Leyendas

Así es la fortaleza templaria de Galicia en la que la luna aún vela a dos enamorados

Entre las ruinas del castillo se mantiene viva la desafortunada historia de ambos jóvenes, traicionados por la suerte y abatidos en su fuga

Vista aérea de los restos del castillo.
Vista aérea de los restos del castillo. Turismo de Galicia

Hay fortalezas que sobreviven al paso del tiempo por la solidez de sus muros, y otras que lo hacen gracias a la fuerza de sus historias. Este sería el caso del Castelo da Lúa, en la punta de A Torre. De la antigua fortificación apenas quedan cimientos, fragmentos de muralla y el dibujo roto de lo que fueron torres defensivas. Sin embargo, sus ruinas continúan convocando a visitantes atraídos, entre otras cosas, por una de las leyendas más trágicas de Galicia.

Construido en el siglo XIII, el castillo pasó de manos nobiliarias a la Orden del Temple, que lo convirtió en plaza estratégica en la ría rianxeira. Las guerras civiles, los asedios irmandiños y los pleitos eclesiásticos lo derribaron una y otra vez hasta dejarlo, desde el siglo XVI, reducido a los restos que hoy se asoman al mar. Una marea alta basta para rodear la punta donde se asentaba la fortaleza, como si el océano quisiera custodiar su memoria.

Pero uno de los moltivos que mantiene vivo al Castelo da Lúa (Castillo de la Luna) más allá de su historia material es la leyenda de dos enamorados, un relato transmitido de generación en generación.

La doncella cautiva y el caballero herido

La leyenda sitúa sus orígenes en los tiempos en que los templarios dominaban la fortaleza. En uno de los tantos enfrentamientos feudales de la época, los caballeros del Temple tomaron como prisionera a una joven noble, descrita en los romances como “de sonrisa más brillante que el resplandor de los luceros”. Su cautiverio coincidió con el de un caballero enemigo, apresado tras defender el honor del señor derrotado… y también el de la muchacha, de quien estaba profundamente enamorado.

Gravemente herido, el joven fue atendido en el propio castillo. La doncella dedicaba sus días a cuidarlo. Entre los muros espesos de la fortaleza, aquel afecto silencioso despertó la compasión de uno de los templarios responsables de su custodia.

La huida bajo la luz de la luna

Fue en una noche de nubes caprichosas y luna alta cuando el templario les ofreció una salida. Los condujo por un pasadizo secreto que desembocaba en la playa. Allí aguardaba un pequeño bote con el que pretendían cruzar la ría hacia la libertad. Pero la fortuna no estaba de su lado. La luna, hasta entonces cubierta, iluminó de pronto la silueta de la embarcación. Un centinela la divisó en la distancia y dio la voz de alarma.

Los arqueros templarios corrieron hacia la orilla y tensaron sus arcos. El caballero, consciente del peligro, intentó proteger a la joven con su cuerpo. Tres flechas se clavaron en su pecho. Cuando una ola volcó la barca, la muchacha se lanzó desesperada al agua en busca de él.

A la mañana siguiente, la marea arrastró a la playa los cuerpos de los dos jóvenes, unidos en un abrazo final, como si el mar les concediera el derecho que la guerra les había negado. Fueron enterrados al pie de una de las torres interiores del castillo.

Desde aquel día, hay quien afirma que todas las noches de luna un haz plateado se posa sobre la supuesta tumba de los enamorados, velándola en silencio. Del mismo modo, al amanecer, un brillo rojizo tiñe los blasones de la antigua fortaleza templaria, como un recordatorio de la tragedia.

Rianxo: el marco de la leyenda

Solo después de conocer la historia se comprende por qué el Castelo da Lúa ejerce tanta atracción en quienes visitan hoy Rianxo, municipio que acoge estas ruinas junto a la playa de A Torre y el estuario del río Tea.

Tierra de grandes escritores como Castelao o Manuel Antonio, la villa conserva un vínculo profundo con sus relatos, desde los romances medievales hasta la canción popular de A Rianxeira, himno emocional de la diáspora gallega.

El paseo hacia el castillo —a través del arenal, del parque litoral y de la pasarela de madera que cruza el río— permite sentir la mezcla exacta de historia y leyenda. Allí, con el rumor de las olas y las piedras templarias asomando entre la maleza, es fácil imaginar a los amantes deslizándose hacia el mar bajo la luna, confiados en que la noche les abriría un camino.

Quizá por eso el Castelo da Lúa sigue vivo: porque no hay ruina capaz de derribar una historia contada durante siglos, iluminada una y otra vez por la misma luna que da nombre a la fortaleza.

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