Mossos d'Esquadra
El calvario de Ana Mari, la mujer rociada con ácido: «Me ha dicho que aún no ha terminado conmigo»
La mujer de 34 años que fue agredida con ácido junto a su hija en Sant Feliu de Guixols teme por su vida: "En cuatro días está en la calle y viene a por mí".
Jueves 2 de julio, 10:00 de la mañana. Carrer d’Antoni de Capmany, 15, Sant Feliu de Guixols (Gerona). Un vehículo policial de los Mossos d’Esquadra entra en de los juzgados, y, antes de que se bajen sus ocupantes, cierran el portón del garaje. Preservan la intimidad del individuo que el lunes roció con ácido la cara de Ana María Gallego, una mujer de 34 años que había denunciado en una decena de ocasiones las amenazas de este hombre. Poco después llega la víctima: cabeza vendada, parche en el ojo derecho y una mano en el rostro. Le duele. Acaba da salir del hospital tras la primera cura de las quemaduras después de recibir el alta hospitalaria la tarde anterior. Le acompaña su marido y su padre, que la sujeta del brazo para ayudarla a caminar y no para de repetirla: «Ya está hija, ya está, ya está». Ella, nerviosa por la presencia de tantos medios de comunicación, hablaba a trompicones: «Me ha dicho que no ha acabado conmigo». La dantesca escena tiene detrás una terrible y compleja historia que podría haberse evitado y esta vez no ha sido porque la mujer no denunciara. El sistema, de nuevo, ha fallado.
Denuncias cruzadas
Todos en Sant Feliu saben quien es él. No vive lejos de su víctima y trabaja en una panadería de la localidad. Dicen que no es una persona muy sociable y muchos sabían de su obsesión por Ana Mari, una mujer casada con un hombre marroquí desde hace siete años y que tienen dos niñas de cinco y dos años. No se escondía demasiado: la seguía por la calle, la vigilaba escondido entre unos contenedores y hasta tiraba piedras contra su ventana. Las amenazas eran vox populi y su marido también estaba al corriente, incluso está implicado en las denuncias cruzadas que todos se habían interpuesto. Ana Mari conoció a su agresor porque la mujer de éste comenzó a cuidar de sus hijas. Sin embargo, esa relación laboral se extinguió por una sospecha de robo por parte de la mujer y el matrimonio decidió cambiar de niñera. Aunque algunos sostienen que víctima y agresor habrían mantenido una relación íntima extramatrimonial, que él la tenía tomada con ella por haber sido la causante de la ruptura de su matrimonio, el entorno de Ana Mari asegura que al interponer la denuncia aseguró que habían tenido una relación sentimental solo para que el juzgado le hiciera caso y le pusiera una orden de protección. Y es que se trata de una medida cautelar complicada de conseguir si no se trata de un asunto de violencia de género. El rosario de denuncias interpuestas no cesó durante el confinamiento. El pasado 22 de marzo, la víctima denunció que este hombre, de 45 años y nacionalidad marroquí, la perseguía. Casi un mes después, volvió ante los Mossos para decirles que llamaba al telefonillo de su casa, que le tiraba piedras contra la ventana y que su marido también había llegado a las manos con él.
Intento de atropello
El 8 de mayo volvieron a denunciar una nueva pelea y, en una ocasión, mientras conducía, el matrimonio denunció que el agresor se había tirado encima del coche para simular un atropello. Él denunció, efectivamente, un intento de atropello por parte del marido de Ana Mari. El juzgado recibió un parte hospitalario el 30 de mayo que recogía la «inexistencia» de lesiones por ese intento de atropello. La mujer denunció de nuevo las coacciones ante los Mossos pero el juzgado no dictó ninguna orden de protección porque no vería suficientes indicios. El 11 de junio todo quedó varado en el juzgado de violencia sobre la mujer. No obstante, tampoco llegó y todo quedó en denuncias cruzadas entre el matrimonio y el agresor hasta el pasado lunes, cuando el agresor cumplió sus amenazas.
Pidió que bajara la niña
Al parecer, tras haber estado tirando piedras de madrugada en la vivienda familiar, el agresor habría regresado a primera hora de la mañana para que bajara Ana Mari. Fuentes cercanas al caso sostienen que llamó a la niña y la convenció de que bajara ella para darle una chuchería. Ana Mari bajó con la menor y con un palo, ante el temor de ser agredida. En cuando la vio, le tiró por encima todo el líquido de la botella que llevaba en la mano. Era ácido. El producto abrasivo quedó derramado por la cabeza de Ana Mari, que instintivamente tapó a la niña para protegerla aunque no impidió que parte del ácido también tocara la piel de la pequeña y parte del pie de la nueva cuidadora, que también se encontraba en el lugar de los hechos. Él rápidamente huyó y estuvo escondido en una zona agrestre de la localidad hasta que los Mossos le localizaron y detuvieron tras la orden judicial. Mientras, Ana Mari y la niña fueron trasladadas de forma urgente al hospital de Vall d’Hebron. Mientras la pequeña sufre quemaduras de menor gravedad, el pronostico de Ana Mari no es bueno: tiene abrasada parte del cuero cabelludo, la cara, la encía y el ojo derecho, del que podría perder la visión, aunque los médicos hacen todo lo posible por salvarlo. Desde allí, postrada en la cama, grabaron unas imágenes con su testimonio sobre lo ocurrido que se hicieron casi virales, por la crudeza del relato. «Siempre me decía que si no me iba con él me iba a quemar, que si no me iba con él me iba a sacar los ojos y hasta que no lo ha hecho no ha parado», decía ya desde al cama del hospital. Al lado, una camita con la niña de cinco años, también con lesiones. «He tenido suerte de que no me ha clavado los cuchillos que llevaba en la bolsa», aseguraba.
“Solo pido que me ayuden”
El miércoles, tras la orden de detención, el individuo fue arrestado y, aunque no prestó declaración ante los Mossos, fue puesto a disposición judicial al día siguiente y el juzgado decretó para él prisión comunicada y sin fianza. También tuvo que ir a declarar Ana Mari y la nueva cuidadora de las niñas, la mujer que estuvo presente durante la agresión. A su salida del juzgado, la mujer, volvió a dirigirse a los medios para pedir auxilio: «Solo pido que me ayuden. En cuatro días está en la calle y viene a por mí», dijo aún presa del pánico. Una ayuda que, quizás, llegue tarde. Porque ahora, mientras dure el procedimiento, el juzgado ha dictado una orden de protección para Ana Mari y su hija. Ahora que ya las ha quemado.
Agresión machista
El pronóstico de la mujer no es demasiado bueno y por delante le quedan muchos meses de recuperación, además del ojo, lo más importante, del resto del cuerpo, y puede que tenga que someterse a varias operaciones incluso estéticas para tratar de disimular las marcas que este hombre quiso dejarla de pro vida. El hecho de agredir a una mujer arrojando ácido a la cara no es nuevo y aunque en nuestro país ya lo hemos visto en más ocasiones, es más frecuente en países como Irán o India y como telón de fondo hay un sentido de la propiedad sobre la mujer fruto de una cultura profundamente machista. Kamal Forutan, un cirujano plástico que fundó hace cuatro años la Asociación de Apoyo a Víctimas de Ataques con Ácido, calcula que en los últimos diez años ha habido en Irán entre 600 y 800 personas víctimas de ataques con ácido, según recogió la agencia Efe.
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