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Doña Pilar, la hermana que habría resuelto el dilema de Don Juan Carlos
La Infanta, que siempre celebró en Mallorca su cumpleaños rodeada de su familia, habría cumplido hoy 84
A medio día de hoy la infanta doña Pilar habría abierto la puerta de su chalé en la urbanización Sol de Mallorca en Calvia para recibir una tarta que le llevaría en mano, Julián Aguirre, periodista del diario local «Última Hora». Hoy, la hermana mayor de Don Juan Carlos habría cumplido 84 años. A ninguna tarta le hacía ascos la infanta porque era de buen comer. Además, no tenía problemas con el azúcar. El año pasado recogió una de bizcocho su hijo Fernando y todos apuntamos en nuestras crónicas que doña Pi se encontraba descansando. Fue una mentira piadosa que nos pidieron los hijos que dijésemos. Ahora puedo desvelar la verdad, y es que se encontraba mal; las sesiones de quimio para atajar al cáncer la dejaban agotada. Aún así ella no dejó de hacer su vida como una mallorquina más, y por eso se la apreciaba tanto en la isla.
Los últimos años, siguió haciendo su rutina, siempre que las sesiones de tratamiento se lo permitían. Lo mismo iba a su reunión semanal con sus amigas en el centro de Palma como se escapaba a la compra al mercado de Santa Catalina. Allí los tenderos le sacaban una silla mientras pedía en los diferentes puestos. En la Anselma compraba sobrasada, butifarrons de matanza extra, aceitunas verdes de las de sabor fuerte y paté. «En casa somos de comer bien», me decía cuando la veía trajinando con las viandas. Justo enfrente, en el bar Frau, se tomaba su cervecita muy fría con un pincho y nunca olvidaba las hamburguesas para sus hijos y nietos, un puesto donde esta semana, su hija Simoneta, que sigue la tradición materna, ha comprado provisiones.
Ella se instalaba en la isla, casi a la par que su cuñada la Reina Sofía y las dos esperaban la llegada de la familia. La infanta Pilar consiguió tenerla unida en un matriarcado. Los cinco hijos y los nietos iban llegando escalonadamente al lugar de descanso y vacaciones. Estaba tan aclimatada que hasta jugaba al «Fruti juego», que es un cupón que se publica en el periódico «Ultima Hora» y con el que los lectores conseguían pequeños regalos.
El «Fruti juego»
Estaba obsesionada porque no le tocaba nunca. Doña Pilar cada vez que veía a los periodistas de ese diario les decía: «Decidle a vuestro director que no me ha tocado el ‘‘fruti juego'‘». Extraoficialmente puedo asegurar que le tocó una vez un euro. Cuando un mes antes de morir me concedió su última entrevista, me dijo: «Tengo dos curas amigos, uno en Mallorca y otro en Madrid, y los dos rezan por mí. Tengo conversaciones con ellos por wasap y eso me ayuda mucho. Ahora por fin he comprendido el poder de la oración». De ahí que, teniendo a casi todos sus hijos reunidos en Mallorca, donde también están la Reina Sofia, su hermana Irene y la infanta Elena, no sería nada extraño que le dedicasen hoy una eucaristía en su memoria, oficiada por el sacerdote que tanto rezó por ella y le daba tanto consuelo a través del móvil, en la parroquia de Santa María Stella Maris, la más cercana a su casa mallorquina y donde ella solía acudir a misa. La catedral de Palma cuenta con un acceso más incómodo, aunque a doña Pilar le fascinase; sin embargo, su parroquia es más acogedora. Rezar juntos reconforta a una familia que la echa de menos, especialmente Don Juan Carlos, que de estar viva doña Pilar seguro que lo habría acogido en su casa y podrían vivir ahora juntos lo que en su infancia no pudieron.
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