La crónica de Lomana
Los documentos que no quiere enseñar Kiko Rivera
Apareció con una carpeta bajo el brazo llena de papeles que alguien le proporcionó y que ninguno vimos ni tenían ningún fundamento legal
Hay familias en España que, si no existiesen, la prensa tendrían que inventarlas por el continuo chorreo de noticias, problemas e intrigas que generan sin ningún pudor. Siempre, eso sí, con un buen caché mediante. Entonces sí, cobrando me siento en esa especie de confesionario psiquiátrico que es ‘Sálvame Deluxe’ y despellejo hasta a mi madre. Y a continuación, por si eso no fuese suficiente, genero otra exclusiva todavía más fuerte e impresentable de lo contado y voy incrementando mi muy mermada economía, porque no tengo trabajo de DJ, me paso la vida tumbado en un sofá y cobro de todos los españoles 800 euros al mes. Porque hay que rascar de donde se pueda.
Todavía no he salido de mi asombro ante lo que le he escuchado a Kiko Rivera, que ya lleva casi 40 años viviendo de ser el hijo de La Pantoja. Con toda su cara aparece con una carpeta bajo el brazo llena de papeles que alguien le proporcionó y que ninguno vimos ni tenían ningún fundamento legal. En ellos, según él, se podía comprobar lo mala, rastrera y estafadora –o ladrona directamente– que era su madre. Media España pegada a la televisión siguiendo en directo «ojiplática» cómo este «pequeño del alma» la liquidaba y desprestigiaba sin ningún respeto.
Cuando Paquirri murió en Pozoblanco por una traidora cornada, dejó un testamento bastante complicado por la cantidad de herederos diferentes que aparecían. Cuando se abrió el testamento, Antonio Ordóñez representaba a sus nietos, Francisco y Cayetano, y a su hija Carmen. A Isabel Pantoja la representaba José Luis Montero, abogado de Sevilla. A los Rivera, un abogado de Jerez, Benito Pérez. Y a Paquirrín, que era muy pequeño y no podía representarle el mismo abogado que a su madre por lo que se denomina «conflicto de intereses»,Ramón Calderón, que fue el encargado de hacerlo según había dejado estipulado su padre, Francisco Rivera. Todo se repartió según marcaba la ley y los deseos del difunto. Isabel tenía el 49,99% en usufructo; los hijos y el padre, el 16,66%, y el tercio de libre disposición también fue para Isabel, con lo cual era la heredera mayoritaria.
Ramón Calderón desaparece
También en el libro particional estaba el apartado de reparto de bienes, en los que aparecían los trajes del torero y demás utensilios y donde quedaba muy claro lo que debía repartirse a cada hijo. Eso, que supuso otra fuente de problemas con demanda a Isabel por no entregarlos, se zanjó diciendo ella que se los habían robado, punto que parece no ser cierto ya que relata Kiko que el 2 de agosto (cumpleaños de Isabel) el vio una puerta abierta y, oh casualidad, allí estaba el tesoro.
Una vez repartido todo lo referente a testamentaria con acuerdo de las partes, Ramón Calderón desaparece y ya no forma parte de ese entramado familiar. Por eso es tan canalla que sin ningún rigor ni motivo, llevado por ese atrevimiento de la ignorancia, en el programa se dijera que era un sinvergüenza. ¿Qué ocurrió en el devenir de los años? Pues ni más ni menos, según cuentan, que se le compra el usufructo a Isabel. Me imagino que ella lo haría para hipotecar una vez solucionado este tema o bien con la aceptación de los herederos y su firma, ya que un usufructuario puede disfrutar de todos los bienes y lo que estos produzcan, pero nunca vender ni hipotecar.
Lo que cada vez adquiere más fuerza es la maldición de Lola Flores a Isabel Pantoja, dado que a esta mujer no han dejado de sucederle desgracias y tristezas, incluso con pena de cárcel. Cuentan los mentideros de Madrid que Lolita actuaba en el Florida Park una noche en la que todavía estaba muy dolida por el abandono de Francisco Rivera, cuando asombrada vio en primera fila sentados a Pantoja y Francisco. No pudo seguir cantando y rompió a llorar. Lola Flores, indignada y con toda su fuerza y poderío, se acercó hasta ellos y los maldijo, y de que forma lo haría, porque nunca volvieron a tener paz. No se quién tiene razón en esta historia de herencias ni me importa. Lo que sí tengo muy claro es que este tipo de asuntos, y más cuando todo está prescrito, se arreglan en la intimidad. Pero claro, esta familia no conoce el significado de esa palabra. Además, la intimidad no es rentable.
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