
Turismo y naturaleza
Esta playa de Galicia es más pequeña que una piscina y está a los pies de una fortaleza
Lugar de baño de monjes franciscanos, hoy se esconde en el camino que bordea uno de los paradores más bonitos de España

En un pequeño recodo del litoral atlántico gallego aparece, casi de puntillas, la diminuta playa de Os Frades, en Baiona (Pontevedra). Con apenas una estrecha franja de arena dorada y grava gruesa entre calas rocosas, este rincón marino sorprende, precisamente, por su diminuta grandeza. Alejada del bullicio de las grandes playas, Os Frades transmite una calma mágica: el único sonido es el susurro de las olas chocando contra los cantos rodados mientras y el viento que limpia el aire.
Al fondo, los muros de la vieja fortaleza de Monterreal custodian el paisaje, dibujando sobre el horizonte la silueta de un castillo donde siglos atrás vivieron frailes y nobles. Bajo el resguardo del Monte Boi, esta cala, tanta veces descrita como “más pequeña que una piscina”, revela poco a poco su historia y sus encantos.
Desde la almena del Parador Nacional, hoy bautizado “Conde de Gondomar”, la vista abarca todo el promontorio y el océano que se pierde en el horizonte. Se llama Os Frades (“los frailes”) porque en el pasado los monjes de un convento franciscano cercano iban a bañarse a esta cala escondida. Aquella orden religiosa vivía en un monasterio levantado en tiempos de Felipe II, hoy desaparecido, pero queda la escotilla original en la muralla exterior por donde accedían a la playa.
Hoy apenas se conserva esa puerta, un arco de piedra junto al mar por donde antes pasaban los monjes. Quedan también otras huellas de la historia local: la Fortaleza de Monterreal, construida entre los siglos XI y XVI, domina todo el Monte Boi, vigilando el océano. Fue en sus jardines donde atracó en 1493 la carabela Pinta al regresar de América, convirtiendo a Baiona en el primer lugar de Europa en enterarse del “Nuevo Mundo”.

La tradición cuenta que cuando la comunidad religiosa abandonó el lugar (el convento fue demolido en el XIX), quedó el inexplicable tesoro de la puerta en la muralla y el misterioso arenal, vacíos ya de monjes.
Es curioso pensar que, por esa misma puerta, hace siglos, aquellos frailes cruzaban desde la fortaleza hasta estas rocas, buscando, tal vez, el calor del sol y el fresco de las aguas.
Lugar inigualable
El aspecto físico de Os Frades refuerza su misterio: el de un secreto bien guardado. La cala se extiende solo unos 30 metros de largo, un arenal de baja pendiente cubierto por arena dorada gruesa y fragmentos de conchas marinas. Está flanqueada por salientes rocosos y arbustos resistentes al salitre, que la esconden parcialmente de los ojos.
El mar, de oleaje moderado, aporta una luz turquesa intensa que choca con los grises de la roca. A diferencia de las playas arenosas de la zona, aquí la arena es de grano grueso y los bañistas caminan sobre piedrecillas perezosas que se dejan revolver por la marea.
La posición de Os Frades suma encanto a su sencillez: desde el promontorio fortificado se disfruta de una panorámica amplia. El océano Atlántico se pierde en el horizonte hasta fundirse con el cielo, salpicado en la distancia por la silueta de islas Cíes. Hacia las Rías Baixas, se divisa la vecina Playa de A Concheira y, muy cerca, la reserva de aves marinas de las islas Estelas.
Al atardecer, el sol pinta de ocre olas y acantilados y el paisaje contrasta con la fortaleza armada de detrás, donde murallas de piedra, torres almenadas y cañones intactos parecen proteger la escena.
Curiosidades
Más allá de su belleza y de su historia, Os Frades sorprende con datos curiosos. Comenzando por su tamaño diminuto: apenas 30 metros de longitud y unos 25 metros de ancho en bajamar, un dato que la hace única en la comunidad.

Pese a su modesta extensión, ostenta desde hace años el galardón de Bandera Azul, reconocimiento que premia la calidad de sus aguas y el entorno. De hecho, es el arenal con Bandera Azul más pequeño de Galicia, una rareza que la convierte en protagonista de listados turísticos y reportajes.
El acceso a Os Frades también tiene su gracia: no hay carretera directa, solo senderos. La ruta del Monte Boi permite rodear casi 2 kilómetros de muralla mientras el caminante va admirando desde lo alto las playas de A Cuncheira, Os Frades y Barbeira, con vistas que se prolongan hasta Monteferro y Panxón.
Para alcanzar la arena hay que bajar desde la fortificación o bordear las rocas en marea baja, por lo que su escasa ocupación es casi permanente; en verano suele estar muy tranquila, mucho más que otras playas famosas de la zona.
En definitiva, Os Frades sigue siendo hoy un secreto a pie de mar. Es fácil imaginar que, en esta playa de cuento, la historia y la naturaleza siguen narrándose sin prisas, resguardadas entre las piedras y los árboles, esperando ser descubiertas cada día.
✕
Accede a tu cuenta para comentar