Exclusiva
Isabel Pantoja también se apropió de los bienes de Carmina Ordóñez
La tonadillera no sólo se quedó con todos los objetos personales de Paquirri, que pertenecen a los Rivera Ordóñez y a los Rivera Pérez, también con los bienes de la ex de su marido que estaban en Cantora
La guerra judicial entre Carmen Ordóñez e Isabel Pantoja, a cuenta de los efectos personales del torero que correspondían a sus hijos, Fran y Cayetano, esconde un secreto que pocos conocen y que hoy desvelamos en exclusiva en LA RAZÓN.
Carmina demandó a la viuda de su ex marido a principios de 1990. El procedimiento judicial fue instruido por el Juzgado de Primera Instancia número 3 de Sevilla, lugar dónde aún residía la tonadillera. En la demanda, Carmen Ordóñez reclamaba a Isabel Pantoja que le fueran entregados a sus hijos los efectos personales de su padre. Se aportaba como prueba la escritura de la repartición de la herencia firmada por todos los herederos, el 24 de septiembre de 1987, y sus anexos, dónde se detallaban todas las pertenencias del torero.
Los bienes muebles del torero, es decir aquellos que pueden ser trasladados, se repartieron distribuidos en grupos familiares y en función de su porcentaje de herencia, en cuatro lotes para sus herederos: Isabel Pantoja, Francisco José Rivera Pantoja, los hermanos Rivera Ordóñez y la familia Rivera Pérez. El documento se firmó ante notario en el mismo acto que se protocolizó la escritura del reparto de la herencia de Paquirri. Estaban presentes las dos mujeres del diestro, Carmina e Isabel, el padre y hermanos del torero además de los defensores judiciales de sus hijos, Antonio Ordóñez y Ramón Calderón.
Todos los bienes muebles de Paquirri, que tenían que repartirse en sorteo entre sus herederos, continúan en Cantora
Aquel día, el 24 de septiembre de 1987, se hacen cuatro lotes de cada uno de los epígrafes que corresponden a los bienes muebles y según establece el contador partidor, designado por el difunto: alhajas, plumas y bolígrafos, monedas, medallas e insignias, ropa y utensilios de torero, capilla portátil, cabezas de toro, otras joyas, aperos y muebles. A excepción de las alhajas, que se entregan en el mismo acto notarial, todo lo demás, y así consta en el documento, se queda en el caserío exceptuando:una pluma con anagrama J.A. del Moral que se acordó que se le diera al conocido crítico taurino y un apoya rifle que se decide irá a parar a quién le toque en el sorteo el rifle. Allí continúan las pertenencias de los Rivera Ordóñez y los Rivera Pérez, los hermanos y descendientes del abuelo de Kiko Rivera.
Isabel se compromete a guardar todos estos bienes en Cantora hasta que se realice el sorteo de los lotes y a entregarlos a sus legítimos herederos. Pero la tonadillera se niega a devolverlos, ni se celebran los sorteos, ni se reparten los bienes que se acordaron para cada uno de los herederos.
Tres años después de aquel forzado reparto de la herencia, y ante la negativa de Isabel de cumplir con lo dispuesto en la notaria, Carmen Ordóñez emprende las acciones judiciales contra Isabel para recuperar aquellos objetos y bienes que correspondían a sus hijos. En la demanda también reclama algunos bienes privativos que se encontraban aún en Cantora de la época en que estuvo casada con el torero: un armario ropero y un tomavistas.
El armario había sido un regalo de su madre, Carmina, a la pareja de recién casados y un viejo tomavistas, de los tres que estaban en la finca y que había comprado la hija de Carmen Ordóñez. A pesar de que el día de la firma de la repartición, Isabel aseguró a los presentes que en pocos días podrían acudir a recoger las cosas, la entrega nunca se produjo.
Carmina fue consciente de que no les devolvería por las buenas nada, ni siquiera el armario de su madre, cuando cada vez que acudía a la finca para llevar a los pequeños Fran y Cayetano a ver a su hermano pequeño, Isabel se hacía la loca y ponía excusas para impedir a Carmen recoger el armario. Así, un día hubo una gran bronca entre Carmen e Isabel, que ya no estaba dispuesta a callar por más tiempo. Fue la última vez que acudió a la finca con los niños. A partir de ese momento, era su hermana Belén la que se ocupaba de llevarlos.
Pero lo más rocambolesco de la historia fue la forma en que, tras la sentencia en la que se obligaba a Isabel Pantoja a devolver los bienes de Carmina, la tonadillera evitó dárselos. Si para no devolver a sus hijos los enseres de Paquirri fingió un robo en Cantora, ¿qué hizo con los de la nieta de Antonio Ordóñez?.
Sólo diré que su actuación en este asunto confirmó las sospechas de Carmina de que, ni ella ni sus hijos, conseguirían recuperar nunca lo que era suyo. Era la prueba y así me lo dijo en su día Carmen Ordóñez del amor de “la Panto” (como la llamaba en la intimidad) por lo ajeno. Continuará...
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