Gente
Lo que no se vio de la boda de Belén Esteban y Fran Álvarez
Nervios, agobio y demasiado aforo, así fue “el gran día” que vivió la pareja de enamorados
Aquel 27 de junio de 2008 la pareja se dio el “sí quiero” en una multitudinaria boda, ya que el número de invitados se acercó a los 500. El lugar elegido fue El Palacio de Negralejo, Madrid. Era una calurosa jornada de verano en la que los invitados comenzaron a llegar al complejo a partir de última hora de la tarde. Familiares de la pareja, amigos comunes, compañeros de trabajo tanto de ‘El Programa de Ana Rosa’, en el que trabajaba por entonces, como de otros espacios en los que “La Princesa del Pueblo” había colaborado. Todos, con sus mejores galas, se paraban a hablar con los reporteros de los diferentes programas y medios escritos, y todos coincidían que acudían con muchas ganas de vivir una romántica velada. El sentir de la mayoría era que el amor había triunfado y que Belén se lo merecía.
En el interior del complejo elegido por los novios todo estaba listo. Toño Sanchís, que por entonces comenzaba su relación laboral con La Esteban, se desvivía controlando los últimos detalles. Como representante de la novia, se ocupó de organizar a los periodistas. Y mientras, familiares de Belén controlaban en el interior, tanto de la ermita como del lugar del convite, que todo estuviese preparado. Por otro lado, estaban las amigas de Belén y alguna compañera del programa en el que trabajaba, que se encargaron de acompañar a la novia mientras se vestía. Para ello, se habilitaron dos habitaciones: una para la protagonista absoluta del día y otra para su séquito. Todos los que allí estaban, coinciden en que Belén estaba desbordada por el evento y bastante nerviosa. Estaba demasiado alterada.
Pero si ella estaba superada y visiblemente exaltada, Fran llegó totalmente bloqueado. El comentario de los testigos es que la situación se le iba de las manos. Él no sabía precisamente desenvolverse con naturalidad entre tanta multitud y, el delicado momento que ambos atravesaban con sus problemas de adicción, no ayudó en absoluto. Era un muñeco en manos de los que orquestaron aquel enlace.
Con tanto nervio por parte de los contrayentes, el que prometía ser el día más feliz de sus vidas, no arrancaba de la mejor manera. Por si esto fuera poco, en la ceremonia se notaba cierta tensión. Las escasas dimensiones de la ermita y el calor, no ayudaron a tranquilizar a los recién casados. Belén se quejaba y Fran Álvarez estaba bañado en sudor.
“Fran era un títere al que llevaban y traían”
Ya marido y mujer, algo más relajados, saludaron y recibieron los parabienes de todos los invitados, igual demasiados para calmar el agobio, según apuntaba la propia Esteban que no daba abasto. Para rematar, todavía quedaba el posado para la prensa.
Ya entrada la noche y después de tomarse algo, la pareja de recién casados atendía a la nube de periodistas que se encontraban en el exterior de la finca cubriendo el evento. Una Belén más acostumbrada, capeaba el momento, tiraba de un Fran bloqueado y visiblemente asustado al que le costaba armar una frase. Se limitaba a contestar con monosílabos y a sonreír porque, a pesar de la tensión, se les veía contentos.
A Belén todavía le quedaban invitados que saludar y ya no podía más. De hecho buscaba a sus más allegadas para refugiarse unos minutos y evitar agobiarse. A penas probó bocado y comentan que se ausentaba, que volvía y que, poco a poco, tanto ella como Fran se fueron relajando aunque sin disfrutar al cien por cien de su gran día.
Para los testigos de aquel enlace, Fran era un títere al que llevaban y traían y solo se relajó, cuando terminó la cena y comenzó la parte más distendida del enlace. Belén, sin embargo, supo llevar la situación y disfrutó más del que se suponía que tenía que ser un día especial para la pareja.
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