Gente
La bajada a los infiernos de Fran Álvarez con Belén Esteban
El camarero era un hombre humilde al que superaron las circunstancias de la vida. No soportaba ser famoso y el ángel terrenal no tardó en convertirse en demonio.
Era un hombre sencillo, un chico de barrio, y la llegada de Belén Esteban a su vida transformó su existencia. El camarero se convirtió de un día para otro en “príncipe consorte” y el acoso mediático le afectaba de tal manera que buscaba auxilio donde no debía encontrarlo. Fran Álvarez intentaba esconderse sin éxito de los paparazzis, porque odiaba su nuevo estatus. No entendía, ni quería, la insistencia de los programas del “corazón” por conseguir una simple imagen o cualquier frase suya. Le molestaba y le alteraba. Se encerraba en sí mismo, en el bar de su padre y en la casa que compartía con Belén y su hija Andrea, huyendo de los placeres urbanos.
Desgraciadamente, el ángel terrenal, como le consideraban en su entorno por su bondad y cercanía, comenzó a convertirse en demonio. Primero, su regreso a casa por las noches se retrasaba. Echaba el cierre en el local, pero, y tuve ocasión de presenciarlo con mis propios ojos, se quedaba tomando cañas, una tras otra, con algunos amigos poco recomendables. De ahí a otras adicciones más perniciosas solamente hubo un paso.
La relación amor-odio con Belén Esteban tampoco le ayudó a salir del infierno. Al contrario, le empujó más hacia el borde del precipicio. Pero estaba enamorado de esa mujer de fuerte carácter con la que compartió vivencias, para bien o para mal, a lo largo de diez años. Los dos necesitaron ayuda psicológica, intentaron salvar su matrimonio aun adivinando que todo estaba perdido. Y la salida de Fran del chalet de Paracuellos, aunque la pareja dijo que fue de mutuo acuerdo, para el camarero resultó todo un drama, igual que para una Andreíta que adoraba al marido de su madre, porque, con ella, siempre fue un segundo padre, sustituto del primero, un Jesulín de Ubrique que no tenía tiempo ni mimos para su hija.
Me unía una buena amistad con Francisco, nos presentó el periodista Aurelio Manzano en el bar El rascacielos del barrio de La Elipa, el suyo, y aquel día conocí a un hombre bueno, superado por una vida que no se adaptaba a su personalidad ni a sus ansias de anonimato. Uno de sus amigos de toda la vida me contó ese mismo día que “en ocasiones no reconozco al Fran de siempre, al chico que se desvive por los demás y que es enemigo de las comodidades innecesarias y los ambientes a los que le ha empujado Belén, todo le supera... Ese matrimonio no tiene futuro, el tiempo me dará la razón”.
No es verdad que Belén y Fran se conocieran desde la infancia. Les presentó Arancha, la madre del hijo del camarero. Su ruptura no fue tan traumática como la de la Esteban. Les unía un hijo, que hoy tiene veinte años, y un respeto a prueba de malas lenguas. Cuando su matrimonio con la tertuliana de «Sálvame» se hizo público, le llamé para interesarme por su estado de ánimo, porque me enteré de que lo estaba pasando muy mal, y me dijo que “me arrepiento de haber firmado los papeles del divorcio, echo muchísimo de menos a Belén, y te aseguro que no es cierto eso que dicen sobre que le fui infiel, nunca le puse los cuernos a mi mujer. Esto es una maniobra de alguien que quiere hacernos daño”. Pero años después reconoció que tuvo una aventura con una tal Arancha. Nada serio, pero una realidad.
Desde su separación definitiva, no levantó cabeza. Su amigo Jose me cuenta que «los cambios de carácter le llevaban a pasar de la tranquilidad más absoluta a momentos de ansiedad que agriaban su comportamiento. Un día le vimos tan mal que, entre todos, le convencimos para que ingresara en un centro de la ONG Proyecto Hombre. Allí estuvo unos cuatro meses… y a principios del verano de 2019, le echaron, porque parece ser que rompió ciertas normas. Por la desesperación que le causó aquella contingencia volvió a recaer en sus adicciones. Quería rehabilitarse pero no lo conseguía. Iba a algunos lugares que no le beneficiaban lo más mínimo. Ni tampoco determinadas personas que los frecuentaban. Hace ocho meses comenzó a salir con una chica del barrio y se le veía más contento y feliz, pero ni ella logró alejarle totalmente de sus problemas. En el fondo era un gran tipo, un ser humilde y lleno de bondad, al que le superaron las circunstancias de la vida. Perder el anonimato fue su mayor fracaso… Sus padres y sus hermanas nunca le dejaron de lado.
Es más, creo que se turnaban para dormir con él todas las noches. Por eso nos extraña que el pasado domingo, el día que le encontraron muerto en su “loft”, situado en la misma calle que el bar de su familia, en el que trabajaba, saliera a la luz que llevaba dos días solo. Nadie tuvo noticias suyas desde el viernes anterior. Nos han dicho que sufrió una parada cardiorrespiratoria de la que no se pudo recuperar».
En su barrio, todos tienen buenas palabras para el chico de 43 años que no quiso formar parte de la nobleza urbana. Y en Paracuellos, donde hoy reside Belén Esteban, le veían como un hombre “normal y amable, que saludaba a todo el mundo. Nunca escuchamos una mala palabra salir de su boca, al contrario, era simpático, recordamos lo bien que se llevaba con Andrea Janeiro, de la que hablaba con un cariño inmenso. Y tampoco se escuchaban grandes broncas en el chalet de Belén, si las tenían, no tenemos constancia de ello”.
En enero del año pasado contacté con Fran para ver cómo se encontraba. Me confesó que «voy a estar unos meses fuera de Madrid, porque me he apuntado en una Escuela de Hostelería en otra ciudad. Y le creí. Pero al poco tiempo me llamó nuestro común amigo, Aurelio Manzano, para darme un mensaje que conllevaba un perdón: “Me dice Fran que le perdones, se siente mal por haberte engañado, que te diga que no es verdad lo de la hostelería, que se marcha a un centro de rehabilitación de la ONG Proyecto Hombre, pero que, por favor, no cuentes nada a nadie”. Respeté su decisión, e incluso me alegré porque entendía que ese ingreso suponía el principio de una nueva vida.
El destino quiso que ese sueño quedara incumplido, al igual que su otro gran deseo: participar en el “reality” “Supervivientes”. Aspiraba a vivir la experiencia, pero al no conseguirlo llegó a acusar a su ex mujer, la Esteban, de “haber influido en Mediaset para que no me llamen, que si yo participaba en el concurso, ella se iba del “Sálvame”. Nunca entendí su actitud… Fueron ganas de hacerme daño”. Quizá por ello, la última vez que conversamos me avisó de que “no pienso darle facilidades a Belén para que consiga la anulación de nuestro matrimonio, si ella va a sacar partido vendiendo la exclusiva de esa boda religiosa, que pague todo el proceso. No estoy por la labor de facilitarle las cosas…”.
No se hablaban, se ignoraban totalmente, pero en estos momentos tan duros, la otrora “princesa del pueblo”, según nos desvela una de sus amigas, “no quiere malos rollos y deja a un lado lo problemas de aquel matrimonio para centrarse en los momentos buenos y en la estrecha relación entre Fran y su hija Andrea. Dentro de unos días irá a casa de Amaro y Maruja para manifestarles en persona su pesar. Lo que se ha publicado sobre que no sería bien recibida, es falso”. La colaboradora de “Sálvame” tenía que haber vuelto a su programa el lunes pasado, un día después de que descubrieran el cadáver de su ex, y a día de hoy sigue “desaparecida”. Algunos esperan que conceda una exclusiva esta noche en el “Deluxe”, pero Patricia, la directora del mismo, nos asegura que “no es cierto”.
Nuria, la novia que no pudo salvarle de sus adicciones
Fue su último amor, la mujer hoy destrozada por la muerte de Fran Álvarez, una sencilla chica de barrio que intentó convertirse en el bálsamo que le apartara de sus adicciones, en la compañía que le condujera a una vida mucho más sana y exenta de problemas, tanto físicos como mentales. Nuria llora en silencio porque no desea, al igual que Fran, una existencia mediática. Los periodistas no tuvimos constancia de su existencia hasta que conocimos la dramática noticia del fallecimiento. Y sus gritos de dolor todavía resuenan en el edificio donde encontraron el cuerpo sin vida del camarero.
Aquel domingo por la mañana se acercó al “loft” de Fran para buscar una reconciliación y se topó con un drama insalvable. Habían discutido el viernes anterior y no habían vuelto a hablar durante el fin de semana. Por su cabeza no se le pasaba que ese enfado supusiera una ruptura. Le quería demasiado a Fran, llevaban ocho meses juntos y no habían tenido ninguna crisis. Una fuente cercana a Nuria nos revela que “está muy dolida y destrozada por la pérdida de su amor”.
Y aquí contamos la realidad: ni conoció a su chico en el centro burgalés de Proyecto Hombre ni sufre sus mismas adicciones. Ni tampoco se lleva mal con los padres y las hermanas de Fran, al contrario, todos reconocen el bien que le hizo durante el tiempo que pasaron juntos y se fundieron con ella en abrazos interminables en el Tanatorio de la M-30 madrileña donde se velaron los restos mortales.
Es una mujer sencilla y normal, dependienta en una tienda del barrio de La Elipa, en el que también vive. Uno de los parroquianos del restaurante familiar de los Álvarez, y que guardaba una buena amistad con el hijo del dueño, asegura que “Nuria venía de vez en cuando a ver al chico, comía algunas veces aquí y luego se marchaba a la tienda. Parecían muy felices. Fran siempre hablaba muy bien de ella, que era muy cariñosa y que le ayudaba mucho en todo. Yo estuve en el tanatorio para dar el pésame a Amaro y a Nuria. Se la veía destrozada, todo el tiempo llorando…”.
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