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Cómo entender el cerebro adolescente de tus hijos

El cerebro adolescente experimenta un proceso de maduración que transforma la red neuronal, entre los 12 y los 24 años, cambiándolo de manera decisiva y compleja.

El desarrollo de la corteza cerebral durante la adolescencia comienza en la parte posterior del cerebro y finaliza durante la adolescencia tardía con el desarrollo del lóbulo frontal.
El desarrollo de la corteza cerebral durante la adolescencia comienza en la parte posterior del cerebro y finaliza durante la adolescencia tardía con el desarrollo del lóbulo frontal.larazonla razón

La adolescencia es una etapa del desarrollo y de transición hacia la vida adulta que se caracteriza por un ritmo acelerado de crecimiento. Durante este tiempo se suceden una serie de cambios neurológicos, cognitivos y socioemocionales, además de una maduración física y sexual. Todas esas experiencias incluyen la transición hacia la independencia social y económica, el desarrollo de la identidad, un aumento del egocentrismo, la adquisición de las aptitudes necesarias para establecer relaciones en los grupos y la práctica de roles. Begoña Ibarrola, psicóloga y escritora, desgrana en este artículo todo lo que los padres debemos saber sobre su complejo funcionamiento en esta etapa.

Esta etapa asusta a muchas familias, sin embargo, no debería ser visto como un momento problemático sino como un periodo de adaptación a la vida social como adultos, y representa una maravillosa oportunidad para el desarrollo de la personalidad y la evolución de los seres humanos. El adolescente es un ser muy sensible y sumamente adaptable, que se prepara para abandonar la seguridad del hogar e integrarse en el mundo exterior, y este es un entrenamiento lento y constante, en el que a veces tiene éxito y a veces no. Recordemos que los seres humanos aprendemos por el método de ensayo y error.

Cuando los adultos observamos la conducta de un adolescente nos quedamos la mayoría de las veces sin entender por qué se comportan como se comportan, y esto sucede porque buscamos las causas únicamente en el medio social y cultural, ignorando los cambios que experimenta el cerebro con la irrupción de la pubertad y las influencias hormonales.

Conocer cómo funciona el cerebro de un adolescente resulta de mucha utilidad para comprender sus cambios de conducta, su atracción a las conductas de riesgo, su falta de reflexión en la toma de decisiones y su impulsividad. Estos cambios se encuentran determinados, además de por los cambios hormonales, también por cambios a nivel cerebral y sináptico. Podemos decir que su cerebro está en “obras”.

El cerebro adolescente experimenta un proceso de maduración que transforma la red neuronal, entre los 12 y los 24 años, cambiándolo de manera decisiva y compleja. Por un lado, aumenta la mielinización, recubrimiento alrededor de las conexiones neuronales, que permite una mayor sincronización y aumenta la velocidad de comunicación entre las neuronas favoreciendo el flujo de información.

Por otro lado, la “poda” sináptica, que conlleva un aumento de la eficiencia de la región ejecutiva. Las sinapsis más utilizadas se fortalecen y mejoran mientras que las menos utilizadas se eliminan.

Y el cuerpo calloso se engrosa, favoreciendo una conexión mayor entre los hemisferios cerebrales a la vez que un fortalecimiento de la comunicación entre diferentes áreas del cerebro.

Los adolescentes utilizan con menor eficiencia las regiones ejecutivas situadas en el lóbulo frontal. El desarrollo de la corteza cerebral durante la adolescencia comienza en la parte posterior del cerebro (lóbulo occipital, parietal) y finaliza durante la adolescencia tardía con el desarrollo del lóbulo frontal. Dentro de este lóbulo se encuentra la corteza prefrontal, en la cual se alojan las áreas cerebrales más relevantes involucradas en las funciones ejecutivas así como es responsable del control de los impulsos. Esto supone que el cerebro adolescente se conduce con torpeza en el control de las emociones, mayor nivel de impulsividad, dificultad en la elección de los objetivos y la adecuación a las normas sociales. Por eso los padres y madres deben convertirse en un “cerebro prefrontal externo”, marcándoles los límites con claridad, pero activando aquello que es propio de esta etapa evolutiva, ser increíblemente creativos, solidarios y altruistas.

Además, durante la adolescencia, las regiones límbicas (emocionales) se encuentran cerca de la madurez, mientras que las regiones prefrontales todavía se están desarrollando de forma lineal, hasta más o menos los 24 años. Por esta razón la asunción de riesgos es el producto de una competición entre ambas redes, la socioemocional y la de control cognitivo, compitiendo entre lo que quieren hacer porque les produce satisfacción inmediata y lo que deben hacer, aunque implique demora de la gratificación.

Sin embargo, se ha investigado que la falta de madurez se puede superar con las pertinentes recompensas, que empujan a tener un mayor rendimiento de la inteligencia ejecutiva. En este punto, los padres y los profesores pueden jugar un relevante papel si hacen un adecuado acompañamiento educativo.

Teniendo en cuenta estos factores, las experiencias de riesgo como la búsqueda de sensaciones, emociones fuertes y novedades no son conductas disfuncionales, ni mucho menos patológicas, sino todo lo contrario, conductas positivas que amplían su círculo social y pueden contribuir a su éxito, al mismo tiempo que ponen a prueba sus habilidades afectivas y cognitivas

Estos cambios durante la adolescencia ayudan a que el cerebro adolescente esté más integrado y a la creación de una mayor coordinación en el cerebro mismo. Este es un proceso de remodelación del cerebro adolescente que favorece la oportunidad, pero también la vulnerabilidad. Por eso es durante este período de la vida cuando se producen la aparición de la mayoría de los trastornos de salud mental.

Existen algunas claves importantes que debemos tener en cuenta para educar mejor a un adolescente y ayudar a que su cerebro se desarrolle de forma armoniosa.

En primer lugar saber que el sueño y el estrés condicionan su desarrollo cerebral. El sueño es un factor determinante en la neuroplasticidad cerebral, ya que mantiene determinadas sinapsis, elimina otras y refuerza los procesos cognitivos. Dormir además, ayuda a estimular el aprendizaje y a fijar recuerdos, algo muy útil en época de exámenes. Aunque puede parecer que los adolescentes son perezosos, la ciencia muestra que los niveles de melatonina, la "hormona del sueño", en la sangre se elevan naturalmente más tarde por la noche y baja más tarde en la mañana en comparación con la mayoría de los niños y los adultos. Esto puede explicar por qué muchos adolescentes se quedan despiertos hasta tarde y les cuesta levantarse por la mañana. Deben dormir unas 9 a 10 horas por noche, pero la mayoría de ellos no lo hacen lo suficiente y esto se complica con el insomnio tecnológico, ya que la luz azul que desprenden los dispositivos móviles, hacen que se retarde aún más la secreción de melatonina. La falta de sueño hace difícil que presten atención, aumenta la impulsividad y también puede aumentar la irritabilidad y la depresión.

En segundo lugar es importante valorar sus talentos, sus particulares inteligencias, y ofrecerles posibilidades para desarrollarlos. Si no se valoran, no van a desarrollarse, y si no se trabaja con ellos, desaparecen. Deben saber que pueden cambiar el mundo a través de sus talentos, y para ello deben entrenarlos.

Deben también aprender a tomar decisiones, no solo porque facilita la vida sino porque brinda mucha tranquilidad a corto, mediano y largo plazo. Cuando la corteza cerebral no ha terminado su desarrollo, tomar decisiones racionales es mucho más difícil. El grosor cortical más bajo en redes cerebrales específicas que son importantes para la toma de decisiones se asocia con la elección impulsiva.

La dopamina es un neurotransmisor asociado con la cognición, la búsqueda de recompensa y con ciertos trastornos psicológicos. Durante la adolescencia hay una fuerte liberación de dopamina. Ello significa que las decisiones en la adolescencia están basadas, en gran medida, en base a procesos psicológicos de recompensa, como hemos dicho antes.

Por último, aunque no menos importante, es urgente ayudarles a desarrollar el autocontrol, ya que esta habilidad emocional previene conductas violentas, mejora la atención, mejora la convivencia, el bienestar emocional y la salud, física y mental. Para ello es necesario ayudarle a conectar la parte emocional del cerebro con la parte racional, y en esto la educación emocional de los adolescentes se convierte en una herramienta imprescindible.

Del 11 al 17 de noviembre será una de las expertos ponentes en el II Congreso Online Internacional y gratuito, Convivir con un adolescente: Misión Imposible dónde impartirá una charla sobre:

  • Cómo funciona el cerebro del adolescente
  • Cómo es el mundo emocional de los adolescentes
  • Qué emoción es la que nos cuesta gestionar más a los padres de adolescentes
  • Cómo podemos hacer para ayudar a nuestros adolescentes a desarrollar la empatía
  • Claves para que los adolescentes aprendan a gestionar de manera positiva sus emociones

Begoña Ibarrola siempre ha estado cuidando de los más pequeños. Primero como terapeuta infantil durante quince años, y también durante más de 40 formando a profesores y familias, tras su licenciatura en psicología.

Ha escrito 230 cuentos para niños, en los que les muestra el camino de las emociones como recurso para la vida.

Además de sus cualidades como escritora, Begoña es una consagrada divulgadora y docente en temas como la educación emocional, la neuroeducación, las inteligencias múltiples o la musicoterapia, profesión esta última en la que fue pionera en España.