Gente

Olivia Molina: “La sinceridad necesita trabajo y tiempo”

Tras su éxito en el teatro con «Perfectos desconocidos», vuelve a la televisión con «La Valla», que le ha permitido trabajar junto a su madre en la pequeña pantalla por primer vez

Olivia Molina. Foto: DAVID SAGASTA
Olivia Molina. Foto: DAVID SAGASTAlarazon

Olivia Molina, que lleva año y medio en el teatro con la obra «Perfectos desconocidos», acaba de estrenar serie en Antena 3 Premium. Se trata de «La valla», una historia distópica que, sin embargo, recuerda demasiado a ese futuro que tanto tememos, con recursos naturales agotados y el mundo dividido, una vez más, entre ricos y pobres y gobernado a golpe de dictadura.

–Ese mundo que nos aterra que un día pueda llegar ¿se teme más cuando se tienen hijos?

–Desde luego. Los miedos se acrecientan cuando eres madre. Y los tengo también para conmigo, por la responsabilidad enorme de lo que les voy a transmitir, la educación que les quiero dar, los valores que les quiero inculcar y lo que les vamos a dejar. Me preocupa el mundo que van a heredar. Estamos viviendo momentos de emergencia climática y hay que hacerles conscientes de que esto que tenemos ahora es casi un privilegio que hay que conservar y que todos tenemos responsabilidad con el mundo.

–La serie aborda además la separación de familias…

–Hijos a los que se les separa de sus padres porque no tienen trabajo. A mí como madre eso me emocionaba muchísimo y me llevaba a pensar en la política de tolerancia cero que hay en EEUU, donde separan a los niños de los padres inmigrantes que entran en el país. Se me ponía el vello de punta.

–Es la primera vez que comparte serie de televisión con su madre, Ángela Molina ¿Qué tal la experiencia?

–Habíamos hecho teatro y cine juntas, pero ha sido muy potente trabajar en un proyecto de televisión, porque son seis meses de rodaje y da mucho tiempo a pasar por todo: a crear los personajes, profundizar en ellos… Lo hemos disfrutado mucho. Sobre todo porque estoy ahora en un momento más sereno y maduro y puedo estar más abierta a aprender de ella. Nos decimos las cosas más claramente. Es un momento muy gustoso y con mucha confianza.

–¿Se parecen en la forma de ser o en la de trabajar?

–Creo que no. Pero eso también nos acerca. Porque tenemos maneras distintas de estar, de percibir, edades diferentes, bagajes distintos... Nos enriquecemos mucho la una a la otra.

–Frente a ese trabajo televisivo dramático, su otro yo anda en la comedia teatral «Perfectos desconocidos», en el teatro Reina Victoria de Madrid. ¿Fue muy diferente la forma de preparar uno y otro trabajo?

–Totalmente. Para crear a Julia en «La valla» tuve que hacer un trabajo fuerte de investigación y preguntar a familiares cómo es nacer en democracia y luego vivir en una dictadura, porque yo no lo he vivido. El trabajo en la televisión es más solitario y con muy pocos ensayos, con lo que tienes que llegar al set y hacer la propuesta, aunque siempre bien guiada por los directores. En el teatro hay largos periodos de ensayo y es muy gratificante para los actores.

–En «Perfectos desconocidos», un grupo de amigos alardea de conocerse, de confianza y de sinceridad… ¿diría que la sinceridad está sobrevalorada?

–Para mí la sinceridad es un acto de valentía para con uno mismo y para con el otro. Y requiere trabajo y tiempo. Y no siempre lo tenemos. Vivimos muy deprisa , sobre informados, sobre estimulados y sobre expuestos. La sinceridad requiere de contacto, conexión y de tiempo. Y creo que es un valor importantísimo.

–¿Las parejas tienen que conocer todo del otro?

–Yo diría que todos tenemos derecho a un espacio propio, personal, pero que, por supuesto, no interfiera en el otro. Quiero decir que mi libertad no puede agredir al otro, termina donde empieza la del otro. Yo tengo derecho a tener mi espacio, pero no puedo ser desleal. Creo en la lealtad absolutamente, sí.

–¿Y en la belleza natural? Su madre y usted misma parecen el paradigma de la belleza natural, frente a la cirugía que reina en Hollywood.

–Yo entiendo las dos cosas. La presión es muy fuerte y la profesión muy expuesta. Por eso creo que al final debemos respetar desde donde lo mira cada uno. En mi caso sí siento que es casi una actitud hacia dentro, que la belleza es una actitud de amor propio. Y me parece igual de bien que si alguien quiere utilizar herramientas externas, retoques, cirugía, lo haga, o que si lo prefiere atraviese su camino a la vejez con libertad y sin juicios. Son dos opciones totalmente válidas.

–Vive y deja vivir… Y que cada uno dé a luz como quiera, con epidural o sin ella. Hay que ver la que se montó con ese tema, cuando fueron su madre y usted al «Hormiguero».

–Fue una polémica curiosa. Yo pude elegir, me informé y decidí dar a luz de manera natural. Y pude hacerlo, porque a veces el parto se impone por problemas y hay que atacar haciendo cesárea; pero yo tuve la suerte de poder parir como quise y fue una oportunidad increíble y una conexión brutal con mi hijo. Me impresionó que, de pronto, se juzgara a quien quiere hacerlo así o elige ponerse una epidural… Mi madre y yo somos súper respetuosas con la maternidad y las mil maneras de vivirla.

Personal e intransferible

Olivia Molina nació «en Ibiza en 1980». Está soltera, tiene dos hijos de los que se siente muy orgullosa. Se arrepiente «de pocas cosas». Perdona, olvida y se ríe «con los chistes de mi hija Vera». Le hace llorar la realidad en el Mediterráneo y a una isla desierta se llevaría un libro interminable. Le gusta «comer legumbres con arroz y beber agua o un buen vino tinto». Se ducha con música siempre y es una viciosa del yoga. Sueña mucho «que salto al vacío a mucha velocidad». De mayor le gustaría «tener la capacidad de cuidar y estar sanamente con los míos», y si volviera a nacer sería «psicóloga».