Política

Gobierno de España

Triple ofensiva de Rajoy para remontar

26 de noviembre. La última comparecencia de Ana Mato como ministra en el Congreso
26 de noviembre. La última comparecencia de Ana Mato como ministra en el Congresolarazon

Prepara para enero acciones en positivo en economía, política y los cambios en las candidaturas. Moncloa cree que la salida de Mato alivia la presión porque ya no hay nadie salpicado en el Consejo.

El miércoles Moncloa vivió horas de alta tensión y desconcierto hasta que la primera reacción de la ex ministra de Sanidad Ana Mato dio un giro de 180 grados y pasó de la tranquilidad inicial con la que recibió el auto del juez Ruz, desencadenante de su dimisión, al comunicado en el que confirmó que se marchaba para no perjudicar ni al Gobierno ni a su partido, después de que así se lo hiciera ver Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno escuchó en esas horas a algunas de sus personas de más confianza en Moncloa y en algún ministerio ajeno, y esto le llevó a tomar la decisión de que no había alternativa a la de la salida de Mato del Consejo de Ministros. En el Partido Popular hay mucha preocupación por los capítulos que queden por escribir del «caso Gürtel» y por cómo este escándalo y las andanzas de su ex tesorero Luis Bárcenas han minado la credibilidad de sus siglas en la lucha contra la corrupción, afectando directamente a la imagen del presidente del Gobierno. Con el coste que esto puede tener para las elecciones autonómicas y municipales. Pero esta angustia de los cuadros territoriales la rebajan en La Moncloa, donde hay más confianza en que la recuperación económica y la puesta en marcha de las medidas de regeneración democrática amortigüen el desgaste de estos años de gobierno y mejoren las expectativas que anuncian las encuestas. La intención de Rajoy es iniciar en enero el nuevo curso político con una ofensiva política y económica que se plasmará en las decisiones del Consejo de Ministros. «Viene una catarata de buenas noticias», anuncian desde Moncloa. Los planes del Gobierno apuntan a ir sacando adelante en los próximos meses, antes de las autonómicas y municipales, sus medidas de regeneración, y que éstas se mezclen con el revulsivo de los efectos de la reforma fiscal. Esperan también buenas noticias en empleo, en crecimiento y en demanda interna. Y el arranque de año vendrá acompañado de la implementación de un plan de acción política, con participación del Gobierno y del partido, para potenciar la presencia y la «venta» del discurso en positivo en las comunidades en las que el PP atraviesa más dificultades. En Génova tienen ya delimitados todos los puntos débiles y las «plazas» en las que la situación exige que se produzca una renovación.

Rajoy ha demostrado que le gusta apurar con las candidaturas, agotar los plazos en la medida de lo posible. De él dependen el calendario y las decisiones más trascendentes, aunque en la dirección del PP sostengan, que dada la situación, sería conveniente aclarar a principios de año el «tique electoral de Madrid y lo que tenga que pasar en Valencia», dos de los puntos más conflictivos. Está escuchando ya muchas voces; sabe de los nervios de sus dirigentes territoriales, y atiende también a los que le susurran al oído que la división de la izquierda favorecerá al PP en los comicios y que Podemos no llegará a culminar el éxito que le auguran los sondeos porque se desinflará por el camino, víctima de sus contradicciones y del temor de una parte de la ciudadanía a las consecuencias de sus políticas. El presidente no parece tan preocupado como demuestran estar dentro de su partido, según coinciden algunos de sus colaboradores. Él sigue decidido a mantener su hoja de ruta sin hacer grandes aspavientos, más allá del impulso que dé a la acción del partido de puertas afuera y también de puertas adentro para reforzar el Comité de Dirección del PP.

Esta semana Rajoy tomó una de las decisiones más difíciles de esta legislatura. Para algunos tarde; para él, a su tiempo, cuando no había alternativa porque era la manera de ser más justo con Ana Mato. La decisión de provocar su dimisión fue suya y la gestionó también a su manera. De momento, en Moncloa respiran porque sostienen que «ya no hay nadie relacionado con este feo asunto en el Consejo de Ministros». En el partido, sin embargo, lo ven con un poco menos de optimismo, y se preguntan si esta dimisión será suficiente cortafuegos. No lo ven tan claro porque temen que es difícil explicar que Mato, y no Cascos, Acebes o el propio Rajoy, eran los responsables políticos de las contrataciones y de los gastos del partido. En cualquier caso, nadie sabe qué es lo que queda por saberse en el ámbito judicial. Y en el político, la máxima que vende la dirección es que hay que estar tranquilos porque hay tiempo para remontar con la economía, la rebaja fiscal, la regeneración democrática y las «bazas» que Rajoy se guarda para las elecciones. Siempre, incluso en los momentos más difíciles de esta legislatura, el presidente del Gobierno ha sido el que se ha mostrado más tranquilo y confiado en el futuro. Ahora, también, según airean en su entorno. Aunque entre los suyos estén pesando, y mucho, los avisos de las encuestas y el malestar de muchos de sus votantes con algunas de sus decisiones. En enero activarán la maquinaria electoral, en esta ocasión bajo el riesgo cierto de quedarse sin bastantes mayorías absolutas.