Tras Sumar

El vía crucis de la izquierda

El núcleo duro morado sabe que este Domingo de Ramos se oficiaba el funeral de su partido

Presentacion de la candidatura de Yolanda Díaz con Sumar. @ Gonzalo Pérez Mata
Presentación de la candidatura de Yolanda Díaz con Sumar. GONZALO PEREZ MATAFotógrafos

Los rodeos que ha ido dando Yolanda Díaz han ocupado más de 270 días hasta llegar al pabellón Magariños. Allí ha lanzado su candidatura al frente de Sumar. Un «momento clave para la Historia del país». Ella misma lo dice. Suficiente para salir de la cancha en la que Pedro Sánchez jugó baloncesto en su etapa «estudiantil» del Ramiro de Maeztu, entre gritos de «¡presidenta, presidenta!». Hasta el famoso presentador de Sálvame, Jorge Javier Vázquez, se ha dejado seducir por la algarabía sumatoria.

La aventura de la vicepresidenta-ministra de Trabajo ha sido bendecida por una quincena de siglas a la izquierda del PSOE. Una procesión de las caras más conocidas de esas formaciones la han arropado: Alberto Garzón, Íñigo Errejón, Mónica García, Rita Maestre,Ada Colau, Joan Ribó, Enrique de Santiago, Juan López de Uralde, entre otros... salvo las de Podemos. El núcleo duro morado bien sabe que este Domingo de Ramos, en realidad, se oficiaba el funeral de su partido y el entierro del padre, Pablo Iglesias, cuyo dedo marcó a Yolanda Díaz como sucesora, para luego maldecirse.

De momento, con sus llamamientos a todo el mundo, Díaz ha tenido la habilidad de azuzar la rebelión en las filas del tándem Irene Montero-Ione Belarra, al que sobrevuela, como si de un buitre negro se tratase acechando su presa, Iglesias. La cruel lucha lo impregna todo e incluye ya saltos de un bando a otro, reproches salvajes, insultos y gruesas amenazas. El grupo de Unidas Podemos en el Congreso está literalmente despedazado.

Diputados morados admiten «sotto voce» la dificultad de salir airosos de los fusilamientos al amanecer a «traidores» que se van a vivir y del descuelgue de la foto de Magariños. «A ver si sobrevivimos al 28-M», se quejan. Díaz ha perdido el miedo a romper con Iglesias. «Le conoce demasiado», repiten colaboradores de la impulsora de Sumar que se huelen deba competir con una alternativa encabezada por la misma Montero. El entorno de la vicepresidenta se ha crecido tanto que llegó al pabellón de la calle Serrano de Madrid convencido de que son imparables.

«Nada ni nadie –aseguraban– nos puede hacer sombra». «Tampoco Sánchez», quien actuaba prácticamente a la misma hora en un acto en Hospitalet del Llobregat. Y mucho menos las «mellizas» (Montero y Belarra), que se han aislado tanto en el seno del Gobierno que ni interactúan con otros ministros. «No se relacionan», pregonan los miembros del Gabinete. Su soledad es fruto del distanciamiento con Díaz. «Yo gobierno una coalición», asegura Pedro Sánchez. En realidad, al menos desde la crisis del «solo sí es sí», La Moncloa se comunica con Díaz, por un lado, y con Belarra-Montero, por otro. Y la tensión acumulada desemboca en un mensaje: «Si hay bronca, es porque el otro quiere». Por el momento, parece que la «operación de laboratorio» del «yolandismo» saca mucha ventaja al «pablismo».

Y todavía puede ampliar su margen si Podemos se hunde en las próximas municipales y autonómicas. En el alto mando socialista los hay confiados con que un batacazo les coloque en sus sitio ante la carrera electoral definitiva. «Yolanda estaría más fuerte y la capacidad de negociación morada cotizará a la baja», dicen. Vale. El reverso de tal premisa indica que el ego de Pablo Iglesias podría hacerle jugársela a todo o nada. Si se observa con atención y se siguen los pasos de quien fuera líder morado, puede pintarse un cuadro que el equipo de Pedro Sánchez no quiere ni mirar. Que Podemos vaya por su cuenta descolocaría todas las piezas. De ahí que sigan aferrándose a la quimera de que no es posible ni la fractura ni continuar con el actual encanallamiento de las relaciones a su izquierda.

«La tensión es enorme», nadie lo niega. Sánchez ha decidido apostar por su «delfín» Díaz y acudir a su ayuda en la medida de lo posible. Considera que las próximas elecciones van a ser una lucha de tickets y cree que el suyo con Yolanda es mucho más atractivo que el de Feijóo y Abascal. Eso trasladan sus colaboradores más estrechos, escondiendo que Oriol Junqueras y Arnaldo Otegi van en el mismo lote. En paralelo, el PSOE no cierra la puerta a una ruptura en caso de que la unidad de la extrema izquierda salga en llamas: en otras palabras, en caso de que un acuerdo entre Yolanda Díaz y Podemos «a cualquier precio» ahuyente a los votantes.

En la sala de máquinas socialista hay quienes piensan que concurrir a las elecciones generales con dos listas a su izquierda serviría para apuntalar el voto útil del PSOE. Quizá sea otra manera más de hacerse trampas en el solitario. Porque trocear el voto siempre ha tenido un efecto negativo en el reparto de escaños. Más aún en las circunscripciones pequeñas. Bien lo sabe Sánchez, gran beneficiario en las pasadas elecciones de 2019 de competir con tres marcas a su derecha: PP, Vox y Ciudadanos. Con la ley D’Hont en la mano, la imposibilidad de sumar dejó el campo abierto para que el único presidente del Gobierno posible fuese Sánchez. Ahora, en cambio, la división está en el otro bando. Veremos si Sumar no es Restar.