Mariñas

Lolita resucita a su madre, pero no tiene tanta raza

Muy oportunista, Lolita resucita a mamá, la genial e irrepetible Lola Flores, en un anuncio ya «hit»

Lola Flores, devuelta a la vida digitalmente en una campaña publicitaria
Lola Flores, devuelta a la vida digitalmente en una campaña publicitariaArchive

Resultan agobiantes tantos días de calma chicha a nivel social. Madrid es un desierto. No hay citas, reuniones, eventos ni festejos. Un auténtico erial. Ya nada es como ayer, donde programaban hasta cinco convocatorias diarias y el Joy Eslava, con los hoteles «Palace» y «Ritz», eran los escenarios habituales. Había vida, todo se movía y alegraba, se gastaba en ropa porque había que figurar. Algo muy distinto a lo más discreto o menos jaleado de Barcelona, siempre cuidando el qué dirán. Marca diferencia. Eso no se estila en Madrid, donde parece obligado –bueno, o casi– hacerse notar, brillar y destacar. Es una virtud, rutina, hábito o necesidad que algunos toman por defecto, allá ellos. Marca, señala, diferencia y también prestigia, en eso casi parecen andaluces, tan dados a significarse.

Todo ocurre mientras, muy oportunista, Lolita resucita a mamá, la genial e irrepetible Lola Flores, en un anuncio ya «hit». Faltaría más siendo sangre de su sangre. Pero no tiene tanta raza. A veces le sale lo barcelonés de Antonio González «El Pescadilla». Era otro modo de gitanear internacionalizándolo, tal como desde el Somorrostro –¡cuántos recuerdos de aquella Ciudad Condal tan artista y jonda!– hizo La Chunga encandilando en el Olimpia de París a Picasso y Salvador Dalí con sus pies descalzos, algo que ya había probado sin éxito la mítica Carmen Amaya.

Lolita y Rosario Flores durante la presentación del anuncio de Cruzcampo: Con mucho acento
Lolita y Rosario Flores durante la presentación del anuncio de Cruzcampo: Con mucho acentoDaniel GonzalezGTRES

Años después, y aún siendo cartagenera, Maruja Garrido, cantando «se enamoró un pobre pario», arrebataba al genio pictórico de Cadaqués desde su tablao «Los Tarantos», en plena Plaza Real. En uno de sus rincones vivió y murió Vicente Escudero, el de los diez mandamientos del baile, donde señalaba que los hombres no debían mover la muñeca porque siempre quedaba amanerado. Antonio Ruiz lo hacía y hasta con eso fue el más grande. A ver si alguien me lo explica.

Vuelvo a Lolita, a su impactante y polémica publicidad con tanto sabor jondo. «El acento es un tesoro y no hay que perderlo nunca», proclama y defiende sabiendo lo que dice mientras nosotros los gallegos, ya no digamos los catalanes, peleamos por quitárnoslo de encima. Son formas de entender la vida y el hablar, «qué carallo» o «manda collons».