Juicio

ADN, un cuchillo y una confesión: así se juzga en A Coruña el salvaje crimen de Elisa Abruñedo

El juicio reconstruye paso a paso un caso brutal e impune durante una década: la víctima fue atacada por la espalda, violada y asesinada con extrema violencia

El autor confeso del crimen (izquierda) en un momento del juicio.
El autor confeso del crimen (izquierda) en un momento del juicio. Europa Press

Diez años después de una agresión brutal en un paraje oculto de Cabanas (A Coruña), la justicia trata de recomponer pieza a pieza la historia de Elisa Abruñedo. Para ello, la Audiencia Provincial de A Coruña acoge estos días el juicio contra Roger Serafín Rodríguez, acusado de violar y asesinar a la mujer en septiembre de 2013, y de haber eludido cualquier responsabilidad hasta su detención en octubre de 2023, cuando fue arrestado en su puesto de trabajo en el astillero de Navantia, en Ferrol.

El acusado, hoy con 51 años, confesó tras ser detenido. Las pruebas en su contra son contundentes: una muestra de ADN, un cuchillo que reconoció como similar al arma usada y una serie de indicios reconstruidos durante años por la Guardia Civil, con la ayuda de perfiles genéticos, grabaciones, vigilancia encubierta y testimonios recogidos en redes sociales.

El crimen permaneció sin resolverse durante una década. La víctima, de 46 años, fue atacada mientras paseaba sola cerca de su domicilio. “No tuvo opción”, afirmaron los agentes este miércoles en sala. “Las heridas eran para matar”, explicó el comandante de la Unidad Central Operativa (UCO), al referirse a las lesiones en el cuello, corazón y pulmón provocadas por un arma blanca.

Un ataque por la espalda

Según el relato del Ministerio Fiscal, entre las 20.45 y las 21.00 horas del 1 de septiembre de 2013, el acusado circulaba en coche por la carretera DP-1503 cuando avistó a la víctima. Se adelantó por un camino de tierra, aparcó su vehículo y esperó. Cuando la vio sola, la abordó por la espalda, la golpeó en la mandíbula, y la arrastró unos 17 metros hacia una zona de monte bajo, donde la violó y la asesinó.

El comandante de la UCO lo calificó como un “ataque sorpresivo, sin seguimiento previo, con una violencia bastante extrema”. La víctima, que llevaba cascos y escuchaba música, no pudo defenderse. El arma nunca apareció, aunque en el domicilio del acusado se halló un cuchillo que él mismo reconoció como “similar”.

ADN, vehículo y perfil de cazador

La clave para identificar al autor fue el perfil genético hallado en el cuerpo de Elisa, que apuntaba a un linaje muy localizado. Esa pista, junto al testimonio de un vecino que vio un Citroën ZX verde en la zona -el coche del acusado era gris, pero los investigadores achacaron la diferencia a la escasa luz-, llevó a un filtrado por apellidos y características fenotípicas. “Era Rodríguez, pelirrojo y cazador”, dijo un agente. Todo encajaba.

Los investigadores lo vigilaron en silencio durante meses. Ante la dificultad de obtener una muestra directa de ADN, limpiaron la manilla de su coche y recogieron una muestra tras un trayecto a su trabajo. El resultado fue concluyente: coincidía con el perfil hallado en el cadáver. Lo detuvieron el 10 de octubre de 2023. Al principio lo negó todo. Luego, ya en el coche policial, empezó a confesar.

“Era nuestro apoyo vital”

Durante la jornada de ayer, este martes, ya habían declarado los hijos de Elisa Abruñedo, que entonces tenían 18 y 24 años. Visiblemente afectados, recordaron cómo aquel crimen destrozó su vida.

“Todo se fue en un momento, perdimos nuestro apoyo más importante”, declaró el menor, que abandonó los estudios y aún hoy vive replegado en su mundo. Ambos reciben atención psicológica. “Mi madre no se subía a ningún coche que no fuera el de mi padre o el nuestro. Ni de broma se habría ido con él”, subrayó el mayor.

La descripción del lugar del crimen añade más dramatismo: una zona con maleza densa, sin visibilidad desde la carretera, donde el cuerpo fue hallado por intuición por un vecino y su familiar. “Había una zona aplastada, vi los pies y luego supe que era una mujer”, relató. La víctima estaba desnuda de cintura para arriba, con el pantalón bajado y lesiones visibles.

Varios testigos apuntaron haber escuchado gritos de una mujer diciendo “déjame en paz”, además del ruido de un coche y una puerta cerrándose. “Fue todo muy rápido”, explicó una de las testigos, que pensó en una discusión en un coche. Otros testigos recordaron ver al acusado en un bar de la zona con su grupo de caza.

Las penas que se solicitan

La Fiscalía solicita 32 años de cárcel por agresión sexual y asesinato. Las acusaciones particulares, que representan a los hijos, elevan la petición a 37 años al considerar agravantes como la alevosía y el ensañamiento. La defensa, por su parte, propone que se califique como homicidio y reconoce la agresión sexual, en un intento de rebajar la condena.

Con cada testimonio y cada prueba, el juicio va reconstruyendo uno de los crímenes más brutales y silenciosos de los últimos años en Galicia. Elisa Abruñedo fue asesinada sin poder defenderse. Hoy, por fin, su historia se escucha en voz alta en un tribunal.