Sociedad

Familia

Caso Arandina. Hermanos, yo sí os creo

Opinión

Del caso Arandina ya se ha dicho a estas alturas, creo, todo lo que se podía decir. Yo es que siempre llego tarde a todas las fiestas, no me culpen por ello. Aún así, no me resisto a dar mi opinión al respecto. Les remito a la parte superior de este artículo, donde se indica claramente que es una columna de opinión. Y una vez hayan entendido el concepto, procedo. Por cierto les comunico que me he leído la sentencia.

A mí dicha sentencia contra los chavales, si se hubiese limitado a condenarlos por mantener relaciones sexuales con una menor de 16 años, me parecería perfecta y ajustada. Tenemos unas leyes y esas leyes, que son las que nos permiten establecer un marco en el que movernos todos en igualdad, indican que no se puede trajinar alguien mayor de edad a otro alguien menor de 16 años, con consentimiento o sin él. Es decir, que ese delito existía.

Donde me pierdo y no puedo estar de acuerdo (y me parece un atropello, añado) es en el punto en que a la niña (la voy a llamar niña por sus quince años en el momento de los hechos) se le da credibilidad ahora sí, ahora no, en función de no tengo muy claro qué criterios. Alegar inmadurez para dar por ciertas determinadas declaraciones y, al mismo tiempo, no hacerlo con otras, me parece un encaje de bolillos difícil de digerir. ¿Por qué la inmadurez a la que apelamos hace creíbles esas y no las otras? ¿En base a qué exactamente? ¿No podría ser, bajo ningún concepto, al contrario?

Lo miremos por donde lo miremos, la declaración de la víctima (me da mucha rabia llamarla “víctima”, porque en cuanto hay una víctima hay un culpable, y yo eso no lo tengo tan claro) como única prueba, es totalmente insostenible: el relato es contradictorio, ha cambiado de versión en varias ocasiones, audios filtrados en los que afirma que inventará si hace falta, confirmación de consentimiento a amigas, archivo de las agresiones bajo el epígrafe “mis líos”, llamadas continuadas y persistentes a uno de los chavales… Incluso una psicóloga confirmando que le manifestó que había sido sexo consentido. Yo creo que aquí al “yo te creo, hermana” le faltaría detrás un “bueno, si eso ya tal”.

Llegados a este punto y con más dudas que certezas, se me hace imprescindible clamar, por un elemental sentido del decoro (y la justicia) por el “in dubio pro reo”. Ojo, no en la cuestión de las relaciones sexuales con una menor. Ahí, muchachos, os columpiasteis. Y lo sabíais porque aparece en los audios. “Joder, tío, que tiene 15 años”, dice uno de ellos en un momento dado. Curiosamente, a esa parte del audio el tribunal sí da credibilidad, pese a que manifiesten que lo supieron a posteriori, pero no a la parte en que se habla de relaciones previas. O aquellos en los que ella reconoce explícitamente que no ha sido agredida sexualmente. Vamos un “este sí, este no, este me gusta me lo como yo” como la copa de un pino.

¿Qué ha podido ocurrir entonces? ¿Cómo es posible que se haya llegado a este punto? ¿Habrá tenido algo que ver la presión social y mediática, el miedo a emitir una sentencia que pudiese no gustar a ciertos colectivos? Espero que no, porque entonces, como ciudadanos, todos quedamos un poco a los pies de los caballos.

También aquí se ha hablado de “intimidación ambiental”, concepto de moda desde el caso de La Manada. Yo, que no creo que todos los hombres sean unos violadores (es más, creo que es al revés, que la gran mayoría, obviamente, no lo son), tengo desde aquí un consejo para vosotros. Desde el cariño. A partir de ahora, no apaguéis nunca la luz durante el fornicio. Encended velas aromáticas, poned música agradable, copulad en lugares amplios y bien ventilados. No os puedo asegurar que, si se arrepiente la moza, no os caiga una denuncia, pero al menos os libraréis de que alegue su abogado intimidación ambiental. Mirad el lado bueno: perdemos en espontaneidad, pero ganamos en romanticismo.

Afortunadamente, que yo me temía lo peor, los tres futbolistas acaban de salir en libertad, tras permanecer en prisión preventiva desde el pasado día 13, bajo una fianza de 6000 euros. Todos se han ratificado en la defensa de su inocencia.

Y yo, aquí sí: os creo, hermanos.