Familia

El virus del populismo.

En Madrid el gobierno de la Comunidad construyó 12 hospitales públicos y más de 90 centros de salud, que atienden a más de 2.300.000 pacientes. ¿Se imaginan cómo estaría hoy Madrid sin esos centros?

Almudena Negro Konrad
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Doy por hecho que todos los lectores de LA RAZÓN están informados de las medidas que ayudan, en estos momentos de incertidumbre y zozobra colectiva, a contener ese terrible enemigo invisible que es el COVID-19. Un virus que se está cebando en los más débiles, a los que, entre todos, tenemos que proteger. Desde el gobierno de la Comunidad de Madrid se ha estado liderando, desde el primer momento y como ha podido ver toda España, la toma de medidas preventivas. Algunas muy duras y dolorosas, como ordenar el cierre de establecimientos o la cuarentena, pero necesarias para que podamos salir adelante en el menor tiempo posible. Y saldremos.

Porque la España de los balcones, esa que sale a las 20:00 horas a dar las gracias a quienes se están dejando la piel en primera línea de batalla -sanitarios, policías, ejército, protección civil…-, es una España responsable y solidaria. Siempre lo hemos sido. No en vano somos campeones en donación de órganos. En Madrid, solicitados voluntarios para atender a personas mayores, solitarias o dependientes, pese al peligro del contagio, en menos de 24 horas se habían ofrecido 7.400 personas. ¡Viva la madre que os parió! Son decenas las empresas que han contactado con la Comunidad de Madrid para ofrecer su ayuda y colaboración. Gracias a Telepizza y Rodilla, los 11.500 niños cuyos padres solo cobran la Renta Mínima de Inserción, recibirán sus menús. Google, Telefónica, Goggo Network y otras tecnológicas llevan días desarrollando una app gratuita, que cederán a la Comunidad de Madrid y ésta al resto de España. Los jóvenes van dejando notas en portales ofreciéndose a hacer la compra para gente mayor. Son tantas cosas…

Sin embargo, hay quienes quieren aprovechar estos tiempos para sus propios intereses. Son los populistas. En contra de la creencia popular, en ciencia política -que no es ciencia- lo contrario a democracia no es dictadura, es demagogia. Y de ello están dando buena cuenta los populistas estos días. ¿Qué pretenden con ello? Imponer su relato. Un relato en el que ellos (los de vamos juntos al 8-M porque no pasa nada) serían el pueblo. Un pueblo todo bondad. Y los malos serían… ¿lo adivinan? Claro. La casta. O sea, el gobierno de la Comunidad de Madrid (y ojo, Sánchez, porque te lo van a hacer extensivo en pocos días). Ese gobierno que ha liderado la pelea por salvar vidas. Los populismos anteponen la ideología a la realidad. De ahí que, por ejemplo, Echenique solo salga a aplaudir a la sanidad pública, ignorando que la sanidad privada está colaborando con ésta y que se han puesto todos a disposición bajo un mando único, o que Sol Sánchez de Izquierda Unida arremeta contra el gobierno de Madrid y lo tilde de “criminal”. O que Gómez Perpinyà, portavoz de Más Madrid por ser amigo personal de Errejón, critique que en Madrid se hable de “suma de individuos” y no de “pueblo”. La ideología, siempre la ideología. Que no ha salvado una vida jamás, sino que las ha costado por millones, como magníficamente describiera Jean François Revel en “El conocimiento inútil”. CC.OO. de Madrid se opuso a que se alimentara a los niños pobres, porque Telepizza no les gusta. A punto estuvo de conseguirlo, aunque finalmente el gobierno lo autorizó.

Pero Perpinyà ha llegado aún más lejos al afirmar que “cada euro de la sanidad pública que el PP desvió a su ‘Caja B’ es una mascarilla menos para proteger a una enfermera del coronavirus”. Es el colmo. En Madrid el gobierno de la Comunidad construyó 12 hospitales públicos y más de 90 centros de salud, que atienden a más de 2.300.000 pacientes. ¿Se imaginan cómo estaría hoy Madrid sin esos centros? Pero es que, además, Madrid es la mejor Sanidad de España, como se ha demostrado estos días en que está liderando la crisis.

Y todo ello, pese a populistas como los que hoy se permiten el lujo, no de colaborar, sino de intentar dificultar el trabajo de quienes piensan en las personas. Que no te engañen con su “relato”.

Almudena Negro es periodista y diputada en la Asamblea de Madrid por el PP.