Venezuela

La fiesta sin fin de Nicolasito

El mismo día que el gobierno venezolano implantó la «cuarentena radical», el hijo de maduro festejó su 30 cumpleaños

El mismo día en que el gobierno de Nicolás Maduro anunció la implementación de una «cuarentena radical, social, disciplinada y consciente», el hijo del presidente celebró su 30 cumpleaños por todo lo alto. Después de veinte años de revolución bolivariana, seguramente a nadie le sorprenda que las principales figuras del régimen sean las primeras en burlar o abiertamente incumplir sus propias reglas. De todos modos, hubo quien protestó. Los vecinos llamaron a la policía para quejarse de la ruidosa –e ilegal– fiesta de Nicolasito, el primogénito y aparente heredero del chavismo. La respuesta que obtuvieron, vía Twitter, fue que las autoridades «no pueden hacer nada» porque la celebración estaba custodiada por miembros de la seguridad presidencial. El tuit, que también indicaba que Maduro padre estaba presente esa noche, fue enviado por Javier Gorriño, jefe de seguridad del municipio El Hatillo, en Caracas. Gorriño fue detenido y acusado de instigación al odio y se encuentra en arresto domiciliario desde el martes.

Claro que Nicolasito no ha de estar acostumbrado a que nadie se queje de sus fiestas. No solo por ser el hijo del presidente, sino porque muchas de ellas han sido celebrabas en una isla a la que únicamente tienen acceso el primer mandatario y su familia. La Orchilla, ubicada al este del Archipiélago Los Roques, es una dependencia federal y sede de un campamento militar y de la Base Aeronaval Antonio Díaz. Con una playa de quince kilómetros de arena blanca y agua cristalina, es un paraíso caribeño en el que han pasado sus vacaciones muchos presidentes venezolanos desde Marcos Pérez Jiménez. Fue el dictador quien, en los años cincuenta, mandó a construir allí un conjunto de pequeñas casas y una residencia presidencial diseñada por el español Julio Barreiro Rivas. Al ser una base militar, el turismo está prohibido, lo mismo que el sobrevuelo de aviones civiles. Para Nicolasito, y para muchos miembros de la revolución, la Orchila ha sido el refugio perfecto, un lugar donde no tienen que disimular la vida de lujo que llevan a costa del pueblo venezolano.

Pero no todo son fiestas en la vida de Nicolás Jr. Ya desde 2013, cuando solo tenía 23 años, ocupó sus primeros cargos públicos, algunos creados a medida para él. Y con las responsabilidades políticas llegaron también las de padre y esposo: Nicolasito se casó con Gryssel Torres por esa misma época, y tiene con ella dos hijas de 12 y 5 años respectivamente. Sin embargo, se dice que Maduro Guerra tiene también alrededor de otros tres hijos de diferentes madres, el primero de los cuales nació cuando él tenía 23 años.

«Gente de paz»

Además de su participación en eventos políticos, de su declarado amor por al fallecido Hugo Chávez y de formar parte del aparato burocrático del régimen, Nicolasito demuestra interés por la cultura. En 2014 publicó un disco de canciones de Navidad en las que él toca la flauta. Titulado «Gente de paz», en el álbum colaboran reconocidos artistas venezolanos cercanos al chavismo, como el actor y cantante Roque Valero y el cuatrista Iván Pérez Rossi. Nicolasito se formó como flautista en el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, donde estudió entre 1998 y 2004.

Aunque estudió Economía en la Unefa (sus notas, según los récords oficiales, dejaban mucho que desear), el hijo de Maduro ha estado vinculado con programas culturales del régimen, como el proyecto de la Escuela Nacional de Cine, del que su padre le nombró coordinador en 2014. En realidad, el proyecto nunca se materializó; de hecho, la Escuela Nacional de Cine de Venezuela está activa desde 2010, pero se trata de una institución que no guarda relación alguna con el gobierno. Y aunque aquellos sueños de hacer cine se vieron frustrados, Nicolasito perseveró en su pasión por las cámaras y el pasado mes de mayo anunció su programa #MaduroGuerraLive, que se transmite por Instagram y YouTube, y con el que, en sus palabras «la generación Chávez asume la tarea de comunicar, debatir y generar ideas para el combate diario». Y si entre combate y combate queda tiempo para una buena fiesta, por qué no.