Ejecutiva del PSOE en Ferraz
Pedro Sanchez en el Comité Federal del PSOE en Ferraz. David JarDavid JarFotógrafos

Hoy el PSOE ha preferido el silencio a la democracia, el trágala a la libertad. El «sanchismo» ha llamado «tontos útiles de la derecha» a los barones del PSOE que critican el dictado del presidente del Gobierno. Es una confesión de autoritarismo en un partido que se ha preciado siempre de ser democrático y abierto a corrientes de opinión. Un partido, el socialista, que se vanagloriaba de las primarias hasta la llegada de su actual secretario general.

La intromisión de Sánchez en las listas electorales ha sido completa, y la respuesta minúscula. Page, Lambán, Tudanca, Óscar Puente y otros se quejaron por motivos diferentes, pero no ha pasado de ahí. Votaron todos como un solo hombre las listas para el 23-J. En suma: Sánchez ha ganado por unanimidad su moción de confianza en el Comité.

Esta parte del plan del adelanto electoral le ha salido bien. Ha conseguido callar bocas, que era lo importante, y luego ha echado mano a un discurso simplón, porque en realidad daba igual lo que dijera. Lo importante era la baza fundamental de todo liderazgo: controlar la designación de los cargos. A partir de ahí, su discurso ha tenido un evidente aroma caudillista. Son obligatorias la unidad en torno a su persona y el silencio como muestra de responsabilidad. El resto de sus palabras fueron una jerga electoral insulsa. Que si «mayoría social», «mejorar España» y el consabido «salimos a ganar» porque «la victoria es posible». Luego vino el «todo lo hacemos bien», no como el PP, que no se entera de nada.

Detrás de esta parafernalia está el método sanchista. Lo explico. Si Sánchez pierde el 23-J, se irá a desempeñar algún cargo internacional, pero dejará las instituciones sembradas con la intención de volver. Para esto colonizó el Estado, su administración civil y militar, incluido el orden público, las comunicaciones y las instancias judiciales.

A esto hay que añadir la colonización del PSOE, porque necesita su organización para regresar en loor de multitudes tras el paso del PP por el gobierno. Por eso se ha dedicado a convertir al Partido Socialista en un instrumento de su interés personal, como se ha visto en este Comité Federal. Ahora lo será también el grupo parlamentario. Sánchez no quiere que ocurra como en 2016, cuando los diputados decidieron abstenerse para que gobernara Rajoy en contra de su opinión. Y menos cuando le cesaron y pusieron una gestora. El presidente desea una cohorte de palmeros predecibles.

Sánchez sabe que tiene el amor incondicional de la militancia. Es su gran fuerza. La única capaz de desmontar cualquier conspiración palaciega para destronarlo. Ya pudo con Susana Díaz, a quien apoyaba la nomenclatura del partido. Lo mismo puede pasar con Page o Lambán. Es consciente que en poco tiempo nadie se acordará de los que hoy levantan la voz, como Puente o Tudanca. La vida política es una trituradora de carne, y la ciudadanía tiene memoria de pez si no se le construye un relato. Y es ahí, en el relato, donde Sánchez gana.

La responsabilidad, dijo el presidente en el Comité Federal, es no mirar atrás y asumir colectivamente lo que ocurra el 23-J. Esto significa que nadie debe culpar a Sánchez del batacazo del 28-M, cuando se perdió casi todo, y menos aún de lo que pueda pasar en las generales porque las listas se aprobaron por unanimidad.

El «sanchismo» va a dejar al PSOE en coma. Lo más probable es que los socialistas pasen a la oposición el 23-J, y Sánchez, con todo ya en el guardamuebles, se irá. Dejará al Partido Socialista noqueado mientras el PP inaugura un ciclo político. En esa nueva andadura democrática surgirán voces en la izquierda reclamando a un líder fuerte, con un proyecto y una mayoría alternativa, que devuelva la ilusión a su electorado. Y es así cuándo Sánchez espera que sus «tontos útiles» reclamen su vuelta.