Estilo

Yolanda Díaz, la purísima de la izquierda, ¿por qué siempre va de blanco?

La ministra ha creado su estilo vestida de blanco, un color cargado de simbolismo político, frente al morado de su formación

La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (c), saluda a su llegada al Congreso de los Diputados para asistir a una nueva sesión de control al Gobierno este miércoles.
La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (c), saluda a su llegada al Congreso de los Diputados para asistir a una nueva sesión de control al Gobierno este miércoles.Chema MoyaEFE

El 6 de mayo cumplió 50 años e inmediatamente después nos puso sobre aviso: ahora viene lo mejor. Yolanda Díaz es en su partido ese mirlo blanco que aparece de vez en cuando en la naturaleza, igual que en la antigua Babilonia cuentan que había peces que salían del río para pastar en tierra firme. Rara avis frente al resto, completamente negro y con pico algo más grande. ¿Esto le dota de un valor extraordinario? Es la gran pregunta ahora que Unidas Podemos está sumido en proceso de reconstrucción.

Si el color ha sido siempre una estrategia política poderosa, en su caso la ha convertido en ministra fetiche. Desde sus inicios apostó todo al blanco, un color cargado de poderoso simbolismo político, y fue tomando posiciones elevando el «glamour» en el Gobierno de Sánchez. Frente al morado de su formación, el blanco le da más visibilidad o, como le ocurriría al mirlo, mayor vulnerabilidad ahora que algún depredador anda al acecho.

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, recibe en la sede del ministerio a Gabriel Rufián, portavoz de Esquerra Republicana de Cataluña.
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, recibe en la sede del ministerio a Gabriel Rufián, portavoz de Esquerra Republicana de Cataluña.Cristina BejaranoLa Razón

«El blanco llama a la calma. Es virtud y se asocia con lo bueno. Con este color, la ministra ha creado su estilo. Viste muy bien, acorde con la situación y el cargo que ostenta. Su modo de gesticular y su sonrisa transmiten un mensaje confianza y seriedad sin necesidad de desviar la atención», explica Susana Fuster, analista política de comportamiento no verbal. «Es un color básico que transmite inocencia y buen talante. Da sensación de distinción con respecto a Podemos, mucho más desaliñados en general», confirma Luis Arroyo, consultor internacional de comunicación política.

El blanco es símbolo de resistencia femenina en muchos lugares del mundo. Vistió de blanco inmaculado en la toma de posesión como ministra de Trabajo, a pesar de esquivar su mano sobre la Constitución. El blanco sufragista, y también irónico, la emparenta con Kamala Harris o Nancy Pelosi, mujeres que lo han usado con firmas de lujo, cuando para las sufragistas de principios del siglo XX la prenda blanca era la única que se podían permitir.

La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo y Economía, Yolanda Díaz, en una rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros celebrado en Moncloa, a 11 de mayo de 2021, en Madrid (España).
La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo y Economía, Yolanda Díaz, en una rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros celebrado en Moncloa, a 11 de mayo de 2021, en Madrid (España).C. de Luca. POOLC. de Luca. POOL

La ministra camina marcando cintura, se maneja con soltura sobre tacón fino y es capaz de pasear sin abrigo su blanco impoluto por los jardines de Moncloa resistiendo un frío invernal. Se ha ganado que se la mire con luces de Hollywood. Es también la política del moño informal medio deshecho, del pelo trenzado y de las ondas suaves. La de los labios de color rojo intenso. En la bancada de la derecha resulta paradójica su falta de austeridad, que choca con ese ideario comunista que divide a los ciudadanos en casta y no casta. Inquieta que, ocupada y preocupada la ciudadanía por su costado más insustancial, se corra el riesgo de descuidar el juicio a la labor que desempeña y su responsabilidad en la crisis económica, sanitaria y laboral.

Díaz carga con una herencia comunista familiar que a veces parece pesarle. Nació en un barrio obrero próximo a los astilleros de El Ferrol y es hija de Suso, un dirigente sindical gallego. Con cuatro años, Santiago Carrillo le besó la mano y cuando cumplió la mayoría de edad se afilió a su partido. Con todo ello, vaciló cuando el periodista Ferreras le preguntó si seguía siendo comunista: «Es algo muy complejo», respondió con esa sonrisa blanca que exaspera incluso a los líderes sindicales. «Más hechos y menos palabras», le ha pedido el sindicato de funcionarios CSIF, en un durísimo comunicado contra ella denunciando una situación caótica y acusándola de poner «una zancadilla tras otra».

La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, interviene durante el acto de inicio de campaña de Unidas Podemos para las elecciones a la Asamblea de Madrid, a 17 de abril de 2021, en el barrio de Lavapiés, Madrid (España).
La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, interviene durante el acto de inicio de campaña de Unidas Podemos para las elecciones a la Asamblea de Madrid, a 17 de abril de 2021, en el barrio de Lavapiés, Madrid (España).Isabel InfantesEuropa Press

También los empresarios recelan de su naturalidad para enfadar a los sindicatos y al mismo tiempo manifestarse de su mano, deslizándose con la misma soltura con unas deportivas que con unos zapatos que bien podría firmar Manolo Blahnik y repartiendo ERTE a diestro y siniestro. «España te ama, Yolanda», le endilgó Pablo Iglesias antes de su corte de coleta cediéndole el paso en el liderazgo de Unidas Podemos. Lo cierto es que las críticas por su gestión son constantes. No es amiga de airear los trapos sucios, pero es sabido que los políticos intercambian miradas de reojo cuando trata de poner contra las cuerdas a Nadia Calviño o pasa de puntillas por asuntos como el independentismo catalán. «Es gallega y eso ya hace mucho», justificó Gabriel Rufián.

Reconoce que le gusta tirar de la «terriña» para no olvidarse de quién es. Su marido, el delineante Juan Andrés Meizoso, es también ferrolano. Él y su hija adolescente Carmeliña, son sus grandes apoyos en esta nueva etapa vital y política, aún incierta. Olvidados la hoz y el martillo, está por ver si su mística blanca será suficiente para responder a tantos desempleados, trabajadores en ERTE, autónomos obligados a cesar su actividad y a quienes sufren los retrasos en las prestaciones de desempleo, por mucho que se dirija a ellos con la delicadeza de quien les ofrece un responso.