Adolescencia

La generación que se despertó “mega” enfadada

El libro Woke hace una brillante sátira de la generación del click, corta pega y consignas enfurecidas poco leídas y muy indignadas.

El libro Woke hace una brillante sátira de la generación del click, corta pega y consignas enfurecidas poco leídas y muy indignadas.
El libro Woke hace una brillante sátira de la generación del click, corta pega y consignas enfurecidas poco leídas y muy indignadas.UNSPLASH

Fue el otro día, leyendo a mi amiga y compañera en este periódico, Rebeca Argudo, cuando descubrí esta maravilla de libro en su columna, de obligada lectura semanal. En ella hablaba, con su ironía cuasi gallega, del libro Woke (despertó).

Todo comenzó hace unos años con un perfil falso en twitter de una mujer llamada Titania McGrath, en el que se define como una poeta feminista interseccional. Para quién no domine este tipo de conceptos tan imprescindibles para encontrar, por ejemplo, trabajo de ingeniera industrial, la interseccionalidad es un enfoque que define que tanto el género como la raza o la orientación sexual son categorías sociales como ser del Madrid o vegano. Es decir que no son naturales ni biológicas y han sido construidas por ¿adivinan quién? Correcto, el patriarcado. Concretamente el heteropatriarcado y capitalista.

Y a partir de ahí una serie de locuras y chaladuras que conforman un libro en el que, básicamente, te ríes. Mucho.

El perfil de Titania, alter ego de Andrew Doyle, comediante, escritor, periodista satírico británico (satírico y británico diría que es un pleonasmo) empezó, digamos que de coña, con el experimento de tuitear auténticas joyas tipo: “El mundo es ruidoso, grosero, masculino. Lo digo en el sentido literal. Joder, si hasta vivimos en un planeta con forma de pene”. Enseguida empezó a tener miles de seguidores. Los que la seguían porque estaba muy de acuerdo con ella y los que la leían para reírse de sus comentarios.

Podría tratarse de un libro de humor o, bien mirado, de un drama. El que reflejan todas y cada una de sus páginas. Que hay mucha gente que piensa así, respetable siempre la libertad de pensamiento y expresión, pero no tan respetable lo que ahora sufrimos: que se impone desde gobiernos afines a esta mentalidad y se legisla en base a ésta.

En España, lógicamente tenemos a estas cabezas no pensantes también, claro. Si aquí tenemos de todo, hasta tontería de importación como si la patria no bastase. Cuando yo me inicié en el periodismo de familia tuve mucho contacto por redes sociales con madres que “criaban con apego”, como si quisieran desmarcarse de las que lo hacen sin él, si es que eso fuera posible. Había de todo, claro, pero había unas cuantas, las lideresas, que era muy woke. Habían descubierto algo muy novedoso: la maternidad. Y querían transmitir SUS VALORES, SUS IDEAS, al resto de las mortales. Al principio me quedaba boquiabierta cuando las veía enzarzarse en peleas absurdas, pero luego decidí dejar de comentar para seguirlas como quién ve un documental de titis. Al no ser yo socióloga no era capaz de plasmar en palabras aquél fenómeno que, a todas luces, se extendía a todos los niveles de la sociedad.

Este libro es la viva plasmación de todo ello y extendido a muchos aspectos de la vida cotidiana. Lo vemos a diario y, como citaba más arriba, es censor y, lo peor, ha llegado a las instituciones del estado, a las leyes como la de violencia de género dónde la palabra de la mujer es suficiente para que un hombre vaya al calabozo sea culpable o no.

Detrás de esto también está el famoso y aclamado #metoo, un movimiento totalitario al que le basta señalar a un hombre públicamente para acabar con su carrera profesional, su vida, su familia, con todo. Esto sin que medie la justicia, la real, no la de las redes sociales. Una perversión de la razón y del sentido común que han abrazado miles, millones de ciudadanos a lo ancho y largo del mundo occidental y que se expande con la virulencia, rapidez y letalidad de las pandemias.

Esto explica muchas cosas de los jóvenes actuales y no tan jóvenes y que lo comparo con la cultura, si es que puede recibir ese nombre, del clickbait y que es tan del gusto de los woke: atraer las visitas a una noticia por la grandiosidad de titular y cuyo contenido es redundante, lleno de frases grandilocuentes pero vacuas.

De la misma manera que un historiador no debe jamás obviar el contexto en el que viven los hombres del objeto y situaciones de su estudio para poder entender actitudes incomprensibles desde la mirada actual, para entender este fenómeno hay que recordar el triunfo de lo sentimental frente a lo racional. Esto tiene una clara y nefasta aplicación, por ejemplo, en la educación, tanto en las familias como en el colegio. Padres que no enseñan a sus hijos normas tan básicas como saludar porque defienden que no deben perturbar su sentimiento, su apetencia en ese momento. Hay toda una serie de gurús de la educación auto regulada, es decir, que los niños coman cuando quieran, duerman cuando quieran etc. No pongo en duda que sus intenciones sean buenas, ni lo mucho que quieren a sus hijos, pero obvian que crecerán y que uno no trabaja cuando quiere o no recoge a sus hijos del colegio cuando le apetece.

Se ve perfectamente reflejado también en otras teorías sobre que el aprendizaje tiene que estar basado en la felicidad. Sí es verdad que la neurociencia ha demostrado que cuando algo te gusta, disfrutas y el aprendizaje es más rápido y mejor pero claro, aquí tenemos un problema y es que hay muchas materias de aprendizaje en la educación básica y no necesariamente te tienen que gustar todas.

Desde USA con amor y, sobre todo, con mucho sentimiento

Estados Unidos es la zona dorada del woke. Han colonizado de tal manera la universidad con sus bazas ideológicas principales, contra el racismo, la homofobia y el machismo, que la mejor garantía para no ofender a nadie es estar callado. En esos niveles están universidades antaño prestigiosas como Harvard. En 2017, Allison Stanger, profesora de Middlebury College, en Vermont, acudía a moderar una charla con Charles Murray, un politólogo conservador. Una turba de estudiantes, porque sus actos los definieron como turba, terminaron por boicotear el acto con agresiones que llevaron a la propia Stanger a urgencias.

Hay un modus operandi en este movimiento que es muy interesante analizar y es su desprecio por el debate y su amor por los ataques hacia la persona para lograr deshumanizarla, destrozarla sin piedad y, si puede ser de manera pública y envalentonados por las redes sociales, mejor. El objetivo es terminar con el prestigio social de quién no opina como ellos sin importarles en absoluto las consecuencias que ello puede traer. Un despropósito que crece a pasos agigantados y que anual cualquier principio basado en la razón y en la libertad de pensamiento.

Como bien es cierto que los hombres repiten la historia, es una suerte de macartismo con el componente añadido del desprecio por los datos y el valor de la experiencia individual y los sentimientos. Si yo opino que el rosa oprime a las niñas pero no saco ninguna estadística que revele que las niñas realmente oprimidas ¡y por el rosa que, además, suele ser de su propia elección a veces hasta obsesiva!, no importa. Lo que les importa es que ellas, ellos o elles, así lo sienten, lo padecen y lo explican. Por tanto no hay mayor debate y el que lo plantee es fascista. Sin más.

El patriarcado es el gran enemigo a batir. Todo sale mal, fatal, jo tía, por el patriarcado. Hasta que se que cuaje la mayonesa. Que ahora que lo pienso igual estoy subyugada por el patriarcado dando por hecho que yo hago mayonesa por ser mujer (no la hago, la compro hecha en una clara rebeldía propia de una capitalista blanca como yo).

Ser blanco: una clarísima ofensa

Es una ofensa en sí mismo, además de un constructo social. Ya, es mentira. Pero les da lo mismo. Ellos defienden a los negros en el nombre de los negros sin que los negros se lo hayan pedido.

Hablar de profundización en su filosofía es como esperar que las ranas críen pelo (otra construcción patriarcal, fijo) pero es que eso tampoco importa. Porque, además, son la generación de los tuits, de la información en pocos caracteres y facilita, que no implica, una nula tarea de investigación.

Si los machistas señalan a una mujer que les cae mal aludiendo a una vida sexual poco satisfactoria o escasa, los woke, repiten idéntico patrón cambiando el motivo. Si no les da la razón, se ríen de ti para después compadecerte buscando el origen de tus inequivocables errores una en tu infancia.

Para el woke la culpa siempre es de otros porque sus mentes funcionan como las infantiles, es decir, son egocéntricos y creen que el mundo gira a su alrededor. Todo se les debe y por ello han iniciado una gran lucha desde los confortables sofás de las casas de sus padres mientras tuitean para cambiar el mundo y el universo.

Si se encuentra con un woke en las redes y le increpa, use la criptonita que más les duele: ignórelo.

A continuación les muestro una caricatura de ficción de lo que está realmente sucediendo: