Gastronomía

Bel Mondo, el nuevo italiano que da vida a Madrid

El grupo Big Mamma ha inaugurado esta espectacular trattoria en la que es posible comer realmente bien por 30 euros

Restaurante Bel Mondo.
Restaurante Bel Mondo.Ruben mondeloLa Razón

Comprobar que con la que está cayendo todavía existen hosteleros valientes y arriesgados que deciden abrir en Madrid nos da un respiro. Les cuento. El grupo Big Mamma ha inaugurado Bel Mondo, una espectacular trattoria en la que es imposible quitar ojo a la decoración, con sello de Studio Kiki, y en la que, además, es posible comer realmente bien por 30 euros. Tras leer la recomendación de Samantha Vallejo-Nágera, nos aventuramos a descubrir los casi mil metros de local, con una terraza de más de doscientos, techada para invierno. Dirigido por Víctor Lugger, el chef napolitano Ciro Cristiano y Tigrane Seydoux, nos cuenta este último que antes de abrir los locales de París, Lille, Lyon y Londres viajaron por Italia para conocer a casi 150 pequeños productores: «La filosofía es democratizar la buena cocina italiana con el objetivo de que el comensal viaje con el paladar. Somos exigentes con la calidad». Así, el prosciutto di Parma llega directo de Langhirano, mientras que la burrata lo hace desde Andria, en Puglia, y el pomodoro es de San Marzano, pero, eso sí, la carne es gallega. Las pastas están elaboradas con una base de sémola traída de Mulino Artigianale Dibenedetto, un pequeño molino en Altamura (Puglia) de tal calidad, que se nota en el plato de girella «alla norma», un canelón relleno de ricotta di bufala de Salvatore Corso, berenjenas y tomates confitados con un toque de albahaca, que es para comerse dos. Merece tanto la pena como los pappardelle con cordero, limón de Amalfi, cilantro y una salsa de parmigiano D.O.P de 24 meses. Entre las pizzas, hechas al estilo napolitano, nos decantamos por la «Shuffle Truffle», brutal, con ricotta, salsa tartufata, setas y escamas de trufa fresca de Molise. Deje que Seydoux le recomiende un barolo, así hicimos nosotros. Y no olvide pedir la tarta de limón de Francesca y olvidarse de la cruda realidad con un cóctel en el bar.