Terrorismo yihadista
Un fusil AKM, 270 cartuchos y libre acceso al convoy
El Khazzani viajó en primera por 149 euros
La actitud de Ayoub el Khazzani, de inventarse una historia e intentar hacer creer que era un «idealista» ladrón, que pretendía robar a los ricos con el fin de comer y, se supone, repartir el resto entre los pobres, es una novedad dentro del comportamiento de los elementos yihadistas cuando son detenidos. Lo normal es que se limiten a no contestar las preguntas, a guardar silencio y a rezar.
Este individuo, que había sido previamente aleccionado por terceros terroristas, que fueron los que le facilitaron las armas con las que debía cometer la matanza en el interior del tren, no debía de tener preparado un plan «b» por si le salían mal las cosas, como ocurrió gracias a la valentía de algunos pasajeros. Dentro de un tren que lleva las puertas bloqueadas, lo más probable es que hubiera hecho uso del líquido inflamable y que hubiera aprovechado los últimos cartuchos de la pistola para suicidarse. Pero ser detenido no era una hipótesis que hubiera contemplado.El hecho de llevar nueve cargadores con 270 cartuchos para el fusil de asalto AKM hace pensar en una secuencia auténticamente terrorífica en la que los pasajeros habrían sido asesinados de una manera indiscriminada.
La minuta de lo que llevaba encima, a la que ha tenido acceso LA RAZÓN, demuestra que había emprendido un viaje final, hacia ningún sitio salvo el paraíso que los yihadistas creen que su dios les tiene deparado si matan a «cruzados» (cristianos). Además de las armas y el cúter, como prenda de vestir sólo llevaba una camiseta, varios lapiceros y unas gafas de sol. Ni siquiera una muda o utensilios de limpieza personal. Khazzani pagó 149 euros por viajar en primera clase y se negó a coger el anterior tren que ofrecía mejores precios y más plazas.
Quien le encargó la acción criminal debió enseñarle a montar el fusil de asalto, algo relativamente sencillo, pero que hace un ruido característico que cualquier militar que haya manejado armas de este tipo reconoce a distancia. Ahí estuvo su gran fallo, ya que no contaba con la presencia de los soldados norteamericanos, hartos de montar y desmontar fusiles de asalto y que, inmediatamente, se dieron cuenta de que algo anormal ocurría. Como dijo uno de ellos, nadie que vaya a robar en el interior de un tren entra con semejante arsenal.
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