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Psicología

El conflicto en política se contagia a las familias

Lo perverso, lo feo y la mentira vencen porque se repiten mucho pero nunca pueden convencer a todo el mundo.

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Ser ético e íntegro son atributos del ser humano que no suelen mostrarse en los medios de comunicación ni se anuncian en vallas publicitarias. En cambio, la deslealtad y la falta de ética se publicitan hasta la saciedad por doquier.

Ser ético e íntegro son atributos del ser humano que no suelen mostrarse en los medios de comunicación ni se anuncian en vallas publicitarias. En cambio, la deslealtad y la falta de ética se publicitan hasta la saciedad por doquier: programas de televisión que buscan el morbo y el conflicto sin resoluciones, telediarios compulsivos que informan de la parte oscura de la Humanidad pero rara vez de la parte constructiva, políticos que nunca llegan a acuerdos porque la paz no es el espectáculo que alimenta la audiencia... En definitiva lo perverso, lo feo y la mentira vencen porque se repiten mucho pero nunca pueden convencer a todo el mundo.

Si acaso hubo un momento donde estuvieron unidos, poder y moral van de la mano. Hoy en día hablar de moral suena a discurso rancio y conservador. Moralidad huele a algo antiguo y se opone en la mente de muchas personas a libertad, cuando es todo lo contrario.

El hombre y la mujer, el hijo y la madre o el hijo con el padre se aman y atraen por Naturaleza. Aunque no abunde a nivel social, a nivel individual y familiar propongo que hay alternativas al rentable conflicto que tanto se exhibe en los medios de comunicación. La clave está en comprender que el odio se fabrica a través del enfrentamiento. Hemos aprendido que odiar es razonable e incluso necesario. Sistema educativo y políticos abren la brecha del conflicto donde no lo hay.

Una cosa es el conflicto y otra el desacuerdo. La exhibición pornográfica que del conflicto hacen los políticos muestra que no les interesa esta diferencia. El desacuerdo es una consecuencia de ser diferentes como seres humanos. Por lo tanto, reconocer y mostrar puntos de vista encontrados es una manera de crecer y favorecer estar unidos, aunque en el escenario político la pluralidad se resuelve a través de la imposición y la división.

La familia, permeable al vaivén de la propaganda política, compra el conflicto. De hecho estamos en un delicado momento en que la familia es objeto de devastación por parte de la ideología política, no importa el signo. Regular que el amor en la pareja no debe ser romántico o que hay una única manera de educar a los hijos, es conceder a lo político el asedio a la privacidad e integridad del hombre y de la mujer.

El odio está a la orden del día. Así, la política y el conflicto social se ceban de crear artificialmente el odio y la aversión, aunque se maquillen de decorosa oposición. Trasladado a la familia, los cónyuges, contagiados de propaganda de odio, se creen enemigos cuando no tienen por qué serlo. Tampoco tendrían que ser enemigos los partidos políticos salvo porque el objetivo sea transmitir tensión a toda costa. Así pues el odio está siendo dirigido: lo notamos porque cada vez se persigue más la división entre seres humanos, ya sea entre cónyuges, ya sea entre partidos políticos o entre ciudadanos. Más allá de los lemas y las apariencias de unión, asistimos a un doble juego, un juego diabólico: el odio existe como mecanismo de control. Se nota en la televisión a través de inducir al enfrentamiento. Y en las familias a través de pretender que haya un cónyuge que es víctima y otro que es verdugo.

El odio es como una termita, se recrea a sí mismo de tal manera que el hombre, la mujer, apenas sin darse cuenta, han aprendido a mimarlo en silencio para que no se marche... Aunque no lo pretendamos, la intención inconsciente es que continúe. Queremos liberarnos del odio pero al mismo tiempo se favorece. Dado que permanece sin ponerle remedio, hay un parte de nosotros que da por bueno odiar. Este es el fruto de lo que voy a denominar programación mental. La programación es algo adquirido, no pertenece a la esencia del Ser humano pero la mal llamada educación y la falta de ética social y política, tan entrometida y que se erige como modelo a seguir, nos muestra un mecanismo exhibicionista del odio. El resultado es que el odio hace propaganda de sí mismo, es popular e incluso se considera deseable. La cultura anima a este invento y la política, arrogándose el derecho de imprimir modas bajo el pretexto de la ley, hace que el ciudadano inconsciente vea normal que odiar es conveniente.

El Ser humano, hijo de Dios, necesita una representación política que sea fiel al derecho natural. Derecho natural que es moral. Por lo que hemos de darnos cuenta que vivimos a nivel histórico en una preparación psicológica, un estudio casi científico que nos destruye como Humanidad a través del conflicto pero que sucede a pesar nuestro. Las leyes rigen en un sentido opuesto al devenir del Ser humano. Y nosotros, sumisos al odio, creemos que odiar forma parte del juego.

La política es psicología del odio que se contagia a las familias. Descubrir esto nos hace responsables para dejar de reaccionar al impacto de la propaganda del odio. Hombres y mujeres que velan por la Humanidad ya están del otro lado. No sucumben al movimiento pendular de la falta de amor. Saben que, por encima de todo, la moralidad y la integridad son nuestro alimento.

Antonio Galindo es psicólogo y experto en familia en ASEMO (asesores emocionales)