Francia

Joven, gay y carismático: así es Gabriel Attal, el niño bonito de Macron

A sus 31 años, es el ministro más joven de la historia de la Quinta República. Sabe comunicar y tiene carisma, lo que le augura una carrera política ambiciosa

Gabriel Attal en el Elysee Palace en Paris,
Gabriel Attal en el Elysee Palace en Paris,BENOIT TESSIERREUTERS

Cuenta con todos los atributos que los expertos en comunicación buscarían en un portavoz del gobierno: hábil con la palabra, dulce en el gesto, contundente en la réplica, bien considerado por los medios de comunicación, con los que lidia cada día mostrando más seda que acero. Contenido de animal político en un continente atractivo a primera vista, como demuestra la legión de admiradores que Gabriel Attal sumaba en sus redes sociales ya antes de asumir el cargo, el pasado verano, de secretario de Estado y portavoz del gabinete del presidente de Francia, Emmanuel Macron.

El nuevo fenómeno popular de la política gala ha llegado a ese territorio dominado por dinosaurios con el récord de ser, a sus 31 años, el ministro más joven en la historia de la Quinta República. Una carrera fulgurante que comenzó entre la muchedumbre que llenó las calles de París en 2002, en una manifestación contra la ultraderecha de Jean-Marie Le Pen, quien optaba a la presidencia. Gabriel tenía 13 años y hubiera preferido salir con sus amigos a tener que acompañar a sus padres a la marcha. Y, sin embargo, fue allí, entre proclamas, donde descubrió su vocación.

Gabriel Attal, portavoz del Gobierno francés
Gabriel Attal, portavoz del Gobierno francésHERVE HAMONLa Razón

Se afilió en cuanto la edad se lo permitió al Partido Socialista y formó parte de diferentes movimientos estudiantiles antes de licenciarse en Ciencias Políticas y Derecho. Un activista con un buen cerebro es un valor que hay que aprovechar, de modo que pronto encontró acomodo en los círculos de poder, que suelen servir de acelerador de partículas cuando se identifica entre sus nuevos miembros a los generadores de votos.

Promesa emergente

Por esas cosas que tiene la política, Attal se desencantó de sus compañeros socialistas y corrigió el tiro de sus convicciones para encontrar la diana en el nuevo partido emergente, el de la renovación que representaba el centrista Macron, principal aspirante a la jefatura del Estado. La joven promesa ya era bastante conocida por las tareas que había desarrollado en la Asamblea Nacional y en el Ministerio de Salud, suficiente currículo para progresar en el proyecto que llegaría al Palacio del Elíseo. Y así, con 28 años, se convertiría en secretario de Estado de Educación y Juventud, un puesto que sin duda encajaba con su imagen.

French Government's spokesperson Gabriel Attal speaks during a news conference following the weekly cabinet meeting at the Elysee Palace ?in Paris, France September 16, 2020. Yoan Valat/Pool via REUTERS
French Government's spokesperson Gabriel Attal speaks during a news conference following the weekly cabinet meeting at the Elysee Palace ?in Paris, France September 16, 2020. Yoan Valat/Pool via REUTERSPOOLREUTERS

Es durante estos últimos años cuando han salido a relucir sus mejores cualidades: sabe comunicar y tiene carisma, lo que le augura una carrera ambiciosa. Sin embargo, nunca se sabe lo que las urnas pueden deparar, de modo que Attal, en el peor de los casos, siempre podría encauzar su talento hacia la actuación, un pasatiempo con raíces familiares. Su padre, quien murió de cáncer en 2015, era productor cinematográfico. Su madre también tiene algo que ver con el oficio, porque realiza vídeos corporativos. Su marido, Stéphane Séjourné (ver recuadro), tomó clases de interpretación mientras estaba en la universidad, aunque finalmente prefirió la escena política. Y Attal ya ha participado en una película, un dato desconocido hasta que en una reciente conversación abierta en su cuenta de Instagram, uno de sus seguidores dijo haberle reconocido entre el reparto de «La belle personne», del director Christophe Honoré. «Bien visto. Tienes buen ojo, porque era más bien un extra –admitió el portavoz del Gobierno–. Yo tenía 18 años y me surgió esa oportunidad de manera casual. Con lo poco que gané, me compré una scooter». Ha sido un tránsito veloz el que le ha llevado de la moto urbana al coche oficial, y por ahora sin ningún cadáver en el maletero y sin ningún enemigo de pasajero, aunque su protagonismo, cada vez mayor, sin duda se los granjeará. «Asumo mi responsabilidad con humildad –dijo al tomar posesión–. No estoy aquí para dar lecciones, sino para informar. Y no me dará vergüenza reconocer cuando no sepa algo». Y lo que todavía no sabe es hasta dónde le llevará esa cualidad tan apreciada en su profesión que sus compatriotas conocen como «charme».