Casa Real

Doña Sofía vuelve a Mallorca en medio de la tormenta

En la isla ha vivido muchos de los mejores momentos y más felices de su vida familiar. Y aunque la situación ahora es distinta, ella encuentra en Mallorca la paz que necesita

La madre de Felipe VI prepara como todos los años su retorno a Marivent, la residencia veraniega de la Familia Real situada a orillas del Mar Mediterráneo en la Isla de Mallorca, donde ella confiesa haber vivido muchos de los momentos mejores y más felices de su vida. A partir de la semana próxima, Doña Sofía se desplazará junto con su hermana la Princesa Irene de Grecia, que reside gran parte de su tiempo con ella en el Palacio de la Zarzuela, a su lugar favorito de España para recargar las pilas después de varios meses de intensas y dolorosas vivencias debido a la pandemia del coronavirus y a los penosos hechos de un año muy complicado desde el punto de vista familiar. Las actuales circunstancias por las que pasa la Casa Real, desde que se dio a conocer en el comunicado del 15 de marzo pasado la ruptura entre Felipe VI y su padre Don Juan Carlos por la presunta conducta económica inapropiada de este último, no parece que vayan impedir que la Doña Sofía vaya a pasar un tiempo de descanso en Marivent, según cuentan personas allegadas a la anterior consorte real. Aunque este verano sea muy distinto a tantos otros del pasado, en los que los tres hijos de Doña Sofía, Felipe, Elena y Cristina, compartían ese descanso en las casas individuales que se construyeron cuando formaron sus propias familias, ella volverá a Marivent a contemplar ese mar que para ella es un lugar de referencia desde que era niña.

Durante décadas, al acabar sus actividades oficiales dentro de la agenda institucional de la Familia Real, Doña Sofía se trasladaba a mediados de julio a Palma de Mallorca, junto con la gobernanta y algunas personas más que habitualmente formaban parte del servicio del Palacio de la Zarzuela, para preparar esa casona construida sobre unas rocas bañadas por las olas del Mare Nostrum y que todo estuviera dispuesto a la llegada de toda su familia. Para ella, acondicionar cada una de las estancias de Marivent, decoradas con las típicas telas mallorquinas de rayas difuminadas en varios colores y amuebladas de manera más rústica e informal que las habitaciones de la Zarzuela, era una tarea ilusionante y que llevaba a cabo sin problema. Esos días de vacaciones siempre le han servido para rememorar los veranos familiares que pasaba con sus padres y hermanos en la isla de Corfú, en su tierra griega de origen. Las jornadas en Marivent empezaban en la gran terraza que da al mar con un desayuno al que cada miembro de la familia se iba incorporando conforme se levantaba. Y terminaban con cenas informales seguidas de largas tertulias en el mismo lugar, que se prolongaban hasta bien entrada la madrugada y en las que participaban los hermanos de Doña Sofía: el rey Constantino y su amplia familia, la princesa Irene, benjamina de la familia real griega, y su prima Tatiana Radziwill, muy unida a Doña Sofía desde su juventud ya que convivieron juntas varios años. Durante el día, las regatas de la Copa del Rey centraban su tiempo, puesto que se desplazaban todos ellos, o bien al Fortuna, yate de la Familia Real española, o bien a embarcaciones rápidas que podían seguir más de cerca los veleros con los que Don Juan Carlos, el Príncipe de Asturias y la Infanta Cristina competían en las regatas cada año. Ella, con su eterna cámara Polaroid, tomaba imágenes y animaba con su presencia a los participantes en la competición.

También, Doña Sofía se embarcaba algunos días en el maxi Hispania de la Armada España para tomar parte en la regata y recordar los tiempos en los que se preparaba para formar parte del equipo griego que iba a competir en los Juegos Olímpicos de Roma y en los que su hermano Constantino resultó vencedor. Los mallorquines han aceptado desde siempre con mucha naturalidad la presencia de la Reina Sofía. No hacen aspavientos cuando la ven pasear por el centro de Palma, entrar a unos grandes almacenes para realizar unas compras o adquirir unas albarcas menorquinas en una de las alpargaterías que abundan en el Paseo Marítimo o en la calle de Jaime III. Ese dejar hacer lo que ella prefiera, sin molestarla ni abordarla y aceptando su presencia como si fuera una mallorquina más, le encanta a Doña Sofía porque la hace sentir como en su propia casa.

Una incógnita

No se sabe aún si este verano Felipe VI y Letizia, junto con sus hijas la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, compartirán unos días de vacaciones con ella dadas las circunstancias que atraviesa la Familia Real. Durante el verano, tampoco olvida ni deja atrás la tarea de supervisar las actividades de la Fundación Reina Sofía. Esta misma semana, el Comité Ejecutivo ha aprobado el desarrollo de nuevas actividades que ayuden a paliar la crisis económica y social provocada por la Covid-19. La incertidumbre, pues, no estará ausente este verano del tiempo de descanso de Doña Sofía, pero las preocupaciones puede que pierdan intensidad cuando vuelva a contemplar el mar y disfrutar del tiempo del estío de las Islas Baleares, su, de alguna manera, lugar en el mundo.