Presidencia del Gobierno

Un jaque mate en tres movimientos: el PNV dijo «sí» el martes

Ejecutar una moción de censura a nivel nacional figuraba en la estrategia de Sánchez desde hace meses, pero reservada a un momento de extrema debilidad del PP. La consigna: no cometer errores

Primera conversación como presidente. Tras prometer el cargo Sánchez charló con el Rey, Ana Pastor, Mariano Rajoy y Pío García Escudero / Pool
Primera conversación como presidente. Tras prometer el cargo Sánchez charló con el Rey, Ana Pastor, Mariano Rajoy y Pío García Escudero / Poollarazon

Ejecutar una moción de censura a nivel nacional figuraba en la estrategia de Sánchez desde hace meses, pero reservada a un momento de extrema debilidad del PP. La consigna: no cometer errores.

El PSOE ha pasado en una semana de defender que «no daban los números para una moción de censura» a presentarla y ganarla. Un mero giro discursivo, pues en la estrategia de Pedro Sánchez la moción de censura siempre fue un movimiento a ejecutar cuando el adversario diera un paso en falso. En la política como en el ajedrez no basta con cobrarte piezas, para ganar la partida hay que hacer jaque mate. Pedro Sánchez y su equipo más cercano trazaron su hoja de ruta hace ya meses con un solo objetivo: evitar errores. Así, Sánchez se reservó, redujo al mínimo su presencia mediática en el primer trimestre del año y se volcó en recomponer el tejido del partido, fracturado por las primarias, a través de asambleas abiertas por todo el territorio. Sin embargo, esta ausencia le pasó factura y ante el auge de Albert Rivera, el líder socialista reapareció. Su apoyo a la aplicación del 155 y la moción de censura en la Comunidad de Madrid fueron su línea argumental. En esta estrategia también figuraba la moción de censura nacional. Estaba durmiente hasta que el «caso Gürtel» aceleró la partida.

Primer movimiento. Tras conocer la sentencia, Sánchez reúne de urgencia a su núcleo duro. Impone la ley del silencio. En Ferraz no emiten señales mientras el Gobierno no reaccione. «La estrategia se ejecuta, no se cuenta. Si quieres aprovechar el efecto sorpresa debes ser cauto», apuntan fuentes conocedoras de esos momentos cruciales. El Gobierno no mueve pieza, al menos con la contundencia esperada por los socialistas y se presenta la moción de censura. El texto se registra por sorpresa, cerrando cualquier posibilidad a Rajoy para disolver las Cortes y convocar elecciones. Esto abre un escenario diferente al de 2016, ya no se trataba de votar a Sánchez como candidato, sino de que Sánchez «se convierta en la única posibilidad de desalojar a un Rajoy». Este movimiento permite a Sánchez cobrarse una primera pieza. Prosperase o no la moción, el «PSOE gana» porque vuelve a acaparar el foco mediático. Si triunfa, se consuma el jaque mate, si no, se habrá comido el «alfil» de Rivera, obligándole a retratarse en una votación en la que tendría que apoyar a Rajoy.

Segundo movimiento. Después de marcar la línea argumental en el Comité Federal y en el Grupo Parlamentario, el secretario general socialista empieza a realizar llamadas. Pablo Iglesias y Marta Pascal, coordinadora general del PDeCAT, son los primeros. Pascal es fundamental para que la antigua convergencia de su apoyo a Sánchez porque para los pies a Puigdemont y Elsa Artadi, partidarios de la abstención, y porque se convierte en un canal de comunicación con el PNV. Sánchez en ningún momento llama ni a Puigdemont ni a Quim Torra. El encargado de entablar contacto con el ex president fugado es el líder de Unidos Podemos. José Luis Ábalos se convierte en este momento en un peón clave. Se reúne con Ciudadanos y mantiene contactos con ERC. También habla el candidato con el PNV. Los nacionalistas vascos piden dos cosas: respeto a los Presupuestos y dar margen a una convocatoria electoral. Sánchez da su «sí» porque aceptar los presupuestos del PP «era necesario para que el nuevo gobierno empezara a andar. Sin presupuestos llegar al gobierno es un error, sobre todo, si este gobierno tiene un plazo de dos años para gobernar». Aún así, el PNV tiene conflicto interno. Desde los sectores más conservadores que no veían un gobierno liderado por el PSOE, hasta los más soberanistas que exigían más compromisos. Oficialmente, los socialistas afirman que no conocieron la posición final del PNV hasta el jueves. Oficiosamente, trabajaban con este escenario desde el martes. De hecho, se preparan desde ese momento a contemplar un nuevo momento defensivo del PP para proteger a su rey: la dimisión de Rajoy.

Tercer movimiento. En su intervención en el debate de la moción, Sánchez pide a Rajoy que se marche: «Si quiere que esto acabe, dimita». Es el movimiento más arriesgado, podría hacer caer la pieza que tanto ha avanzado en el tablero. Casi aguantando la respiración, el equipo de Sánchez espera la respuesta del todavía presidente del Gobierno. Rajoy no contesta. El último bastión no va a ser utilizado por Rajoy que también sabe que las posibilidades del PP de mantener el gobierno son casi nulas. Rajoy sabía hacía horas, igual que Sánchez, que el PNV no le iba a dar cobertura. Sánchez en estas horas previas al jueves 31 no entra al trapo de Pablo Iglesias. El PSOE no contesta a las diatribas que le lanzan los morados pidiendo entrar en el Gobierno ni a su amago de convocar una nueva moción de censura, que presiona también al PNV. Se mantiene en su tesis «o Rajoy o el cambio, vosotros veréis». Ha dibujado su estrategia y no la va tirar por tierra por hablar demasiado. El jaque mate toma forma. Todo debe ir «paso a paso». La última jugada la da la tarde del jueves. El pleno sale según el guión previsto. Rajoy tira al rey encima del tablero. Sánchez ya es presidente.