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Un catalán extremadamente sevillano

La justicia del nombramiento de José Manuel Lara como Hijo Adoptivo de Sevilla está en las unánimes voces con que ha sido saludada tal decisión

La Razón
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Otorgar un reconocimiento a alguien siempre implica una elección entre un abanico de aspirantes, determinar a quién se le concede, y por lo tanto, a quién no. Así, la notificación de un premio suele llevar implícita la apertura de un debate sobre su idoneidad, por más méritos que atesore la persona en cuestión para recibir el galardón. Aceptando esta premisa, no hay mejor baremo para determinar la justicia del nombramiento de José Manuel Lara Bosch como Hijo Adoptivo de Sevilla que las unánimes voces con que ha sido saludada tal decisión.

Las diferentes distinciones honoríficas que concede anualmente el Ayuntamiento de Sevilla con motivo del Día de San Fernando, patrón de la ciudad, tienen como fin primordial reconocer los méritos realizados en beneficio de Sevilla, como expresión simbólica de agradecimiento de la ciudad y de sus vecinos hacia todos ellos.

De este modo, resultaría prolijo enumerar aquí los argumentos que hacen de José Manuel Lara Bosch un candidato ideal para ser designado Hijo Adoptivo. En un ejercicio de síntesis y economía del lenguaje, muy acertado en mi opinión, en la propuesta oficial de su nombramiento todo se resume en una frase: «Por su entrega y dedicación a la comunicación y la cultura en beneficio de la ciudad». Pocas palabras, aunque la mayor parte de ellas reclamen grandes caracteres e incluso mármol para ser inmortalizadas.

Cultura y comunicación son términos elevados en sí mismos, dos valores indispensables para que una sociedad sea más independiente, más libre y, por lo tanto, más democrática. Y entrega y dedicación son dos virtudes esenciales para practicar esa otra cultura, la del trabajo, el esfuerzo, el sacrificio y la honradez que a mí me inculcaron de niño mis padres igual que hicieron en su día José Manuel Lara Hernández y Teresa Bosch con su hijo. De ellos dos aprendió también a amar a Sevilla y a Barcelona por igual, con un cariño inculcado primero por vía genética y posteriormente, elegido y ampliado a través de vivencias. José Manuel Lara Bosch es un catalán que se siente muy sevillano y le he escuchado defender con vehemencia que ambas pasiones no es que no sean excluyentes, es que son absolutamente compatibles. Y su compromiso con Sevilla siempre ha sido firme; basta citar como ejemplos que aquí estableció la sede de la Fundación que lleva el nombre de su padre y que cada año organiza junto a la editorial Planeta uno de los premios de novela más prestigiosos de España, que recuerda a su llorado hermano Fernando.

Cierto es que fue su padre quien supo crear una gran empresa partiendo de la nada, pero también lo es que él no se limitó a gestionarla, sino que con su gran talento empresarial amplió los horizontes creando un imperio cultural y de la comunicación, que le ha permitido además multiplicar su generosa labor de mecenazgo. Una vez le oí decir a Alfonso Ussía que sólo hay dos casos en los que los hijos de grandes empresarios han superado a sus padres, uno es Emilio Botín y otro, José Manuel Lara Bosch. Creo que él no compartirá esta opinión por su modestia y por el profundo cariño y respeto que siente por el fundador de Planeta, pero el elogio no puede ser mayor ni más justo. Como justo es este nombramiento de Hijo Adoptivo con el que Sevilla expresa su cariño y reconocimiento a este catalán tan extremadamente sevillano.