Amilibia

Alaska cambia de santa y Almeida podría cambiar de virgen

La cantante española Alaska.
La cantante española Alaska.Eduardo Muñoz ÁlvarezEFE

Tengo leído que hace poco el alcalde Almeida le rezó a la Virgen de la Almudena: «Señora, danos valor para aparcar las disputas». Visto lo visto, o sea, que para aparcar las guerras políticas sería necesario un parking como el mismo cielo, cuentan que Almeida proyecta viajar a Lourdes a ver si ante una Virgen con más fama milagrera su petición es atendida y al menos logra acabar con la guerra de los Pantoja, pues ni el arbitraje mediante carta de Jorge Javier Vázquez, en el que estaban depositadas muchas esperanzas, ha logrado apaciguar las iras de Paquirrín y la madre que lo parió. La bélica situación familiar lleva camino de durar más que «El secreto de Puente Viejo». El inefable presentador y gran actor dijo en su misiva a la folklórica: «Vive en un universo paralelo: la República de la Pantoja, un país donde se persigue la crítica a su amada líder». Malas lenguas afirman que, en un principio, el texto iba destinado a Pedro Sánchez, pero luego cambió de idea. Almeida tiene la esperanza de que su cambio de Virgen no sea mal visto por los madrileños y su voto (petición de una gracia a la divinidad) no le haga perder votos. Ahí está Alaska, que se ha pasado de Santa Gema, de la que era devota desde los 12 años, a Santa Rita. Pidió a Santa Gema que no le crecieran más los pechos, exactamente lo contrario de lo que solicitan a los dioses cirujanos la mayoría de las mujeres de hoy, y su petición no fue atendida, parece. Se desconoce de momento lo que pide ahora a Santa Rita. No será por falta de imposibles a elegir. Su marido, Mario Vaquerizo, adalid de lo políticamente incorrecto, católico ortodoxo, cuenta que fue a Lourdes, se bañó en las piscinas, se cargó de «espiritualidad bonita» y volvió curado. No se sabe de qué sanó: es posible que pidiera a las aguas benditas un pelazo para toda la vida o la revelación de la Gran Verdad, aunque él ya tiene advertido que «existen tantas verdades como maricones hay en el mundo». Lo tengo claro: que Mario le cuente a Celaá la historia de España y Bibiana Fernández la de la Transición Sexual a Montero. Es lo que hay.