El Clan
Doña Ana, la matriarca de los Pantoja, es la X de Cantora
Afortunadamente, hoy permanece en Cantora ajena a los turbios acontecimientos que han dinamitado a una parte de los Pantoja
Es la no mencionada en este duro enfrentamiento entre su nieto y sus hijos. Nadie habla de doña Ana, la abuela a la que tanto quiere Kiko Rivera y a quien perdona todo. En su explosiva entrevista, el Dj habló de una trama integrada por tres personas, su madre, su tío y el abogado Ramón Mendoza. Y añadió a una cuarta, «a la que no voy a nombrar porque la amo profundamente». Esa X misteriosa se referiría, claramente, a doña Ana, quien, antes de que el Alzheimer eliminara sus recuerdos, sentía pasión por su nieto. Kiko le puso el nombre de Ana a una de sus hijas como homenaje a su abuela.
Afortunadamente, hoy permanece en Cantora ajena a los turbios acontecimientos que han dinamitado a una parte de los Pantoja. Ella, que fue una madre enérgica, es hoy una anciana de 89 años que ve pasar los días sentada en una butaca. Con la mirada perdida, sin recordar los mejores ni los peores momentos en la finca. Mientras tuvo fuerzas, dirigió el destino familiar con mano de hierro y nadie le discutía. Pero el destino le fue quitando capacidades. Y entró en escena un Agustín ambicioso y de quien cuentan que maneja a Isabel. Ella confía plenamente en el hermanísimo y no cuestiona sus decisiones.
A la abuela se la conocía en sus años mozos como «La Melones», porque trabajaba en la frutería de su padre, al que llamaban popularmente «El Lechuga». Pocos saben que también fue bailarina y que trabajó junto a Juanita Reina y Pepe Pinto, pero que abandonó los escenarios tras casarse el 30 de noviembre de 1952 con Juan Pantoja, del que enviudó en el 74. Sacó adelante sola a sus cuatro hijos –Bernardo, Juan, Isabel y Agustín– con mano férrea, respetada por todos y temida por los muchos pretendientes de su hija. Lo que doña Ana decía era palabra de ley. Pero el personaje autoritario es también la mejor abuela para sus nietos. Lo dice el mismo Kiko por activa y por pasiva. En esto todos coinciden, no existe el menor reproche. Es más, Juan, un amigo de la familia, asegura que «si doña Ana no hubiera caído enferma, su hija no habría cometido los errores que la llevaron a prisión. Era un mujer muy lista, demasiado, y nunca dejaba un cabo suelto». Kiko ha afirmado que «a estas alturas de mi vida ya no me creo a nadie». Su abuela queda fuera del reproche.
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