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Curioso: Nadie ha puesto la mano en el fuego por el moño de Iglesias

El vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, interviene durante la sesión de control en el Senado.
El vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, interviene durante la sesión de control en el Senado.FERNANDO VILLAREFE

Le gusta más un Estado de Alarma que a Illa un baile de datos. Antes, porque así se aseguraba un púlpito en la tele. Ahora, para mostrar a Díaz Ayuso el paquete de mandamás. En la guerra Sánchez-Ayuso solo falta que ZP se ofrezca de mediador y un cronista como Gila: ¿Es la Moncloa? Oiga, ¿cuándo van a atacar con otro Estado de Alarma? ¿Van a seguir así hasta la moción de censura contra Ayuso? ¿Hasta que los jueces les den la razón en todo? ¿Hasta que Jorge Javier Vázquez se reconcilie con la Campos? No lo creemos, pero Él lo hace por nuestro bien: crea guerras de videojuego para mantenernos entretenidos y confinados en el recreo a la espera de la vacuna u otra esperanza bien programada, como la ilusión del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia con su promesa de 800.000 puestos de trabajo que nos retrotrae a todas las campañas electorales y la lluvia de millones en subvenciones a modo de Gordo de Navidad permanente. Ahí está Él, Melchor, Gaspar y Baltasar en una sola pieza, arrojándonos caramelos desde la cabalgata sin fin que nos espera hasta 2050, más o menos. Bendito sea.

En estos tiempos de sexo difícil, uno se alegra de que alguien tenga un plan y moje. Como el plan del presi es conocido por Begoña, su santa, hasta cabe la posibilidad de que la cosa acabe en trío, como los que Emma García confiesa que ha disfrutado con su marido durante veinte años. Bendita Emma.

Y bendito también Pablo Iglesias, ahora transformado en profeta Elías para anunciarnos desde el Monte Tabor de las transfiguraciones podemitas que no será imputado por el Supremo, que el Partido Popular nunca se sentará en el Consejo de Ministros y que los presos del procés volverán a casa por Navidad como en el anuncio del Almendro. «Trabajo en su indulto», ha dicho. Parece que se trata de un ensayo general para ver las posibilidades de indultarse luego a sí mismo.

Curioso: en esta ocasión nadie, ni los más adictos a la barbacoa, han puesto la mano en el fuego por su inocencia ni tan siquiera por su moño, como marca la tradición en estos casos. Será que ya hay demasiadas manos chamuscadas, le grito a la tele.