Mascarillas: Hacer política con la boca tapada

Era cuestión de tiempo que las mascarillas se convirtieran en un accesorio de moda. Hace unos meses, cuando todavía estábamos confinados, pudimos leer en estas páginas cómo la directora de Vogue Portugal, Sofia Lucas, reconocía que no había nada frívolo en buscar diseño en las mascarillas: «Ningún diseño lo es. Elegimos algo por una razón estética, pero en su base tienen un propósito funcional, aunque sea el de hacernos sentir bien o inspirarnos, y algo que te inspira nunca puede ser frívolo». Así de clara era la responsable de la edición lusa de una de las revistas de referencia en el sector cuando todavía no sabíamos ni cuánto tiempo íbamos a estar encerrados ni qué futuro nos esperaba.

Un político que dio mucho que hablar con su mascarilla fue Santiago Abascal. De hecho, él fue uno de los primeros en acudir a la cámara con un modelo que no era el quirúrgico que habíamos visto en las farmacias. Y rápidamente esa moda se extendió en la calle. Poco tardaron el resto de sus colegas en darse cuenta de que se podían enviar mensajes también con un accesorio tan sencillo y tan necesario como ese. Y así ha sido: del toque institucional de Pedro Sánchez con la bandera de España (algo que también vimos en José María Aznar y por lo que se llegó a criticar al ex residente) o con un diseño de su partido, al reivindicativo de Pablo Iglesias, Laura Borràs o Ada Colau, pasando por las solidarias de José Luis Martínez Almeida o las más a la moda de Yolanda Díaz y Carmen Calvo, la clase política ha optado por sumarse a la tendencia de mascarillas de diseño.

El único que se ha mantenido al margen de este movimiento ha sido Pablo Casado. Si bien es cierto que al líder del Partido Popular le hemos visto con algún que otro modelo especial en tela, no es menos cierto que han sido ocasiones contadas y porque lo mandaba el momento. El jefe de la oposición parece reacio todavía a dejar entrar estos modelos en su día a día y sigue prefiriendo la sobriedad de las mascarillas quirúrgicas. Sea como fuere, parece que los políticos han decidido sumarse a una moda que ya se ha implantado de manera clara en la calle. Y es que si la mascarilla ha llegado para quedarse con nosotros durante un largo periodo de tiempo, al menos que nos ayude a diferenciarnos del resto, que se convierte en algo más personal. Una manera de intentar humanizar y darle un aspecto algo más amable a lo que no deja de ser una tragedia.

Así, por ejemplo, la alcaldesa de Barcelona Ada Colau ha decidido emplear su mascarilla para reivindicar el apoyo a la causa LGTBIQ+. Esta mascarilla con la bandera del arcoíris no es la única que tiene con esta temática. También le hemos visto en los plenos del Ayuntamiento con otra en color oscuro con el acrónimo de este movimiento.

Ha llevado su tiempo ver a la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo con una mascarilla que no fuera quirúrgica, pero estaba cantado que antes o después ella, una de las mujeres más interesadas por la moda en el Ejecutivo iba a acabar luciendo un diseño especial. Y en su caso, como no podía ser de otra forma, se trata de un diseño con flores, su «print» favorito.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que para muchos estos meses se ha convertido en el alcalde de España, ha llevado todo tipo de mascarillas. Le hemos visto con un modelo de estampado castizo y también con la que resaltamos en su imagen, confeccionada en Togo por la Iglesia Misionera y que busca recaudar donaciones para el fondo de emergencia Covid-19 de la Iglesia Católica.

No había ningún tipo de duda que entre las mascarillas que luciría la representante de JxCat en el Congreso de los Diputados Laura Borràs habría alguna en color amarillo. En el caso de la política nacionalista, no ha querido renunciar al color que su formación política ha convertido en su símbolo desde el fallido referéndum de independencia.

Acostumbrado a ser el foco de atención, estaba claro que Miguel Ángel Revilla no podía perder la oportunidad para convertirse en uno de los políticos de referencia también en el tema de las mascarillas. El presidente de Cantabria comenzó con su curioso modelo en pleno confinamiento, para luego llevar una con la bandera de su tierra y, ahora, apostar por la de la fotografía con dibujos esquemáticos.

A Pablo Casado le hemos visto algún que otro modelo más particular, como el que llevó en el homenaje de Estado a las víctimas de la Covid-19 o algún modelo corporativo del PP con motivo de las campañas electorales gallegas y vascas, pero lo cierto es que el líder popular prefiere la sencillez de las mascarillas quirúrgicas. Es el único que todavía se resiste a esta moda.

En el caso de Pablo Iglesias, no podía faltar su mascarilla con reivindicación de su firma de cabecera, 198 (propiedad de Juanma del Olmo, imputado por el caso de la caja B de Podemos). Con un precio de 7,95 euros, se puede encontrar en más modelos como con la bandera republicana, defensora de la escuela pública o con el pañuelo palestino.

El presidente del Gobierno Pedro Sánchez ha optado por la vía más institucional: luce la bandera española en los modelos que tiene en blanco y en negro. Se las hemos visto tanto en el Congreso de los Diputados como, por ejemplo, en su visita a Marivent la pasada semana, y parece que el líder socialista va a seguir con estas mascarillas españolas durante mucho tiempo.

Santiago Abascal fue uno de los primeros políticos en acudir al Congreso de los Diputados con una mascarilla de diseño. Primero fueron en colores militares con la bandera de España, ahora el modelo se ha depurado y acude con mascarillas con diferentes escudos y distintas versiones de la bandera española. Él impuso la moda entre los políticos.

Yolanda Díaz, la ministra más elegante de la cámara no podía faltar en un repaso a los diseños de las mascarillas de nuestros políticos. En el caso de la responsable de la cartera de Trabajo, además de las quirúrgicas, a las que suela recurrir con asiduidad, también cuenta con diseños inspirados en el estampado Liberty, como la que luce en la imagen.

El fin de las vacaciones está ya a la vuelta de la esquina. Con él llegará también la reapertura del Congreso, en el que podremos volver a ver las originales propuestas de sus señorías para acudir a la Cámara y que seguramente no estarán exentas de nuevos y llamativos diseños que serán aprovechados por más de uno para lanzar su propio mensaje. Hay instituciones que ya parecen tener la suya propia como es el caso del Ayuntamiento de Madrid con un estampado pata de gallo, según hemos visto al actual alcalde y nuevo portavoz nacional del Partido Popular, que es un claro guiño al traje regional de la región. El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, por su parte, ya ha sido visto con otra con una gran bandera de su autonomía. Parece claro que todos van a intentar buscar aquella que mejor les defina e identifique. Veremos entonces si Santiago Abascal vuelve a sorprender con un modelo que nadie se esperaba, o si Iglesias, aprovechando el inicio del curso, cambia la suya sobre Sanidad por el otro modelo sobre Educación que ofrece la marca 198. Es cuestión de tiempo.