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El único pueblo de España con doble nacionalidad y donde sus calles tienen dos nombres distintos

Este tesoro escondido en el corazón de Extremadura que deslumbra con su historia es de origen romano y fue motivo de disputas en el siglo XIX

Olivenza
OlivenzaAyuntamiento de OlivenzaAyuntamiento de Olivenza

En el tapiz cultural de España, hay un tesoro escondido que cautiva con su singularidad. Olivenza, el único pueblo del país que ostenta doble nacionalidad y preserva un idioma único. Sumérgete en esta fascinante travesía donde las calles tienen dos nombres y la historia se entrelaza con la diversidad lingüística.

La Carta Europea de las Lenguas (tratado con el objetivo de proteger y promover las lenguas regionales) rinde homenaje a este rincón extremeño, reconocido por su dialecto distintivo y su incomparable belleza que atrae a visitantes de todas partes. En España, los pueblos pintorescos abundan, pero Olivenza destaca como una joya cultural que deslumbra por su dualidad nacional y su riqueza lingüística.

Un pueblo de dos nombres y una historia intrigante

Ubicado a tan solo diez kilómetros del río Guadiana, esta localidad comparte frontera con Portugal, un vínculo geográfico que ha moldeado su identidad a lo largo de los siglos. Su transición de ser parte del territorio portugués durante cinco siglos, a formar parte de España en 1801 tras la Guerra de las Naranjas, añade un matiz fascinante a su historia.

La Guerra de las Naranjas fue un breve conflicto militar entre España y Portugal, también conocido como la Guerra Hispano-Portuguesa, que tuvo lugar en 1801 durante las Guerras Napoleónicas. Bajo el mando del general Manuel Godoy, las tropas españolas invadieron Portugal, ocupando varias ciudades sin encontrar mucha resistencia.

El nombre peculiar de la guerra proviene de una anécdota donde las tropas españolas encontraron naranjas al conquistar Elvas, y el general Godoy envió algunas cajas de esta fruta a la reina María Luisa de Parma.

La guerra concluyó con el Tratado de Badajoz, donde España devolvió la mayoría de los territorios conquistados a Portugal, excepto Olivenza, que permaneció bajo control español. Aunque corta y poco sangrienta, la Guerra de las Naranjas tuvo repercusiones significativas en las relaciones entre España y Portugal, destacando la complejidad diplomática y militar de la Europa del siglo XIX.

El idioma de Olivenza: Un tesoro en peligro

En sus calles empedradas, se escucha el susurro del portugués oliventino, un legado lingüístico que se desvanece con el tiempo, conservado principalmente por los ancianos. A pesar de los desafíos, una asociación dedicada a preservar la cultura portuguesa ha desempeñado un papel vital en mantener viva esta lengua única.

Para los habitantes de este municipio, la dualidad nacional es más que un hecho administrativo; es un vínculo emocional con sus raíces. Gracias a los esfuerzos de la asociación y las concesiones del Parlamento Portugués, estos ciudadanos pueden disfrutar de la doble nacionalidad, una manifestación tangible de su identidad única.

Un vistazo al pasado

Su origen se remonta a la época romana, cuando formaba parte de la provincia de Lusitania. Tras la caída del Imperio Romano, la región pasó a manos de los visigodos y posteriormente de los musulmanes y a los intrincados acuerdos políticos de la Edad Media.

En el siglo XIII, durante la Reconquista cristiana, Olivenza fue conquistada por Portugal. Sin embargo, en 1510, tras la muerte del rey portugués Manuel I, España reclamó la ciudad como parte de la herencia de la reina Isabel de Castilla. Desde la Reconquista hasta los tratados internacionales, cada capítulo de su pasado contribuye a la riqueza cultural y la diversidad de este encantador pueblo extremeño.

Desde sus calles bilingües hasta su patrimonio histórico, este tesoro escondido en Extremadura nos invita a vivir una experiencia única que despierta los sentidos y alimenta el alma. Con su paisaje pintoresco, su fascinante historia y su identidad cultural única, esta localidad se erige como un faro de diversidad en el corazón de España. Donde las fronteras son solo líneas en el mapa y la cultura es el verdadero idioma universal.