Política

La Razón de... Jorge Fernández

«Un español decente, un catalán admirable»

El ministro de Interior, Jorge Fernández, y Alfonso Ussia, ayer en LA RAZÓN
El ministro de Interior, Jorge Fernández, y Alfonso Ussia, ayer en LA RAZÓNlarazon

Bienvenidos, señora vicepresidenta, señores «dieciséis» ministros, señor presidente de LA RAZÓN, señor presidente del Grupo Planeta, señora alcaldesa de Madrid, barones de Thyssen... No, que no están, no miréis. Señoras y señores, queridos amigos, tengo el honor de presentarles en LA RAZÓN DE... al ministro del Interior, don Jorge Fernández Díaz. Al ministro del Interior –ahora que se acostumbra mucho en los gobiernos y en la política a reducir los ministerios– habría que nombrarlo también ministro de la Abnegación y de los Disgustos. Porque es el Ministerio más duro, el más áspero, el más abnegado y el menos agradecido. El más fácil de criticar con la demagogia y la mala intención, y el más difícil de que reciba el aplauso de la ciudadanía. Yo recuerdo a Jaime Mayor Oreja en la época más dura de su cargo, recién liberado José Antonio Lara y recién asesinado, brutalmente, Miguel Ángel Blanco... Tuvo que sufrir como todos los ministros del Interior la llamada a las cuatro de la mañana del ministro marroquí de Interior, como consecuencia de un secuestro de un avión de la Royal Air Maroc, en el que viajaban dos españoles y en el que las noticias eran buenas, ya que el secuestro se había solucionado. Jaime Mayor Oreja, aunque siendo guipuzcoano no dominaba muy bien el francés –normalmente los guipuzcoanos hablan mejor el francés y los vizcaínos mejor el inglés–, entre la emoción y la satisfacción de que se había solucionado todo, que no dominaba el francés y que eran las cuatro de la mañana, en lugar de decirle al ministro del Interior marroquí «merci beaucoup, mon ami», le dijo «merci beaucoup, mon amour». Con la mala suerte que varias semanas más tarde se producía uno de esos encuentros bilaterales entre los dos países en Ávila, y el ministro Jaime no podía levantar la cabeza de la vergüenza, y cada vez que lo hacía y coincidía con la mirada del ministro marroquí, éste le hacía ojitos. Yo les presento hoy al ministro del Interior, a un español decente, un catalán admirable y una grandísima persona.