Familia

Por qué no voy el 8-M

Almudena Negro, periodista y diputada por el PP en la Asamblea de Madrid explica sus motivos para no acudir el 8-M

Almudena Negro Konrad
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No. No acudiré a la manifestación del 8 de marzo. Y no lo haré, porque soy feminista. Como lo leen. Verán, es que resulta que el feminismo, tal y como lo entienden las sociedades abiertas, no es otra cosa más que la defensa de la igualdad ante la Ley de hombre y mujer. Una defensa que es universal y que debe de hacerse tanto en España como en otros países, en donde la mujer no puede salir a la calle sin un hombre, no puede conducir o no tiene derecho a acudir a la escuela. Pero también debe de hacerse en España frente al machismo, la violencia sobre la mujer o los techos de cristal y barreras de entrada. Que existen. Pero la convocatoria del 8 de marzo no tiene nada que ver con el feminismo. Porque el feminismo está desaparecido en España. Me explico:

Hace ya décadas que la defensa de la igualdad ante la Ley fue sustituida por una ideología, la de género, cuyo fin es otro. Kate Millet, madre del concepto “patriarcado”, advirtió que toda relación sexual lo es de dominación y, por tanto política. Shulamite Firestone sustituyó la falaz lucha de clases por la lucha de sexos. Ninguna de las dos sirve para explicar el devenir de la Historia, que se explica mucho mejor a través de la lucha de las oligarquías, pero a los colectivismos patrios qué más les da. Desde entonces se fue pergeñando un enfrentamiento soterrado entre colectivos. Por un lado, están los malos. Los hombres. Que son los burgueses y responsables de la economía de mercado. Por otro, las buenas. Las mujeres. Como buenas proletarias, son anticapitalistas. Tal es la teoría que se ha trasladado transversalmente en nuestras aulas y cuya mejor exponente es la vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo. En defensa de la ideología, para ella todo vale. Pero no la verán jamás defender a una mujer si no es de las suyas. Así, de la mano del PSOE se introdujo en nuestro Código Penal el delito de autor, quebrando con ello la igualdad ante la Ley. Es lo que Guadalupe Sánchez denomina “Populismo punitivo”. El responsable de tal quiebra del Derecho fue José Luis Rodríguez Zapatero, quien se definió en su día como “feminista”. En realidad, llevó el enfrentamiento social, la tensión de la que presumía ante Gabilondo, también a la igualdad de hombres y mujeres.

Hoy este feminismo es considerado anticuado por la excrecencia del socialismo del PSOE en forma de populismo, y cuya máxima representante es, con permiso de Pablo Iglesias, Irene Montero. La ministra que cree que las agresiones contra las mujeres se combaten con tuits. Desde su Ministerio se lanzan mensajes tan desafortunados como el que dice que las mujeres agredidas lo son porque van a sus casas “solas y borrachas”. Lo cual no solo pone en almoneda la lucha contra las adicciones de todas las administraciones, sino que viene a buscar excusas a una agresión sexual. Que tanto da la minifalda que la borrachera. Pero, ¿qué esperar de alguien que cree que la Igualdad consiste en hacer tartitas o reunirse con Influencers? Pues que acabe negando la biología y la ciencia y digan que el sexo y el género, ambos dos, son constructos sociales, hablando, por tanto, del género sentido. Vamos, sea usted lo que quiera tantas veces como quiera a lo largo del día. Un despropósito ideológico que, por cierto, niega el heteropatriarcado. La bronca entre la izquierda, con feministas históricas está llegando a tal nivel, que el Partido Feminista ha sido, según denuncia su presidenta, expulsado de la cabecera de la manifestación.

Como ven, ninguno de estos movimientos defiende aquello en lo que creemos los amantes de la libertad, que es en las personas. Junto con la igualdad ante la Ley. Todos ellos tratan, por el contrario, de subsumirnos en homogéneos, excluyentes e incapacitantes colectivos de pensamiento único y pancarta fanática, despreciando que cada persona es diferente y única y que todos valemos lo mismo. Que no existen colectivos malvados, sino personas malvadas. Que los mejores deben de ocupar los mejores puestos, independientemente de su sexo, raza o religión. Que creemos en nosotras y que queremos que nos dejen vivir nuestra vida como elijamos. En definitiva, que queremos que nos dejen en paz para llegar allá a donde queramos, exigiendo el derribar las barreras u obstáculos burocráticos y culturales que nos impiden llegar en igualdad a la meta. Eso es feminismo. Y por eso yo el 8 de marzo no voy.