
Lluvia
Ni una ni dos... en Galicia llueve de más de 100 formas diferentes
El gallego refleja de forma detallada cómo este fenómeno natural se entrelaza con su cultura y su día a día

La lluvia es un fenómeno que marca la vida cotidiana en Galicia, una región que, por su ubicación geográfica, recibe una gran cantidad de precipitaciones a lo largo del año. Lo curioso es que los gallegos han desarrollado un vasto léxico para describirla, con más de cien palabras que abarcan desde lluvias ligeras y persistentes hasta tormentas intensas. Esta riqueza lingüística no es solo una muestra de su entorno meteorológico, sino también de su profundo vínculo cultural y emocional con el clima.
Elvira Fidalgo, catedrática de Filología Románica en la Universidade de Santiago de Compostela, descubrió hace unos años la amplitud de este léxico a través de encuestas realizadas en más de un centenar de localidades de Galicia, Asturias, León y Zamora. En su estudio, destacó cómo la lluvia, omnipresente en la vida diaria de los gallegos, ha inspirado una variedad impresionante de términos que reflejan no solo la intensidad de la lluvia, sino también las imágenes y sensaciones que esta provoca.
De la orballo a la borrasca
En gallego, la lluvia se puede denominar de dos formas básicas: "chuvia" o "choiva". Sin embargo, es el término "orballo" el que se ha hecho más popular, refiriéndose a una lluvia fina, constante y persistente, aunque muchas veces molesta por su capacidad de empapar sin cesar. A este tipo de lluvia se le añaden otras variantes como "orballeira", "chuvisco" o "chuviña", que comparten su raíz con el latín "pluvia".
A partir de ahí, las palabras se multiplican según el tipo de lluvia o el viento que la acompaña. Por ejemplo, las lluvias débiles, relacionadas con vientos del norte, se denominan "babuxa", "babuxada", "barruxeira" o "barrullo". Asimismo, el término "froallo" hace referencia a una lluvia menuda, que recuerda a la "brizna de lana" del latín "floccum". Las variaciones en la percepción de la lluvia, influenciadas por el sonido de las gotas o la imagen que evocan, se reflejan en otras palabras como "lapiñeira" o "marmaña".
La fuerza de la lluvia gallega
Cuando las lluvias se intensifican, los términos también se vuelven más contundentes. Palabras como "arroiada", "ballón", "bátega", "cebriña" y "chaparrada" denotan lluvias intensas y de corta duración. Estas precipitaciones a menudo se acompañan de rayos y truenos, términos que en gallego también tienen su propio repertorio: "treboada", "torbón" y "trebón". Este tipo de lluvia, que a menudo trae consigo una sensación de desbordamiento de la naturaleza, se relaciona con el viento y la fuerza del fenómeno atmosférico.

La nieve y la niebla en la lengua gallega
Pero no solo la lluvia encuentra su reflejo en el idioma gallego. La presencia de nieve o hielo en el paisaje lleva a una serie de expresiones particulares como "auganeve", "cebrina", "escarabana" y "nevada". En el caso de la niebla, cuando llega a mojar, se utiliza "borraxeira", "brétema" o "fuscallo", evocando la espesura y el misterio de estos fenómenos meteorológicos.
El vínculo emocional con la lluvia
Según Fidalgo, no solo la situación geográfica de Galicia explica esta riqueza léxica, sino también una dimensión afectiva. "Con la lluvia débil es mucho más fácil convivir que con la fuerte", asegura la filóloga. La lluvia constante, aunque tediosa, forma parte del paisaje emocional de los gallegos, quienes han sabido poner nombre a cada tipo de lluvia según su intensidad, su duración o los sonidos que esta provoca.
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