Beatificación
George Spencer, el tío abuelo de Lady Di que el Papa podría hacer santo
Para dar un paso más en su beatificación, se debe reconocer un milagro por su intercesión
El tío tatarabuelo de Lady Di, camino de los altares. En otras palabras, Guillermo y Harry, sobrinos tatataranietos de un futurible beato. Un reconocimiento que podría llevarlos a la Plaza de San Pedro para participar en una celebración católica como ya hizo su padre, el príncipe Carlos, en la canonización de John Henry Newman en 2019. El árbol genealógico de los anglicanos Spencer cuenta desde el sábado con un familiar venerable para Roma: el padre Ignacio. El Papa Francisco firmaba el decreto por el que reconocía las virtudes heroicas de ocho católicos, entre ellos, el sacerdote pasionista Ignacio de San Pablo (1799-1864), nombre de consagrado que eligió George Spencer después de su conversión. Además, este cura católico también guardaría parentesco directo con el que fuera primer ministro británico en tiempos de guerra, Churchill, del que fue tío abuelo.
Tales son los lazos de sangre entre George y Diana de Gales, que ambos se criaron en Althorp, la finca de 1.500 hectáreas ubicada a 120 kilómetros de Londres, que desde hace más de cinco siglos pertenece a la familia. De hecho, su propietario actual es Charles, noveno conde de Spencer y hermano de la difunta princesa, que a los 56 años guarda un parecido más que razonable con su ancestro. El vínculo de George con la histórica mansión no se redujo solo a la infancia, sino que cuando se hizo sacerdote de la Iglesia de Inglaterra, algo habitual entre los hijos menores de los nobles «british», estuvo a cargo de la pastoral de las aldeas de la zona.
Por eso, los Spencer se llevaron un disgusto cuando George decidió con 31 años pasarse al catolicismo y tan solo dos años después, el 26 de mayo de 1832, se ordenaba sacerdote fiel a Roma. A partir de ese instante y, arropado por un bagaje intelectual incuestionable, se erigió como apóstol de la unidad cristiana, con la conciencia de que católicos y anglicanos debían buscar la comunión, profeta de ese ecumenismo que ahora está retomando el Papa Francisco. Su delicada salud le llevó a reducir esta actividad evangelizadora para ejercer como director espiritual de los estudiantes del Oscott College, cerca de Birmingham. Como método para ganarse la confianza de los chavales, no solo ejercía de asesor espiritual, sino que además les enseñaba a jugar al cricket, una de sus pasiones personales, pero también uno de los deportes vinculados a su estirpe.
Poco después se planteó su vocación como consagrado y en diciembre de 1846 entraba en la casa del noviciado de los pasionistas en Aston Hall. Tras profesar como religioso «rebautizado» como Ignacio, estuvo destinado en Irlanda, Bélgica y Holanda. Pero, sin duda, su fama de santidad creció cuando regresó a Inglaterra, Irlanda y Escocia, donde se volcó en el acompañamiento a los migrantes irlandeses que vivían bajo el umbral de la pobreza. De su mano, las conversiones al catolicismo se multiplicaron hasta su repentino fallecimiento.
Proclamado «venerable»
Desde 1973, los pasionistas–congregación fundada en Italia en 1702 por San Pablo de la Cruz– vienen trabajando en el proceso para que la entrega de Ignacio de San Pablo sea reconocida por Roma, un esfuerzo que ahora se ha visto recompensado al proclamarlo «venerable». De hecho, no son pocos los santos y mártires de la Congregación de la Pasión, desde Santa María Goretti a los beatos mártires de Daimiel de la Guerra Civil. Ahora, para dar un paso más en su beatificación, será necesario que se reconozca un milagro por su intercesión. Y, para ser santo, otro milagro más.
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