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Salvador Illa y el cardenal Omella: ¿Conversación sobre el infierno?
Pablo Iglesias está bajo los focos, en el centro de la pista, como Travolta en «Fiebre del sábado noche». Foco Dina y foco caja B. Las cajas B vuelven a la política nacional como el Gordo y el turrón regresan a casa por Navidad. Podemos pide otra vez una ley para controlar al Rey, jo, que parece que estamos jugando al escondite con el Emérito y eso no puede ser. Habrá que ponerle un GPS, como dice Marhuenda.
Es la política de pupitre de secundaria que se gastan por aquí: así un día asaltan los cielos y otro acaban en la tomatina de la financiación irregular, como un PP o un PSOE cualquiera. Aquello que dijo irónicamente Kissinger: «El noventa por ciento de los políticos da mala reputación al otro diez por ciento». Pero no debe de ser cierto el rumor de que cada vez que mienten pagan a Pedro Sánchez derechos de autor. Con los focos iluminándole en el centro de la pista, no se sabe si el vicepresidente segundo se mostrará a su gente como un Cristo entre dos buenos ladrones o como un buen ladrón entre dos Cristos, aunque la estrategia se repite: la culpa es ajena, está en las cloacas, la Prensa canallesca y el Ibex. La conspiración judeomasónica. Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía.
Salvador Illa fue a descansar su incompetencia (las competencias las tienen las comunidades) a Cretas, un pueblo de Teruel, y allí coincidió con el cardenal Omella, oriundo de esa localidad aragonesa. Monseñor acaba de confesar que el demonio y el infierno existen. El demonio es el que divide y rompe, dice como si pensara en Puigdemont y Torra. Y sobre el infierno añade que si no existiera, no habría verdadera libertad. Estoy con Woody Allen: «No creo en el Más Allá, pero por si acaso llevaré una muda limpia».
Yo le hubiera preguntado a monseñor Omella si es verdad que en el cielo ya están empezando a exigir mascarilla. El caso es que el ministro y el cardenal se vieron y quizá llegaron a la conclusión de que, ahora, el infierno está aquí. En tiempos de incertidumbre, solo parece claro que el presi del país que logre la vacuna más efectiva tendrá asegurada la reelección, o sea, el cielo con caja B indetectable.
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