Guardia Civil
Una labor humanitaria
Hoy es un mal día para los que se empeñan en presentar a la Guardia Civil como un elemento represor de la sociedad, «recaudador» (para aquellos que gustan de saltarse las normas de Tráfico) y hasta torturador, entre otros calificativos, tan injustos como desmerecedores, de quienes los profieren.
Resulta que nuestra Benemérita, nuestra Guardia Civil caminera, la que es capaz de permanecer horas interminables en un «apostadero» (vigilancia, aunque sea en el maletero de un coche), o hacer miles de kilómetros en «correrías», que no es otra cosa que ir de pueblo en pueblo, caserío o núcleo de población aislado para garantizar la seguridad o recabar información, es la Institución más valorada por los españoles. Los esnob de los coches de gran cilindrada; los que no quieren respetar la Ley y los que, en los últimos tiempos, se quieren tomar la supuesta «justicia» por su mano, se topan con la mayoría de la población que quiere y necesita a su Guardia Civil.
¿Por qué será que cuando a una localidad le han quitado el cuartel de la Guardia Civil ha salido toda la población a manifestarse en contra?
La respuesta a estas preguntas es bien sencilla, aunque los medios de comunicación no prestemos a veces la debida atención a ello: la inmensa mayoría de los servicios que realiza la Benemérita son de carácter humanitario. Pero no una proporción pequeña, sino próxima al cien por cien.
«¿Humanitario?», se preguntarán algunos. Pues sí. Humanitario. No hay que entrar en el debate si parar a un sujeto que conduce a 280 kilómetros por hora no supone salvar vidas o no, independientemente del dinero que tenga el presunto delincuente. No nos quedemos en la anécdota, aunque sea preocupante.
¿A dónde acuden los españoles de las poblaciones rurales cuando tienen un problema, ante un accidente, una desaparición, un abuso de autoridad, un hecho inesperado que les causa un problema? ¿A quién llaman los primeros? Saben, por la experiencia de sus padres, de sus abuelos, bisabuelos... que allí está la Guardia Civil, tan temida en apariencia, tan servicial y humanitaria siempre (por cierto que es una pena que Roldán cerrara tantos cuarteles bajo la disculpa de la eficacia y la operatividad. La historia y la justicia le ha colocado en su sitio y no se debe añadir más, salvo el deseable de la reposición del dinero que, por lo que se dijo, había viajado más por paraísos fiscales que el baúl de una conocida artista).
La Guardia Civil es un Cuerpo que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Su nivel de especialización, en todos los terrenos, es admirable. Cuenta con unidades, admiradas a nivel internacional, en la lucha contra las distintas formas de terrorismo y delincuencia organizada; unidad de asalto o vigilancia especializada como la UEI o el GAR, que tan importante papel juegan en la prevención del terrorismo; las secciones de criminalística (nuestro C. S. I.), con espectaculares resultados en la resolución de casos; la lucha contra la corrupción; el control de armas y explosivos; las unidades de montaña (algún etarra salvó su vida gracias ellos) o de submarinismo; las misiones internacionales, y tantas otras... Pero, al final, está la pareja, hoy motorizada o con medios aéreos, antes a pie o a caballo, la que se ocupa de garantizar la seguridad de los españoles.
Es cierto que la Guardia Civil impone. Si un día, cuando circulemos por una carretera y al ver la patrulla de la Benemérita, no levantamos instintivamente el pie del acelerador, aunque vayamos por debajo del límite permitido, algo estará fallando. No es malo el respeto a la autoridad, aunque a algunos les parezca anacrónico. Todo lo contrario. Porque sabemos que, Dios no lo quiera, si tenemos un accidente unos kilómetros más adelante, serán los agentes de la Benemérita los que vendrán a socorrernos. En fin, cuando los españoles tienen a la Guardia Civil como la Institución más valorada por algo será.
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