Familia

La importancia del apego seguro en la infancia para una salud mental óptima de adultos

Las relaciones de padres y madres de apego inseguro en la infancia con los hijos generan adultos con más inseguridades

La importancia del apego seguro en la infancia para una salud mental óptima de adultos
La importancia del apego seguro en la infancia para una salud mental óptima de adultoslarazon

Cuando somos bebés necesitamos vincularnos a nuestras figuras de protección. Estas figuras otorgarán cuidados en relación a nuestras necesidades más básicas (alimentos, cuidados) pero también generarán una relación singular de amor y afecto que marcará una forma de estar en el mundo. Por lo tanto, el cómo sea está relación determinará el desarrollo social y emocional. Estas relaciones se conocen como apego.

Cuando somos bebés necesitamos vincularnos a nuestras figuras de protección. Estas figuras otorgarán cuidados en relación a nuestras necesidades más básicas (alimentos, cuidados) pero también generarán una relación singular de amor y afecto que marcará una forma de estar en el mundo. Por lo tanto, el cómo sea está relación determinará el desarrollo social y emocional. Estas relaciones se conocen como apego. Ángel Fernández Sánchez es psicólogo especializado en la infancia en el Grupo Laberinto de Psicoterapia para la Salud.

Uno de los primeros autores que se percató de la importancia de estas relaciones fue John Bowlby (1958). Él descubrió que era necesaria una figura estableen los primeros años de vida para un correcto desarrollo cognitivo y emocional posterior. Y describió distintas formas de generar este apego en relación a la manera en la que el cuidador principal se relaciona con su hijo/a. Básicamente podemos describir estas relaciones en dos tipos: apego seguro e inseguro.

En una relación deapego seguro: se generarán expresiones de afecto verbales y físicas frecuentes por parte de los padres. Los cuidadores son capaces de responder a las necesidades y demandas del bebé de manera tranquila y le pueden regular emocionalmente, ya que son cuidadores que contienen los estados emocionales de su bebé. El adulto se muestra consistente, estable y seguro, por lo tanto el niño crece con una imagen de sí mismo estable y aprende a confiar en los demás, también tiene un espacio seguro para poder explorar, por lo que desarrollará más autonomía y tendrá mejores competencias sociales.

En una relación de apego inseguro: los cuidadores tienen algunas carencias/dificultades en cuanto al cuidado del hijo, las necesidades no se cubren de una manera estable o no se genera un espacio seguro para desarrollar la exploración, por lo tanto el niño no considerará a los otros, personas confiables. En ocasiones, si esta relación es ambivalente generará una idea negativa de sí mismo y positiva de los demás, por lo que siempre tendrá una necesidad de vincularse a alguien de una manera muy invasiva/dependiente, o bien, podrá tener una idea negativa de sí mismo y de los demás, por lo tanto crecerá en un contexto de desconfianza y le costará mantener relaciones de calidad y duraderas.

Hoffman, Cooper y Powell desarrollaron una idea sencilla que nos puede ayudar a la hora de poder ser cuidadores que generen una relación segura y estable. Estos autores usan el concepto de círculo de seguridad para referirse a la distancia psicológica y física que el bebé tiene o es capaz de asumir en relación a sus cuidadores.

Para poder ofrecer un apego seguro al niño, los cuidadores deben cubrir tres necesidades básicas en relación a este círculo de confianza:

· Dar espacio o permitir la exploración,

· Vigilar el proceso, es decir, estar presentes y atentos.

· Permitir el regreso, completar el círculo.

Si soy un padre que por miedo a que mi hijo sufra o le pase cualquier cosa (por ejemplo se manche o tire la comida al suelo o moleste a otras personas), estoy siempre junto a él, controlando su conducta, no le estoy otorgando espacio, por lo tanto no le estoy dejando que explore. De alguna manera, le estoy diciendo sin hablar que lo que hay fuera no es adecuado, es peligroso y que sólo está bien si está muy cerca de mí. Cuando esto pasa, no estoy siendo sensible a sus necesidades y estoy transfiriendo mi estado mental al suyo (en este caso el miedo).

También puede pasar que deje a mi hijo explorar, pero que no vigile su exploración, en este caso cuando mi hijo me necesite, por ejemplo si se ha caído o se ha asustado, no podré regular su emocionalidad, se sentirá desconsolado y solo (abandonado). Si esto es así, se genera cierta inseguridad y desconfianza con respecto a su figura de cuidado, además, al no tener referencias (ya que no le estoy mirando) no le estoy permitiendo el regreso a su lugar seguro, no puede completar el círculo.

Si dejamos que explore pero con presencia, estando atentos a su conducta y emociones, generando una atención necesaria para que vuelva a nuestra lado, vamos a permitir que el niño aprenda de una manera natural y segura a comer, hablar, andar, trepar... bailar, pintar, escribir... a relacionarse, a saber poner límites a los demás, a moverse por su barrio, por su ciudad... aprenderá a estudiar, a trabajar...

La maternidad y paternidad se convierte así en un ejercicio de responsabilidad, cuidado y amor incondicional. El ser conscientes de los estados mentales del hijo, de sus necesidades nutricias, afectivas, de sus ganas de explorar y de estar cuando nos necesite, se convierte en una labor continua (24 horas al día) que a veces puede resultar compleja y agotadora.

Los nuevos modelos de familia y las exigencias de la sociedad actual, hacen necesaria una parentalidad responsable. El ser mujer ya no es una condición para la exigencia del cuidado de los hijos. La persona que se embarca en la aventura de ser padre o madre debe ser suficiente y segura para el establecimiento de estos vínculos adecuados. Se hace necesaria una revisión sobre los nuevos modelos de familia y masculinidad, ya que hasta ahora parece que la responsabilidad del cuidado se exigía siempre a la mujer.

Si asumimos una crianza responsable, conseguiremos personas menos desconfiadas y dependientes, más seguras y estables, personas con capacidad de explorar, confiadas en sus potencialidades y amables con los demás. El haber sido amado y cuidado adecuadamente genera la capacidad de poder amar y cuidar.

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