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¿Es una buena idea igualar los permisos de maternidad y paternidad?

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¿Es una buena idea igualar los permisos de maternidad y paternidad?
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La ley se tramita sin haber consultado a expertas/os en el cuidado perinatal, que es lo que esta ley regula, y sin haber realizado estudios de opinión para conocer las necesidades de las madres, que son las que traen estos bebés al mundo y las que desde el inicio de la humanidad hasta ahora se han ocupado de la tarea.

El acuerdo presupuestario entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez ha confirmado la apuesta política a favor de unos permisos iguales e intransferibles. El preámbulo de la proposición de ley sobre la que trabaja el Parlamento afirma que esta vela por la protección de la infancia y la “armonía familiar”, además de combatir la pobreza y la desigualdad. Desde el colectivo de madres PETRA ponemos en duda todas estas afirmaciones y seguimos con gran preocupación el avance de esta proposición de ley que, si se introdujera, no iba a resolver ninguno de los graves problemas existentes en España en torno a la crianza de nuestros bebés.

En primer lugar la ley se tramita sin haber consultado a expertas/os en el cuidado perinatal, que es lo que esta ley regula, y sin haber realizado estudios de opinión para conocer las necesidades de las madres, que son las que traen estos bebés al mundo y las que desde el inicio de la humanidad hasta ahora se han ocupado de la tarea.

Igualar los permisos de maternidad y paternidad muestra un gran desconocimiento sobre las necesidades biológicas y emocionales de los bebés. Los primeros meses de vida, para una criatura, no es igual estar con su madre o con su padre: durante toda su vida uterina lo que ha conocido es el olor, el sonido y el sabor de su madre. Los bebés de nuestra especie nacen de forma prematura por cuestiones fisiológicas como la bipedestación y nuestro gran tamaño cerebral, por lo tanto son muy vulnerables y necesitan un periodo de exterogestación: de gestación fuera del útero. Por eso, en su primer año de vida las condiciones del bebé deben ser lo más parecidas posibles a las que tenía durante el embarazo, principalmente, un estrecho contacto físico con la madre.

El contacto físico es una necesidad física y emocional básica para los bebés. Es un factor fundamental para su seguridad afectiva y emocional, aunque los beneficios del contacto físico afectan a todas las áreas: motriz, cognitiva y psicológica. El contacto físico es la mejor forma de facilitar un apego seguro, que en nuestra especie es de naturaleza adaptativa, ya que nos ha permitido sobrevivir a lo largo de la evolución de la humanidad. Hay numerosos estudios que han reflejado que un vínculo inadecuado predispone a sufrir alteraciones de la personalidad e incluso trastornos mentales. El apego es tan importante que influye en la organización del sistema límbico, clave en la gestión de emociones, en el aprendizaje y en la capacidad de adaptación. Afecta, de hecho, al desarrollo psiconeurobiológico del ser humano. La neurología del apego ha demostrado, asimismo, que los primeros meses madre y bebé constituyen una unidad neurofisiológica, de tal manera que ambos regulan mutuamente sus funciones vitales y están sincronizados.

Separar tempranamente al bebé de su madre tiene como consecuencia un aumento significativo del estrés, que en esta etapa es especialmente dañino para su cerebro en desarrollo, ya que genera un exceso de cortisol, que es un inhibidor del desarrollo neural, además de un potente neurotóxico. Experiencias de estrés continuado en la infancia pueden condicionar una predisposición a sufrir depresión y otros problemas de salud años después (Luby et al., 2017), ya que influye directamente en el sistema inmunológico. Además, una licencia maternal inferior a seis meses dificulta mantener una lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses, tal como recomiendan la OMS y las asociaciones de pediatría del mundo, que previene, a su vez, una multitud de problemas de salud en el futuro.

Investigaciones recientes (Universidad de Standford) sugieren que la mujer necesita, fisiológicamente, alrededor de un año para recuperarse del embarazo, parto y postparto. Se estima que, aproximadamente, un 19% de madres sufren depresión postparto. De ellas, las madres que tienen a sus bebés ingresados en neonatos o UCI neonatal aumentan hasta un 70%, lo que demuestra el efecto de la separación del bebé. De hecho, la Universidad de Maryland, en 2014, publicó un estudio que relaciona el tiempo de permiso maternal con el índice de depresión postparto, demostrando que las licencias inferiores a seis meses aumentan considerablemente la probabilidad de sufrir la depresión postparto.

Las madres noruegas, finlandesas, danesas, alemanas, austríacas, británicas, eslovacas y checas pueden disponer, si así lo desean, de 12 meses remunerados de crianza; y las suecas, de 13. En Europa las licencias parentales remuneradas son: de 16 meses en Suecia, de 14 meses en Noruega, Finlandia y Alemania, y de 12 en Reino Unido y Dinamarca; y en todos estos países la mayor parte de la licencia remunerada es transferible.

Últimamente se puede leer en prensa reiteradamente la afirmación de que “está demostrado” que los permisos intransferibles “funcionan” en otros países. Esto es falso. En ningún país de Europa ni del mundo existen unos permisos radicalmente intransferibles como los que se pretenden introducir en España. En Noruega, en 2014 se decidió reducir la cuota paterna intransferible de 14 a 10 semanas, aumentando el periodo transferible, debido al escaso uso que los padres hacían de ella; en Dinamarca, la cuota paterna tuvo una corta existencia, y fue erradicada en 2002; y en Finlandia, los padres apenas hacen uso íntegro de una licencia cuyo disfrute está limitado a los 2 años de la criatura. Las mamás suecas, después de 40 años de políticas de igualdad, siguen hoy consumiendo al menos el 75 % de la licencia remunerada. Pero nada de esto es un fracaso de las políticas de igualdad, es tan solo la realidad biológica de la maternidad.

A pesar de toda esta evidencia, el parlamento español se plantea ahora introducir unas licencias que otorgarían a los varones españoles el privilegio de tener los permisos paternos remunerados al 100% e intransferibles más largos de Europa: 4 meses frente a los 3 de Suecia e Islandia, y los 2 de Noruega, Finlandia y Alemania; mientras que las madres españolas, con 4 meses, seguirán siendo las madres europeas con el tiempo disponible de licencia remunerada más corto. La inadecuación de esta ley para mejorar el bienestar de las criaturas, y su carácter experimental, precipitado y desfasado respecto los países de nuestro entorno, bastarían como argumentos para cuestionarla y repensarla. Pero es que, además, en sus otros objetivos declarados también falla.

Es innegable el efecto que el cuidado de los bebés tiene en la vida laboral formal de las mujeres de todo el mundo. Sin embargo, en un mercado laboral tan polarizado y raquítico como el español, y en relación a nuestras vecinas europeas, el mayor problema de las españolas en relación al empleo no es la maternidad sino su escasez y su estructura dual. Aquí la maternidad tiene menor incidencia en la participación laboral que otros factores como son el nivel de rentas y de formación: la brecha de género en participación laboral en personas con estudios terciarios en España es muy baja (4.7%) comparada con la de otros países europeos, mientras que para las personas sin educación secundaria es mucho muy alta (Gender Gaps in the Spanish Labour Market, Estudios sobre la Economía Española 2016/32, FEDEA). Y sí, efectivamente, como todo lo negativo en un sistema pensado para los varones, afecta más a las mujeres, pero la solución no es hacer que la maternidad desaparezca como experiencia propia de las mujeres.

El principal problema de las mujeres en el mercado laboral en lo relativo la maternidad es la miseria de las bajas. La escasez de los permisos maternos ha creado una dinámica por la que muchas mujeres abandonan el mercado laboral para criar, y usan la prestación del paro como sustituto de una licencia remunerada más larga. Las mujeres con situaciones laborales más seguras (por ejemplo, funcionarias) suelen tomar excedencias, y lo van a seguir haciendo, y finalmente, las que cumplen y seguirán cumpliendo la ley, reinsertándose a las 16 semanas, casi siempre en contra de sus deseos y a menudo con gran sufrimiento, serán las mujeres que no puedan permitirse ninguna de las opciones anteriores.

La intransferibilidad como herramienta para mejorar la situación de las madres en el empleo, pierde toda eficacia desde el momento en que, ante la insuficiencia de los permisos, las mujeres seguirán recurriendo a las mismas estrategias que ahora. Unos permisos transferibles permiten que las familias administren la licencia como mejor les convenga: quienes quieren hacer un reparto igualitario lo pueden hacer, y también permite que las mujeres que quieran reinsertarse después del periodo obligatorio lo hagan.

Otra de las aseveraciones hechas en el texto de esta ley es que el empleo femenino es la solución para la pobreza infantil. Esto también es falso. La pobreza infantil se combate en todos los países de nuestro entorno con prestaciones desmercantilizadas para la infancia y la crianza, algo inexistente en España, que es el país de toda la EU que menos invierte en transferencias para la infancia (frente a una media de 410 en euros constantes por habitante, España solo invierte en esta función 115. Eurostat). Si los permisos iguales e intransferibles se aprobaran se estarían destinando recursos a los varones asalariados, y no es ahí donde reside la pobreza. La pobreza afecta precisamente a los hogares con escasez de empleo y a las mujeres. Más del 40% de las mujeres españolas no tienen empleo formal y más del 30% de las criaturas que nacen en España seguirán sin tener derecho a ningún apoyo económico por parte del Estado. A ellas esta medida no les beneficia en nada. Es por este motivo que desde PETRA defendemos también la necesidad de implementar una prestación básica universal por menor a cargo, similar a la existente en los países de nuestro entorno.

En los tiempos que corren las políticas de protección social no pueden plantearse sin una visión integral. El presupuesto es limitado, y en un país que carece absolutamente de un sistema de apoyo a la crianza habrá que pensar cómo poner las bases para articularlo, y no empezar la casa por el tejado. Los datos de los países nórdicos confirman que no existe incompatibilidad entre licencias parentales largas transferibles y una alta participación laboral femenina, y que existe una correlación entre una verdadera protección de la maternidad y mayores cotas de bienestar, equidad e igualdad.

Las madres que integramos la plataforma PETRA creemos que es un error ignorar la que debiera ser la función primordial de unos permisos parentales −dar protección en el momento de vulnerabilidad que supone el nacimiento de una criatura− y convertirlos en una herramienta de ingeniera social. No es la brecha salarial lo que explica la bajísima fertilidad de las españolas, ni tampoco la falta de permisos para los padres. Lo que hace inviable la procreación en España es un modelo de conciliación negador de la maternidad. Hacer política feminista debería consistir en encontrar las fórmulas para que el mundo laboral se vea obligado a dar encaje a la crianza humana, y en valorizar y lograr apoyo para la maternidad, pero no en forzarla para que se adapte a las exigencias del mercado más allá de lo saludable y deseable.

Sobre las autoras del artículo:

María José Garrido Mayo es Doctora en Antropología, con especialización en Etnopediatría y Antropología de la Maternidad y la Infancia. Su tesis doctoral fue la primera sobre Etnopediatría en español. También es Licenciada en Antropología Social y Cultural y Licenciada en Prehistoria y Arqueología. Forma parte del grupo de investigación GESSA (Estudios Sociales Aplicados) en la Universidad de Extremadura, desde donde investiga la relación entre sociedad, infancia y salud. Ha publicado artículos científicos sobre estos temas en Revistas internacionales de Antropología e impartido ponencias y cursos sobre salud materno-infantil tanto en el ámbito universitario como sanitario. Colabora, como experta externa, en la evaluación de proyectos para la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile. Es autora del libro: Etnopediatría. Infancia, biología y cultura.

Patricia Merino es escritora y activista. Es autora de “Maternidad, Igualdad y Fraternidad”, un libro centrado en reivindicar la inclusión de los intereses de la infancia y de las madres en la agenda política y que cuestiona algunos de los presupuestos desde los que el feminismo hegemónico aborda la cuestión de la maternidad. Es madre de una adolescente y tiene un Máster del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense. Actualmente colabora con el proyecto de investigación Fil-Nac -Filosofía del Nacimiento-de la Universidad de Alcalá de Henares, imparte conferencias y formación, y colabora en medios y revistas.