
Investigación
Caminar con bastones, una terapia inesperada para mujeres que superaron un cáncer de mama
Un estudio gallego muestra que la marcha nórdica favorece la salud física y emocional de las pacientes y mejora su motivación

En ocasiones, lo más sencillo resulta ser también lo más poderoso. Caminar, un gesto tan cotidiano, puede transformarse en medicina cuando se acompaña de dos bastones y se convierte en marcha nórdica. Eso es lo que acaba de demostrar un estudio desarrollado en Vigo, donde un grupo de mujeres que había superado un cáncer de mama encontró en esta práctica un modo de ejercicio físico y un refugio de apoyo, socialización y confianza.
La investigación, realizada por el grupo WellMove de la Facultad de Ciencias de la Educación y el Deporte de la Universidade de Vigo, confirma el “potencial de la marcha nórdica como intervención efectiva para promover la actividad física en mujeres que padecieron cáncer de mama”.
Consiste en caminar moviendo de forma alterna dos bastones, un ejercicio aeróbico que involucra tanto la parte superior como inferior del cuerpo. “Eso lo convierte en una actividad más completa que caminar sin bastones, con efectos beneficiosos y bajo riesgo”, explica Adriano Sánchez, investigador principal del proyecto Ponte-Vida, financiado por la Deputación de Pontevedra.
Un ensayo con 23 mujeres en Vigo
El estudio piloto contó con la participación de 23 mujeres que ya habían completado su tratamiento oncológico. Trece de ellas formaron parte de un programa de cuatro semanas de marcha nórdica en parques y zonas urbanas de Vigo, mientras que otras diez se mantuvieron como grupo de control. Cada semana se realizaba una sesión de 90 minutos, con recorridos de unos cinco kilómetros y una intensidad creciente.
Antes y después del programa, las participantes se sometieron a pruebas físicas y cuestionarios sobre su estado de salud. El resultado fue revelador: la adherencia al ejercicio fue alta, y las mujeres describieron la experiencia como “segura, agradable y enriquecedora”. Además, valoraron especialmente el componente social: caminar en grupo les proporcionó motivación, apoyo emocional y un espacio para compartir vivencias.
Un estímulo vital
Los investigadores destacan que la marcha nórdica no sólo mejoró la percepción de salud de las participantes, sino que también puede prevenir complicaciones asociadas a la inactividad física, frecuente en mujeres que han superado esta enfermedad. Fatiga, dolor, ansiedad y depresión son secuelas habituales tras el cáncer de mama, y mantener la actividad física se convierte en un reto difícil de sostener.
Por eso, esta práctica emerge como una alternativa prometedora: es de bajo coste, sencilla de implantar y genera un fuerte vínculo social. Aunque el estudio se realizó con una muestra pequeña, los resultados apuntan a que puede ser una herramienta clave para mejorar la calidad de vida de las pacientes.
“Queríamos comprobar si era posible implantar un programa de este tipo y los resultados han sido muy positivos”, señala Sánchez. Ahora, el equipo pone el foco en seguir profundizando en los beneficios de una actividad que, bastón en mano, ha devuelto energía, compañía y ganas de caminar hacia adelante a un grupo de mujeres que ya sabe lo que es superar una batalla difícil.
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