Gente
Misterio en el Congreso: o Sánchez crece o su chaqueta encoge
Bronca en el Hemiciclo y el presidente, con la chaqueta demasiado corta; Abascal, petado y reventón, e Iglesias, en plan líder libertario
Fue en Comunicación Social de primero: «Zara ha democratizado la sociedad a través de la moda». «Vale. Lo que tú digas, chiqui. ¿Entra en examen?». Veintitantos años después, esa frase resuena en mi cabeza rollo Rosebud en la de «Ciudadano Kane» y he descubierto que es como el hueso que tira el mono ese y surca las estrellas en «Odisea en el Espacio»: una verdad que trasciende el ídem y el tiempo. Irene Montero –nota al margen: no, no les voy a soltar otra chapa sobre su traje. Solo sugerir a la muchacha que podría haberse mirado la app de Amancio y apreciar que, combinando el morado cardenalicio con una blusa naranja pagana, habría compuesto una metáfora sobre la idiosincrasia de la Hispanidad– tiene el mismo gusto que Macarena Olona.
¿Cómo? Lo que leen. Eso o que la Olona ha estado en una caverna –que todo puede ser– y no se ha enterado de que, desde el día 12 de octubre, estamos a vueltas con el sastre nazareno de la ministra de Igualdad con el que reivindicó la República a 59,90 € frente al rojo y gualda de la Reina Letiza –de hace varias temporadas– porque ambas son austeras. La diputada de Vox se presentó con ¡la misma chaqueta! tres días después y en la que se recuerda como una de las sesiones de control al Gobierno más broncas de la Historia reciente.
O sea, no una comisión parlamentaria de esas que no va nadie, no. Y claro, ha sido como repetir traje en una boda familiar. Y me increparán ustedes: ¿cómo se atreve a hablar de un tema tan inane en un momento tan dramático como este? ¿Inane cuando la palabra covid resonó en el hemiciclo más de 20 minutos después de que comenzara la sesión? ¿No es este el ejemplo más preclaro de que cada uno va su p* bola? La mía, señores, es que, visto lo visto, el morado no es un color. Como pasa con el celeste.
El morado es Patrimonio de la Humanidad. Tan republicano como cardenalicio, tan feminista como reaccionario, tan de Podemos como de Vox. El morado, como España, no es de nadie pero de todos al mismo tiempo y no hay que apropiárselo porque, a la de enfrente, aunque te parezca un cuadro, también le pertenece. Por 59,90 €, obvio. Por cierto, en la última sesión de control el Congreso fue eso, un cuadro. Pero flamenco. En sus dos acepciones. Flamenco porque parecía pintado por Vermeer. Con una cierta neblina que cegaba los ojos hacia lo importante (sic) y, sobre todo, con una gama de colores que bien pudiera pasar por uno de sus lienzos del siglo XVII.
Salvo la chupa de napa color barratina de Carolina Telechea, todo tiraba a desvahído. A desteñido. A de prestado... A miedo. A ver, el cuello de la chaquetilla cruzada de Batet era el ejemplo más gráfico del dicho castizo «no le llegaba la camisa al cuello». Ella estaba así. Con susto. Bien es verdad que se enfrentaba a una casaca fantástica de Cuca Gamarra (pero de noche, chiqui) y muchos gritos. Y flamenco también, que sigo con la explicación, porque fue cañí. Cañí, y mucho, en los caballeros. ¿Pero si la ropa es siempre la misma? ¿Ah, sí? ¿Me dirán ustedes que es igual un traje negro de rayón que otro de paño inglés? Y fíjense, no había tenido ocasión de hacerle un traje, nunca mejor dicho, a Santiago Abascal. Abascal, Casado y Sánchez, los tres de azul. Como las chicas de la Cruz Roja. Y que se queden así y no demuden en Radchet y su amplio sentido de la compasión…
Musculado, sí, gordo, no
El caso, que ya me explayaré con Abascal en su próximo día grande, pero ¿ese «look» legionario? ¿O es que hemos cogido unos kilazos confinado haciendo bizcochos? Si es que te mola ir petado y reventón, que van por ahí los tiros (ejem), señor Abascal, no. Hay que estar extramusculado, no gordo. Y en el caso de que lo consiga, las señoras no serán su público. ¿Se lo ha hecho mirar?
Señor Sánchez, voy con usted, la chaqueta le estaba corta. Se le veía el «derrière», que seguro que lo tiene turgente, pero que se le vean las vergüenzas, «no way».
Señor Casado, traje fabuloso como siempre. Como el de Teodoro. Como el de la semana pasada. Y la otra. Y la otra. Zzzzzz...
Menos mal que siempre hay un verso (zulú) suelto, ese Pablo Iglesias que te alegra (perdón) las crónicas. ¿Cómo era esa foto con Carmen Calvo, en elegante tartán, codo con codo con el pendiente de coco y la mascarilla africana del de Podemos? ¿No parecía una cohabitación imposible de un imperio victoriano con un líder libertario a lo Mandela? Por cierto, ¿no terminó el líder sudafricano gobernando y encerrando en la cárcel a su mujer cuando esta durante 30 años luchó por su libertad? ¿Y no se acusa ahora a Iglesias, entre otras cosas, de machista? «Somos esclavos de la moda». Eso no recuerdo quién lo decía o si entraba en el temario. No me cayó en examen fijo.
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