Turismo

Esta es la playa de Galicia en la que puedes ver el fin del mundo

Se trata de un rinconcito de la Costa de la Muerte en el que confluyen leyendas de naufragios y rutas jacobeas

Vista aérea de la playa.
Vista aérea de la playa. Turismo de Galicia

La ensenada de Lourido se abre como una media luna perfecta, con la arena blanca dibujando un arco frente al océano y las dunas atlánticas cubiertas de vegetación rala trepando hacia el monte. Allí, la playa de Lourido, en Muxía (A Coruña), parece un escenario detenido en el tiempo: aguas azul turquesa, arena fina y el rugido constante del mar rompiendo, como si quisiera recordar al viajero que aquí comienza —o termina— el mundo. No es casual que a pocos kilómetros se alce el mítico faro de Fisterra, al que los romanos bautizaron como “Finis Terrae”, el fin de la tierra conocida.

Las dunas se prolongan hasta el caserío de Lourido y hacia el monte Chelo, creando un paisaje salvaje y abierto donde la naturaleza manda. Un balcón hacia el Atlántico donde se ha levantado el Parador Costa da Morte, desde cuyas ventanas la mirada se pierde en un océano sin fronteras.

Desde el monte Corpiño de Chorente, en Moraime, se despliega una de las panorámicas más bellas de la comarca: la villa pesquera de A Barca recortada en primer plano y, al fondo, la silueta de Cabo Vilán resistiendo al viento.

Pero este entorno no solo llama la atención por sus vistas: bajo la arena aún se ocultan restos de un castro de la Edad de Hierro, y en Moraime sobreviven joyas medievales como la iglesia románica de San Xiao (siglo XII) y el monasterio benedictino del siglo XI, testigos de un pasado señorial que convivió con humildes casas labriegas.

Playa de Lourido.
Playa de Lourido. Turismo de Lourido

Senderos de mar y tiempo

Lourido forma parte de una red de rutas que invitan a recorrer la Costa de la Muerte paso a paso. Por un lado, el histórico Camino de Santiago en su variante de la Costa, que conecta las sendas jacobeas con Muxía y Finisterre.

Por otro, la playa está integrada en el moderno Camiño dos Faros, un recorrido de casi 200 kilómetros entre Malpica y Finisterre. Lourido se atraviesa en la exigente etapa 7 (Muxía–Nemiña), con más de 25 kilómetros de playas, acantilados y pendientes que alcanzan el 23 %. Tras dejar atrás la arena, el sendero asciende al monte Cachelmo, desde donde se divisa Muxía enmarcada por Cabo Vilán, Punta Buitra y el siempre imponente Touriñán.

A ello se suman los miradores cercanos, como el de Corpiño de Chorente, y otros caminos locales que permiten enlazar con el monte Facho de Lourido o el monte Negro, auténticos balcones sobre el Atlántico. Muchos viajeros completan la experiencia con la visita al Santuario da Virxe da Barca, en Muxía, vinculado a la tradición jacobea que narra cómo la Virgen llegó en una barca de piedra para alentar al Apóstol.

La belleza de Lourido invita al paseo, pero conviene recordar que sus aguas, como en toda la Costa de la Muerte, esconden fuertes corrientes que lo hacen poco recomendable para el baño. Aquí no hay sombrillas ni chiringuitos, solo mar abierto y viento libre. El calzado de senderismo se convierte en aliado indispensable para recorrer los tramos rocosos, y no está de más llevar agua y protección solar.

Naufragios y la promesa del horizonte

Este rincón de Galicia ha sido escenario de innumerables naufragios, leyendas y relatos transmitidos de generación en generación. Como toda la Costa de la Muerte, Lourido guarda la memoria de los marineros que desafiaron al océano y pagaron un alto precio. El cabo Finisterre, “el fin del mundo”, sigue siendo para muchos peregrinos y viajeros el último punto donde contemplar la caída del sol europeo.

Y quizá ahí radique el hechizo de Lourido: un paisaje que condensa la esencia de la Costa de la Muerte: naturaleza, historia y la eterna promesa de un horizonte inalcanzable donde cada amanecer renueva el mito del fin del mundo.