Naturaleza

Una increíble cascada en la Costa de la Muerte: ocho metros de caída, piscinas naturales y leyendas de otra época

Este salto de agua esconde la historia de un río que susurra relatos de otra época a quien presta un poco de atención

Caldeiras do Castro, Muxía (A Coruña).
Caldeiras do Castro, Muxía (A Coruña). Turismo de Galicia

Hay un lugar en Muxía (A Coruña) que se aleja del rugido del Atlántico acercándose a otro tipo de rumor: el de un río que guía al visitante hacia un rinconcito de tierra y agua casi oculto. Allí, entre alisos y robles, el agua se precipita en un salto de ocho metros que rompe el silencio de la ribera. Son las Caldeiras do Castro, un espacio en el que el tiempo y la erosión han terminado por dibujar unas pozas circulares que parecen, como su propio nombre indica, calderas de granito.

A fin de cuentas, la toponimia no suele engañar: la corriente, al caer con fuerza, ha labrado profundas piscinas naturales encadenadas en rápidos y remansos que invitan al baño en verano. En invierno, el caudal crece y la cascada se muestra más furiosa, desplegando un espectáculo admirable.

Aunque Caldeiras do Castro no sólo naturaleza. En una de las riberas del río descansan los restos de un castro celta que recuerda que estas tierras ya estuvieron habitadas hace dos milenios. Con la cristianización, se levantó aquí una ermita barroca dedicada a Santo Eutel, hoy restaurada y acompañada por un cruceiro del siglo XVIII. Generaciones de vecinos acudieron a este santuario en busca de protección frente a la rabia, atribuyendo al santo poderes milagrosos.

Capilla de Santo Eutel.
Capilla de Santo Eutel. Ayuntamiento de Muxía

El río también movió molinos de agua, uno de ellos reconvertido en batán para golpear paños de lana. Entre la maleza aún se adivinan las ruinas de esas construcciones, testigos de una vida que se apoyaba en la fuerza inagotable del Castro.

Leyendas

Y como tantos rincones gallegos, las Caldeiras están envueltas en historias de leyenda. Una de las más conocidas habla de una moura que habitaba en una cueva cercana, guardiana de un tesoro. Atraída por sus cantos, una joven llamada Aurora ignoró las advertencias y levantó una losa prohibida. Entonces brotó un torrente imparable que inundó el valle. Cuando las aguas bajaron, quedaron como recuerdo las pozas y cascadas que hoy vemos.

Otros relatos aseguran que en la poza principal habita un “encanto” con unas tijeras mágicas, espíritu que vela tesoros ocultos bajo el agua. Realidad o fábula, lo cierto es que al caer la tarde, con la bruma elevándose sobre las pozas y el sol pasando entre los árboles, el lugar parece susurrar secretos de otra época.

Lugar para el descanso

El enclave se encuentra a unos 12 kilómetros de Muxía, siguiendo la carretera AC-440 hacia Fisterra. Desde el desvío, la señalización conduce al Área Recreativa do Castro, un espacio con mesas de piedra, barbacoas y hasta un horno tradicional, donde familias y grupos de amigos pasan la jornada.

Caldeiras do Castro.
Caldeiras do Castro. Ayuntamiento de Muxía

Desde allí, un sendero de apenas 200 metros desciende hasta la cascada. Una barandilla de madera y escalones rústicos facilitan la bajada, que culmina en un mirador natural con vistas al río encajonado entre el bosque.

Entre lo local y lo turístico

Durante décadas, las Caldeiras han sido una playa fluvial íntima para los vecinos, que cada verano regresan a bañarse en sus pozas. Hoy empieza a recibir también a viajeros que buscan alternativas a la costa. No obstante, el paraje mantiene su calma: incluso en agosto es posible encontrar un rincón en soledad, bajo la sombra de un carballo.

Peregrinos del Camino de Fisterra-Muxía también suelen desviarse hasta aquí. Y para los que apuestan por el senderismo, la cascada es punto de partida de una ruta circular de unos 10 kilómetros que recorre aldeas rurales y acompaña al río Castro en parte de su curso, revelando iglesias barrocas y casas blasonadas entre el paisaje.

Y al final del día, cuando el sol se oculta tras los montes y la cascada sigue su camino, el viajero comprende porque este rincón de Muxía es una puerta a la Galicia de otra época, esa en la que lo real y la leyenda avanzan casi de la mano.